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—Adiós, caballito de mar —Blue Velvet sonrió y lo liberó de su amarre con la intención de poder irse dejándole el cinturón.
Sin embargo, una vez que se había levantado del cuerpo de Guyana, él se levantó con una increíble agilidad, rodando por el suelo, y tomó un brazo de Blue Velvet colocándolo detrás de su espalda y acercándose a una de las máquinas de aire.
Blue Velvet colocaba su pecho en el aparato eléctrico, mientras que Guyana seguía sosteniendo su muñeca contra su espalda sin poder brindarle la libertad de moverse.
—¿Qué ocurre con ese apodo? —le susurró él en el oído—, ¿Y qué hay de tu acento?
Blue Velvet rió entre dientes. Ella tomó ventaja de que Guyana se encontrara distraído para poder colocar sus dos pies contra la pared que la acorralaba y así poder lograr una pirueta.
Camino por la estructura vertical por unos segundos haciendo que diera un giro de 160°. Una vez en el aire, Guyana la soltó y ella de un salto se encontraba detrás de él.
Ahora era Guyana quien se encontraba acorralado contra el aparato.
—Haces muchas preguntas para alguien que duerme con un espía —dijo Blue Velvet.
Guyana giró sobre sus talones y ambos comenzaron a brindarse puños, eran escasos los puños que lograban tocarse debido a que ambos sabían defenderse, incluso de las patadas.
Guyana intentaba alcanzar el cinturón y al Blue Velvet percatarse, aumentó la velocidad y dureza de sus golpes provocando que Guyana perdiera su concentración, Blue Velvet con una patada logró que cayera al suelo.
Se acercó a Guyana con pasos suaves dejando el cinturón a sus espaldas.
—Creo que el marcador es dos a cero, a mi favor.
—Sabes contar, debes ser ingeniera.
Guyana sonrío sin embargo la sonrisa de Blue Velvet desapareció en un parpadeo.
—No soy una puta niña, joder — Blue Velvet lo ayudó a levantarse sólo para poder propalar otro puñetazo en su mandíbula.
Guyana se reclinaba de otro motor para aires a su vez que el palmeada sus labios tratando de buscar cicatrices, podía saborear el óxido en su boca.
—Eso fue por creer que soy una niña —Blue Velvet se acercó a él de nuevo. Se podía reflejar el temor en la mirada de Guyana—, y esto es por intentar acostarte conmigo en medio de una fábrica.
Blue Velvet había saltado con una increíble altura logrando que sus dos botas de tacón colapsan contra el cráneo de Blue Velvet. La manera en la que ambos cayeron al suelo fue muy diferente.
Blue Velvet había caído de pie con la misma gracia y agilidad de un felino, sin embargo, Guyana cayó al suelo inconsciente. Su ojo morado había empeorado, posiblemente había más fracturas que antes y el sabor a óxido se extendía.
Blue Velvet lo escudriñó cruzándose de brazos regalándole una pequeña sonrisa.
—La próxima vez serán dos balas entre tus cejas.
—¿Dos? —preguntó Guyana con un hilo de voz.
—La segunda es por diversión.
Blue Velvet se acercó al cinturón de Guyana y lo tomó. Cogió uno de los instrumentos, al haberlo tenido por tantas horas logró estudiar todos los artilugios que contenía. Sabía que en el tercer bolsillo había una soga de un material muy grueso, era el bolsillo más grande que se hallaba en el cinto.
Tomando provecho de que estaba inconsciente logró sujetar una de sus muñecas con la cuerda, y por el otro extremo logró atarlo a una de las tuberías.
Ella admitía que prefería atar solamente una mano para poder divertirse un poco al imaginarlo tratar de desatarse.
Guyana comenzaba a abrir sus ojos con pesadez. Aunque lo intentó los párpados no lograban abrirse por completo, no lograba decidir si era por lo pesado de sus párpados o por los moretones morados que debía de tener.
Blue Velvet se apartó para poder apreciar su arte. Con el cinturón aún en mano lo lanzó hasta la orilla del edificio.
—Adiós, Guyana — Blue Velvet se alejaba caminando de espaldas—, gracias por el regalo.
Una vez en el borde, saltó hacia atrás creando una pirueta, Guyana no se encontraba lo suficientemente consciente como para poder reaccionar.
No se logró escuchar el sonido del golpe, pero sí se pudo identificar una luz azul segadora y como un rayo se alejaba de los edificios rodeándolos como obstáculos.
Guyana, con la poca fuerza que tenía, comenzó a golpear su oído con la intención de que el comunicador comenzará a trabajar de nuevo.
—¿Guyana? —Jeff se escuchaba preocupado, por el eco en la habitación sabía que se encontraba en el baño—, ¿Estás bien, Guyana?
—Si, sí, estoy bien —dijo él con pesar en su voz.
Hizo un ademán para lograr levantarse sin embargo se escuchó el tintineo del metal contra el metal y un tiro de su muñeca contra el suelo. Ahora comprendía porque sentía un fuerte apretón en su muñeca.
—¿Estás con Blue Velvet?
—Tengo noticias — Guyana bajó la mirada viendo la soga de alambre grueso—, lo bueno es que tengo mi cinturón, las malas es que están muy lejos de mí, estoy atado y ella desapareció.
—¿Cómo que desapareció? —Lebanon ahora sonaba pesado.
—Ella... Escapó.
Blue Velvet escudriñaba su nuevo artefacto, uno de los juguetes de Cooper. Una navaja cuyo filo era un láser color azul, lo reconocía por su luminosidad, era una láser clase 4.
No paraba de caminar mientras giraba la navaja en su mano escudriñando cada parte de ella, evitando que el filo tocara su piel, aun reconociendo que al cortarse en unos segundos volvería a sanar.
Blue Velvet rodeaba los árboles para no toparse contra uno de ellos. Recordaba cómo L le había dado la información de la mansión. En el bosque, la única mansión que se encontraba allí recordaba que una camioneta había salido de la fábrica por lo tanto debería de haber dejado marcas de las llantas.