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Theodore negó con la cabeza y volvió la mirada en su niña de cabellos celestes. Esa mierda, llena de superioridad, de satisfacción que tanto intimidaba a todos sus clientes y trabajadores. Esa sonrisa que pondría en duda a cualquiera.
—De acuerdo, supongo que al final nadie es perfecto —respondió Theodore colocando una mano en su bolsillo. Lissa lo observaba con detenimiento—, di toda mi atención en ti, todo mi dinero en una chica de 19 putos años. Pero supongo que es cierto lo que dicen —en las manos de Theodore se encontraba un artefacto metálico con un botón blanco. En la parte superior había una banda infrarroja, la apuntó contra ella—, una vez que te detienes de buscar las cosas erróneas, las buenas te encontrarán.
Theodore levantó su pulgar y presionó el botón. Lissa colocó los ojos como platos al ver esa acción. Cayó al suelo de rodillas mientras sujetaba su propia garganta pretendiendo morir por escasez de aire. Liberó arcadas mientras su cuerpo comenzaba a agitarse de una manera descontrolada. Theodore liberó una risa entre dientes mientras trataba de recomponerse, reclinando su peso en la pared. Sin embargo, el dolor comenzaba a emerger de una manera más firme.
La puerta de la camioneta trasera se abrió de una manera violenta y de ella emergió Jeff con los ojos fijos en Lissa. Corrió para rescatarla, sin embargo, se detuvo en seco cuando escuchó una pequeña risa. Al comenzar comenzaba a pensar que esta risa era de Theodore, pero reconocería esa maldad en cualquier lado.
—¿En serio crees que soy estúpida? —preguntó ella aún con la cabeza baja. Alzó la mirada con los dos mechones de cabello abarcando los costados de su rostro—. Amo fingir mi muerte en serio —Lissa se levantó. Ambos caballeros se percataron que Lissa sostenía un arma—, Es como «¡Oh no, murió!» o «¡Si! ¡Al fin puedo asesinar a todo el mundo!», pero no, eso no va a pasar, hombre.
Theodore frunció el ceño y presionó el botón de nuevo, repetidas veces hasta que Jeff caminó a un paso moderado hasta llegar donde Lissa. Ella le sonrió y colocó una mano encima de sus caderas luciendo como una tasa.
—Quizás me hiciste muy perfecta —habló Lissa con una media sonrisa—. Creo que esto es lo que buscas.
Ella comenzó a rebuscar en el bolsillo que pendía en sus muslos. Además de navajas se encontraba un pequeño bolsillo, lo abrió y tomó una pequeña estaca de madera. Lo lanzó al suelo frente a su «maestro» mientras ambos observaban la expresión de asombro de Theodore.
El mafioso se mantuvo inmóvil observando la estaca y luego el control en su mano.
—¿Ves? —dijo ella con un tono burlón—, al fin de cuentas si me hiciste perfecta.
—Pero… —tartamudeó el mafioso—, se supone… hicimos esto por si acaso perdías el control. Para matarte y tu… solamente… ¿Cómo?
—Fue una operación a corazón abierto —respondió Lissa y se cruzó de brazos—. Después de haber visto tus memorias, vi como el profesor te decía lo de la estaca. Que no podía sacarla de mi por ser de madera y de electricidad. Pero igual en mi memoria implantaste incluso como operarme a mí misma de ser una emergencia. Son tan estúpidos, en serio ¡Siento que lo hicieron a propósito!
Mientras Lissa hablaba, comenzó a cargar el arma y apuntó a la cabeza de Theodore. Jeff velozmente tomó la muñeca de Lissa provocando que la bala impactara contra la pared, a unos escasos centímetros del cráneo de Theodore.
—¿Qué coño estás haciendo? —preguntó Lissa observando a Jeff con recelo—, nunca vuelvas a hacer eso cerca de mí.
—¡No debes matarlo! —Exclamó Jeff aún con la mano sosteniendo la muñeca de Lissa, evitando que ella alzara el arma—, ¡Es un criminal!
Lissa bajó la mirada y frunció el ceño.
—Exacto ¡Dah! —Lissa hizo un ademán de alzar su mano, sin embargo, la mano de Jeff se volvió más recio—. Escucha, este tipo no merece una vida. Ha asesinado a un millón de personas solamente porque quiere… y sí, yo también pero solo a los malos.
—Pero no debes asesinar a las personas, viste lo que ocurrió en el club —Jeff no apartó la mirada de Lissa. Era tan pequeña delante de él, tan cerca. Incluso cuando eran adolescentes y poseían la misma edad, ella siempre era más pequeña, sin embargo, tenía una gran voz para decir tonterías—, había un río de cadáveres. Personas asesinadas, ¿Acaso eso es divertido? ¿Dejar a mujeres viudas?
—Sí —Lissa se encogió de hombros—, es lo que más amo de mi trabajo.
—No estás escuchando —Jeff tomó aire y colocó los ojos en blanco—. Si lo asesinas no sólo acabarás con su dolor, sino que serás considerada una criminal y entiendo que ya lo eres por haber decapitado a más de dos centenares de personas, pero eso no está bien. Hombres cómo él no merece una muerte satisfactoria y rápida, merece que lo lleven a una penitenciaría, a la cárcel. Que hombres como él lancen sus mierdas en sus caras, que el cuchillo que él ha enterrado en millones sea enterrado millones de veces en su espalda.
»Eso es lo que merece. Sus mierdas —Jeff apartó la mano cuando sintió que Lissa bajó la guardia. Su mirada de ira se había desvanecido dejando en su lugar la melancolía. Se limitaba a ver a Jeff—, créeme que después de haber terminado con su vida sentirás un vacío que necesitarás llenar y ambos sabemos que nada vale la pena si no eres feliz —Lissa parpadeó—, ahora, si quieres dispararle, está bien, pero…