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Cooper no se había percatado de que su boca estaba entreabierta. No era su belleza lo que lo cautivaba, era la sorpresa de que ella supiera su verdadero nombre y lo hubiera dicho con discreción. Sabiendo que el hombre desangrado en el suelo podría escucharlos.
Lissa sonreía con superioridad sin apartar su mirada de sus ojos celestes.
—¿Cómo sabes mi nombre? —preguntó él en un susurro.
Su mirada expresaba temor, pero su voz era firme y gruesa. Ella negó con la cabeza.
—Yo soy el proyecto Blue Velvet. Cómo puedes ver es por el… color.
—No puede ser verdad —Cooper rió entre dientes guardando el arco en el carcaj—, tú… tú eres una niña… no pudiste haber hecho esto…
—Escucha, tengo mejores cosas que hacer que hablar con un caballito de mar —Lissa giró sobre sus talones y se acercó al hombre de nuevo.
—¿Me dijiste caballito de mar? —Cooper frunció el ceño.
Lissa levantó su mano que estaba herida y vio cómo el tejido de su piel se iba reparando. Cómo pequeñas arañas creando una telaraña alrededor de un túnel vacío. Pequeños hilos color carne le daban la misma forma a su mano, como si no hubiera ocurrido nada.
Alzó la mirada y vio su cuchillo en el suelo. Extendió su otra mano que se encontraba en buenas condiciones y antes de poder hacer otro movimiento escuchó el estirar de una cuerda.
Lissa lo vio sobre su hombro. De nuevo, Cooper sostenía el arco con una flecha en la cuerda apuntándole.
—Deja al hombre —habló Cooper con firmeza—. Ya tienes la información que querías. Lo llevaré a prisión, donde pertenece.
—¿Para que salga de nuevo? —se burló Lissa—, no, gracias. Este patán no merece ninguna segunda oportunidad.
—Si lo asesinas dispararé —Cooper tensó la cuerda un poco más.
—Sería divertido tener que pelear contra Guyana —Lissa le sonrió de lado y los movimientos de manos fueron fugaces.
Primero, Lissa había hecho que una corriente eléctrica pasara de su mano a la navaja que se encontraba en el mar de sangre. La tomó en su empuñadura a su vez que Cooper liberaba la flecha dejando que rozara el aire y antes de que ella tocara a Lissa, Blue Velvet se encogió, giró y lo vio a los ojos.
La flecha cayó en una de las cajas destrozadas.
Cooper tomó otra flecha, pero esta vez ralentizado.
—¿Esto te da placer? —habló mientras Lissa veía el movimiento de su mano—, matar a las personas.
—Matar a las personas malas. Criminales. Eso no me hace peor persona que ellos o que tú.
—Le quitas a las personas su libertad de vivir —Cooper tensó la cuerda nuevamente.
—Un toma y dame muy justo. Una vida por otra.
Lissa lanzó su cuchillo y Cooper tuvo que rodar en el suelo para poder evitarlo. Antes de que pudiera levantarse, Lissa estaba delante. Tomó su muñeca, giró y lo golpeó con su codo. Cooper dobló su brazo con el motivo de poder ahorcarla con su propio brazo.
Ahora Lissa pegaba su espalda al pecho de Guyana. Él acercó su boca a su oído.
—Ese acento no es de por aquí, ¿De dónde eres? —preguntó Cooper con cierta gracia.
—Sabía que si eras un caballito mar… —murmuró Lissa.
Lissa lo tackleó en la entrepierna, el dolor hizo que soltara el brazo de Lissa, ella aprovechó el momento y de un rodillazo golpeó su estómago provocando que cayera al suelo junto con su carcaj esparciendo las flechas por el cuello al igual que su arco.
—Lo digo en serio —habló Lissa señalándole—, quédate allí.
Lissa se alejó del cuerpo de Cooper que yacía en el suelo viéndola caminar hacia el asesino. Luis había perdido el color de su rostro. Tanta sangre derramada la había adormecido todo el cuerpo y los sentidos.
Cooper tomó una de sus flechas y la lanzó al tobillo de Lissa. Ella gruñó mientras Cooper se colocaba de pie. No quería tomar ninguna de las flechas. Reconocía que Lissa era muy rápida y no tendría tiempo de recogerlas todas, o de siquiera tomar una antes de que Lissa lo golpeara.
—Idiota —exclamó ella apartándose el arma de su anatomía.
Ella corrió contra él tratando de propinarle golpes que por mala suerte él sabía cómo esquivar. Cooper frenaba cada patada, cada puño, hasta que ella se alejó de Cooper y caminó por las cajas de manera horizontal por unos segundos. Sólo era cuestión de un salto, parecía que caminaba por las paredes, a excepción de que eran cajones de madera y logró pegarle una patada en su rostro.
Logró aturdir y fue en ese momento cuando Lissa lo golpeó en cada punto del cuerpo que conocía ser doloroso. El estómago, la cien, el cuello, el hueso de las piernas. Y a pesar de eso, él se mantenía en pie tratando de dar pelea.
—Debo decir que has dado más peleas que cualquiera con el que me haya encontrado —exclamaba ella sin parar de golpear su estómago, a pesar de que Cooper la bloqueara con su brazo.
A diferencia de Lissa, Cooper se encontraba con varios moretones en su cuerpo. Debajo de su uniforme debían de encontrarse más de veinte puntos morados o rojos por los impactos, su rostro estaba hinchado. Sudado, uno de sus ojos se entrecerró por la inflamación. Sus labios estaban cortados a causa de sus dientes al golpear su cabeza.
—¿Entonces tú fuiste la que asesinó a todos? —preguntaba él sin parar de bloquearse con sus brazos—. ¿En la calle Brook, los hombres asesinados…?
—Una pequeña parte admito —Lissa frenó en seco. Ambas manos estaban a sus costados y tenía una mirada juguetona—. Otras fueron por personas que ni siquiera conocía. Eso es lo que pasa cuando dejas vivir a los que no lo merecen.
Guyana frunció el ceño al ver lo calmada que se encontraba Lissa luego de propinar tantas golpizas.