Abaddona

Capítulo 15: Rojo

Realmente había hecho un gran trabajo ocultando su belleza natural y creándose una máscara superficial.

Muchas veces se sentía como una actriz antes de salir a escena, ocultando sus sentimientos reales y demostrando una dureza al mundo, una dureza que ni ella misma sentía. Su espíritu se había muerto cuando solo tenía dieciséis años.

Sabía que él no vendría jamás. Se sentía tonta por haberse creado un mundo de fantasía, por haber vivido una vida de ensueños y se recordó que hacía un año que había tomado la decisión de olvidarse de su amigo imaginario, no entendía por qué lo recordaba ahora, tal vez sería por la hora o porque justo un día como ese lo había visto por primera vez. Seis años desde la última vez que intentara suicidarse.

Tenía que cortar definitivamente con esa parte de su vida, había crecido, ya no era una niña de dieciséis años, tenía casi veintitrés y ya era hora de crecer, se metió a la ducha y mientras se bañaba dejo caer sus últimas lágrimas, salió envuelta en un camisón de seda, se miró en el espejo de pie mientras el camisón caía a sus pies, y la dejaba totalmente desnuda.

Verdaderamente, se había vuelto toda una mujer, aun desnuda, camino por la alfombra, mientras buscaba con la vista el lugar donde su madre había dejado el espectacular vestido de satén rojo que le había comprado para la ocasión, lo encontró sobre el mueble al lado de una gargantilla de brillantes y zapatos de tacón.

Se puso el vestido, un vestido que se ajustaba perfectamente a sus curvas antes cubiertas por pantalones y cazadoras de cuero, el vestido era largo con un escote palabra de honor que realzaba sus hombros y su espalda.

Por primera vez en su vida se percató de que era hermosa, se miró en el espejo como si fuera una ilusión lo que estaba viendo, pero no era así, sus ojos negros tenían un brillo especial, jamás lo había notado, pero lo más raro era que oculta en su melena negra un largo mechón rojo se dejaba ver.

— ¿Cuándo fue la última vez que me mire al espejo? —se preguntó.

La verdad era que había pasado mucho tiempo desde que le diera un vistazo más que superficial a su cabello, era la primera vez en mucho tiempo que llevaba la melena suelta y a simple vista, siempre estaba sujeta en una cola alta.

Quedo absorta unos minutos mirándose en el espejo y mirando hacia su cama a través del mismo, quería irse a la cama y tratar de dormir, era como si algo le indicara que debía hacerlo, pero no, ya había tomado una decisión, no debía dar marcha atrás, tenía que continuar con su vida.

Salió de allí, con una profunda nostalgia, como si una parte de su vida se hubiera quedado ahí, tendida sobre su cama, los días de ensueño habían quedado atrás, debía borrar de su mente lo que había vivido, pero sus pensamientos la llevaban a él con cada paso que daba y se torturaba pensando en que la vida no había sido justa con ella, recordaba su mirada, sentía su ausencia como un eclipse de sol, la vida en verdad no era justa, puesto que no volvería a verlo nunca más.

Y la verdad era que cuando alguien se marchaba, el que quedaba atrás era el que sufría más, salió de allí casi corriendo, sintiendo que su mirada la seguía. Debía estar loca para creer que eso era posible y en su intento de escapar de su habitación tropezó con Pato que la miraba inquieto. Paso por su costado, pero este la ignoro dándole la espalda.

—Maldito gato, tú también me ignoras, ya veremos cuando me busques porque tienes hambre, no te daré nada para que aprendas. —Dijo mientras se detenía en el pasillo y lo miraba irse en dirección a su habitación, siguió su camino, aun cuando no tenía ganas de participar en esa reunión.

Al llegar al salón, todos la miraron asombrados, se sentía extraña nuevamente, pero era una sensación nueva, incluso hasta agradable, sentía que la observaban, pero ahora la miraban de una forma muy diferente, sentía que la desnudaban con la mirada. Y eso la hacía sentir orgullosa, su vanidad femenina se hizo presente como nunca antes.

A los minutos de llegar, se arrepintió y quiso regresar de nuevo a su dormitorio, cambiarse, coger su moto e irse lejos de ahí, dio unos pasos retrocediendo, pero su padre la cogió de un brazo y la llevo a presentar a los invitados.

Escuchar los murmullos a su alrededor la hacían sentir incómoda y con ganas de salir corriendo.

— ¿Esa no es la hermanita rara? —comento alguien

— Vaya, al parecer se quitó todo el maquillaje gótico que llevaba —Dijo otro en voz baja

— Es realmente bella sin tanto maquillaje —Comento una mujer con desdén.

— ¿La habías visto antes? —Pregunto una mujer de nariz prominente y un feo vestido azul.

— ¿Por qué la tendrían oculta? Me comentaron por ahí que estuvo recluida en una clínica de descanso, por drogas. —Comento una joven agraciada, de llamativos ojos verdes, pero de lengua muy viperina.

Arusa no podía creer lo que la gente especulaba sobre ella, si supieran la verdad, si supieran que en verdad era rara ni la mirarían, se quedó parada en medio del salón, sin saber qué hacer, solo quería marcharse de allí, no soportaba la presión ni ser el blanco de las miradas, estaba cansada de esa situación, odiaba que todo el mundo hablara de ella.

Su cuerpo se escarapeló y un frío intenso recorrió su espalda, alguien la miraba persistentemente y le causaba miedo, miro a su alrededor en busca de esa persona que la observaba y en el fondo del salón, sentada como una reina y rodeada de caballeros una mujer distinguida y hermosa con una inclinación de dedos le indico que se acercara.




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