Abaddona

Capítulo 18: Una promesa

Durante todo el tiempo que permaneció en silencio observándola, viéndola crecer, su amor había surgido, la amaba tanto que no podía estar un día alejado de ella, había cometido tantos errores y este era quizás el más peligroso de ellos, ella tenía razón, no debió cruzarse en su vida, pero cuando la vio por primera vez, sintió que ella era parte de su mundo, como si la conociera de tiempo atrás y cuando le toco el rostro lo supo, ella era su ángel, jamás podría dejarla.

Pero la duda estaba ahí como podía ser eso, ella solo era una frágil humana, en cambio, él, había vivido por siglos, había visto caer y levantarse gobiernos, había sido un observador, un vigilante, pero todo un día había cambiado, el día de la rebelión.

—Me quedaré contigo —respondió Abaddona, saliendo de su mutismo— te lo prometí una vez cuando nos conocimos y lo ratifico ahora, jamás te dejaré sola, cumpliré mi promesa.

Sabía que esa promesa traería mucho riesgo tanto para el cómo para ella, pero estaba dispuesto a enfrentarlo, con tal de no romper su palabra, la levanto del suelo y la abrazo con fuerza, beso sus cabellos, sin importarle que, hacia algo incorrecto, ella era suya y él era de ella, Arusa era su ángel, su vida y pasara lo que pasara él la protegería de todo y contra todos.

La miro a los ojos y se reconoció en ellos viéndose como en un espejo, su aura era limpia cuando ella estaba alrededor, se sentía en paz.

Bajo lentamente su rostro a la altura de ella y la beso en los labios tiernamente al principio y luego con desesperación, era el beso más ansiado de toda su vida, un beso que lo decía todo, un beso que hablaba de tristezas y despedidas, de encuentros y de alegrías, sintió el tímido roce de su lengua dentro de su boca y supo que ella también había deseado ese beso, sus lenguas se encontraron y se reconocieron mutuamente. En un instante se sintió el ser más dichoso de todo el universo.

Arusa no podía creer que él, la estaba besando, era su primer beso. Jamás había permitido que nadie la tocara, pero el era diferente, Abaddona era lo que más amaba en la vida, lo miro a los ojos, sus ojos ahora eran tal como ella los recordara de un extraño color azul, su corazón quería salirse de su pecho, hinchado de tanta emoción.

Empezaron a caminar cogidos de las manos, ya no se oía el ruido de las sirenas, ya todo estaba en calma, a lo lejos vio a su familia, tal vez buscándola, pero la extraña pelirroja era la más preocupada y eso le causó mucha extrañeza, por ese interés tan repentino por ella.

— ¿Dónde has estado? —Pregunto su padre— hemos estado muy preocupados por ti.

—Yo —murmuro ella mirando a su alrededor en busca de Abaddona— Salí corriendo cuando empezó el incendio, tuve mucho miedo y hui —respondió mientras volvía a mirar a su alrededor, pero era definitivo, Abbo, no estaba.

¿Qué había pasado? Por qué él había desaparecido, así tan de repente, ¿es que todo había sido una ilusión de su mente? Como podría ella ahora saber si todo aquello había sido real, miro a su alrededor por última vez, bueno, el incendio había sido real, pero controlado, si eso era real, ¿lo demás? Ella se tocó la cabeza y aún le dolía un poco, eso también era real.

Siguió pensando cuando una voz la saco de sus cavilaciones

— ¿Dónde has estado? —Pregunto la voz de una mujer, ella la miro extrañada, ¿por qué le preguntaba eso?, nuevamente insistió — ¿dónde estuviste?, y de pronto cogió algo de entre sus ropas.

— ¿Qué extraño? —Menciono— ¿una pluma?, Arusa la miro asustada, miro sus manos blancas, portadoras de una perfecta manicura, pero dentro de ellas una extraña pluma negra se posaba, Ary la tomo de inmediato, su Abbo era real, esa era una prueba de que él existía, de que todo había sucedido… si, todo había sido real.

—No es nada —replico— solo es una pluma, es de un trabajo que estuve revisando y seguro se quedó pegada a mi ropa.

— ¿Qué extraño? —Volvió a repetir la pelirroja— ¿puedo quedármela?

— ¡No! —Contesto sin parpadear— es mía, es la única que tengo y me hace falta.

—Bueno —respondió Lily— tú sabrás lo que haces con ella, pero debes tener cuidado —le advirtió— muchas enfermedades son causadas por plumas. Hay cosas que no son lo que parecen —Murmuro.

Haciendo caso omiso a lo dicho por Lily, Arusa miro a su padre

— ¿Qué haremos ahora, padre? ¿Dónde iremos hasta que todo esté resuelto?

—Ary —respondió él— iremos a la casa de tu tía, mejor dicho, irán ustedes; tu madre y yo nos quedaremos en un hotel, debemos averiguar que sucedió. Pero ustedes se irán un tiempo.

—Pero padre —rogó ella— puedo quedarme con ustedes, no me alejen de aquí.

Arusa, ya está dicho, se van ahora, no pueden quedarse, es necesario que se marchen y que lo hagan ahora. Lilith, llévatelas, ya sabes que hacer —ordeno él y sin más miramientos dio la vuelta y se marchó.

— ¿Lilith? —Se preguntó Arusa, su nombre es raro, pensó mientras sentía una especie de escalofrío interno, sabía que algo malo estaba por venir, pero no sabía qué; de pronto sintió una mano sobre su hombro, observo cuidadosamente, pero no había nadie, un susurro en su oído la tranquilizo.

—Ary, no te preocupes, yo estoy contigo, tú solo has lo que te dicen.




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