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—¿Qué has hecho? —preguntó Parker a su vez que se levantaba del suelo rodeando a Lissa sólo para escudriñar la máquina caída con más detenimiento—, ¡No!
Parker se limitaba a llorar. Había trabajado tanto, tuvo planes, le había arrebatado los planes a otra persona y estuvo en proceso por más de veinte años para que una chica lograra destruirlos con solamente tocarlo. Años construyendo la casa de naipes para que una persona lo soplara sin más.
—Oye, tranquilo —Lissa se acercó a él dando unos saltos como una pequeña niña cuyo padre le había regalado un dulce—, de todos los errores se aprende —Lissa apartó la mirada—, menos cuando no se abre el paracaídas. En fin…
—¿Que… eres? —Parker se aferraba al barandal negando con la cabeza. Lissa podía ver cómo sus nudillos se tornaron blancos por la ira acumulada—, ¿Qué coño eres? Fuiste creada…
—Tú me hiciste —La sonrisa de Lissa desapareció en un parpadeo. Ahora ambos compartían la misma cantidad de cólera—. Gracias a ti perdí todo lo que amé para obligarme a amar lo que tengo ahora, nada. Por tu culpa me crearon. Digamos que soy un arma con una bala que lleva tu nombre y pienso dispararla ahora.
Lissa le lanzó un puño a Parker contra su mejilla.
De haber sido antes, ese golpe le hubiera dolido, pero se había acostumbrado tanto a golpear a las personas y que sus nudillos colisionaron contra sus dientes que el dolor se había desvanecido. Con ese golpe debía de haberle sacado una muela como mínimo.
Mientras Parker caía de nuevo al suelo, Lissa observaba su puño, hizo una mueca de «No fue para nada mal». Se acercó a él incluso antes de que lograra levantarse y esta vez le golpeó su barbilla provocando que cayera boca arriba esta vez. Una vez que logró golpearlo, ese sentimiento de satisfacción no iba a desaparecer, no quería que desapareciera.
Mientras más lo golpeaba, más sangre emergía de él y más entusiasmo sentía. Sin percatarse, en una de las tantas patadas que le había arrojado comenzó a sonreír. Una sonrisa dibujaba sus labios con cada golpeaba lanzaba, con cada moretón que aparecía en la anatomía de Parker.
Ya no distinguía el bien del mal. Asesinar a asesinos parecía un buen trato para ella. Lo contrario a sus otros amigos.
Lissa tomó vuelo sin desfigurarse ni ser un rayo, solamente en su forma humana, lo tomó del cuello y lo lanzó contra la pared creando una enorme grieta en ella. Parker cayó entre el mar de cuerpos. Era fácil de distinguirlo, de no ser por su traje blanco o sus moretones, de pensaría que era uno de ellos por estar tan inmóvil como una piedra.
Lo culpaba por todo. Por haberla convertido en un monstruo. Golpe. Por haber destruido su vida. Golpe. Por haberla hecho renunciar a lo que ella había tenido, a su familia, a su amado. Patada. Por su amado. Esta vez lo tomó de nuevo por el cuello y lo lanzó contra los peldaños.
Su cuerpo comenzó a caer golpeando cada parte de él, cada esquina golpeándolo al bajar. De nuevo con una pila de cuerpos amortiguando su caída. Al cabo de unos segundos, decidió alzar su cabeza, incluso al hacer ese movimiento sentía la ira de mil infiernos.
Vio cómo Lissa se acercaba a él volando. Con ambas manos a sus costados y electricidad rodeando sus manos. Parecían serpientes recorriendo sus brazos para luego caer en sus palmas y volver al mismo camino. Esa ira no la había visto en nadie, sin contar con que había asesinado a miles de personas por diversión.
—Aléjate… —murmuró él tratando de gatear alejándose de ella aun sabiendo que era imposible—, de… mí.
Sus ojos comenzaban a cerrarse por sí mismos, los párpados le pesaban al igual que mover cada músculo. Sentía que cada moretón comenzaba a aparecer, debajo de ese traje debían de aparecer muchas marcas moradas, necesitaba su máscara para cubrir su rostro. Esa bella había desaparecido con cada golpe que recibía.
—Todo esto es tu culpa —dijo ella y bajó de las alturas hasta caer en uno de los peldaños observando el cuerpo de Parker—, si no hubieras robado esa máquina de Theodore, nada de esto te estuviera pasando ¿Pero que puedo decirte? —Lissa se encogió de hombros y bajó un escalón—, Quizás sea bueno. Puedo aprovecharme de esto.
Lissa lo tomó por el cuello de su camiseta con una mano. Le dedicó una mirada llena de cólera, posiblemente de morir por una mirada, esa lo hubiera enviado al mismo infierno. Con su otra mano, Lissa la colocó en el rostro de Parker cubriendo sus ojos, nariz y boca. Podía escucharlo gemir por clemencia, pero nadie la tuvo cuando ella gritaba de dolor.
Lissa sonrió.
Cuando estaba a sólo unos segundos de liberar electricidad y explotar su cráneo, una lluvia de cristales cayó encima de ambos. El tragaluz se había quebrado. Ambos subieron sus miradas una vez que los cristales cayeron en el suelo o en los cuerpos, y un hombre de hombros grandes cayó encima de Lissa haciéndola liberar a Parker. El hombre cayó con gracia, sin embargo, los dos hicieron lo contrario.
Lissa parpadeó tratando de recobrar su equilibrio y compostura. Esa silueta que había caído… no puede ser él, aunque él… siempre ha sido el bueno… Lo observó de pie viéndola con escrutinio. No con ira, no con dulzura, sólo inspeccionando.