—Yo jamás estoy asustada —Lissa tomó un sorbo de café frunciendo el ceño.
Sin embargo, había estado muy taciturna esta tarde. Quizás por el hecho de ver como todos la trataban como un animal de circo, grabándola con los celulares, siendo un modo de atracción para el resto de las personas... Fue algo humillante.
—¿Descubriste algo más? —Jeff se cruzó de brazos sin apartar la mirada de Lissa.
—De hecho, sí —Lissa sonrió—, le he quitado una máscara a uno de los hombres de Darrin.
—La pregunta es —interrumpió Cooper—, ¿Apagaste las cámaras?
—Sí, pero logré encender una para poder quitarle la máscara.
—Es decir, viste a un tipo acercándose a ti para golpearlo, encendiste la cámara más cercana lo grabaste y la apagaste de nuevo ¿No es así?
—Ya empiezas a entenderme, caballito de mar —señaló Lissa.
—De acuerdo —Jeff se levantó de su asiento—, tenemos que volver a casa.
Lissa sabía a qué se refería con «casa». Es decir, estar encerrados en el subterráneo , ver el lugar debido a que él no iba a dejar que ella tocara alguno de los artefactos del lugar.
Cooper lo siguió y Lissa permaneció sentada observando su café medio vacío.
—Esperen, ¿No puedo comer tranquila? Ni siquiera me han traído mi pastel de carne.
—Tenemos trabajo que hacer, Lissa —dijo Jeff a su vez que le daba la espalda para dirigirse a la puerta de salida.
—¿Uno no puedo tomar un desayuno normal? —Lissa comenzó a tomar su café en grandes sorbos quemando su lengua. No le importaba, había sufrido mejores torturas que esa—. Es decir ¡Es un puto desayuno, joder!
—No somos normales, creía que ya estabas al tanto de eso.
Lissa gruñó y dejó una cantidad de efectivo encima de la mesa. Se dirigió a la puerta en grandes zancadas, Jeff la sostenía para que la menor del grupo pudiera salir. Ella refunfuñaba en murmullos con la intención de no ser escuchada, sin embargo, podía sentir como ambos habían entendido sus maldiciones. Ambos hombres se despidieron de la cajera con un asentir de la cabeza y se marcharon.
Jeff comenzó a teclear en la computadora y en el gran monito revelaban las acciones de Lissa. Cómo había lanzado a un hombre por las escaleras luego se montaba encima de las barras para colocarse detrás de uno, golpearlo, quitarle la máscara y luego empujarlo por los costados de las escalinatas cayendo en el suelo con un golpe seco. Podía escuchar cómo sus huesos se habían quebrado.
Lissa no parecía importarle mucho, observaba las imágenes con el ceño fruncido. Estaba molesta por perder la oportunidad de haber comido su pastel de carne. Se encontraba sentada encima de la mesa de operaciones, donde una vez que se encontraban Jeff y Cooper en menos de 24 horas.
—De acuerdo, hiciste un buen trabajo allí —Jeff se encogió de hombros.
—Gracias —sonrió Lissa y en un parpadeo volvió a fruncir el ceño.
La PC comenzó a registrar el rostro del hombre. Era un buen ángulo como para lograr diferenciarlo entre tantas personas.
Jay entró por la puerta con una bandeja en su mano, los ojos de Lissa destellaron del asombro y él le entregó una malteada con un oreo encima. Lissa sonrió de oreja a oreja mientras que Jay le sonrió y guiñó un ojo, dejó la bandeja vacía encima de la mesa de operaciones y se acercó a los dos hombres.
—¿Que hemos encontrado? —preguntó el hombre.
—Que Darrin tuvo amigos nuevos —respondió Cooper a un lado de Jeff.
—Yo lo hubiera hecho más rápido —respondió Lissa en un murmullo.
—Lamento que mi computadora no sea tan veloz —refunfuñó Jeff.
Aún seguía irritado por las decisiones que Lissa había tomado. No estaba bien, les había dado más razones a las personas para temer.
—Pero ¿quién es? —preguntó Cooper.
La computadora comenzó a brotar pequeñas ventanas alrededor de la imagen. Muchas con información variada. Una revelaba su nombre junto con su número de cédula, al igual que su estado civil, otra sus antecedentes penales, páginas web, redes sociales...
—Aquí dice que ese hombre murió —señaló Cooper una de las ventanas emergentes—, en 2016.
Lissa frunció el ceño, pero no dejaba de tomar su bebida a través de la pajita.
—Es imposible —murmuró Jeff—, pero como...
Lissa se levantó de un salto y se encaminó a la computadora.
Lissa tocó la computadora con suavidad. No era cuestión de hacer contacto con el CPU con solo tocar algo que involucra conexión con esta era más que suficiente. Esta vez una enorme ventana abarcó toda la pantalla, era un video y sin necesidad de que Cooper o Jeff tocaran el ratón, Lissa lo hizo reproducir.
Era una toma desde una cámara de vigilancia, en la parte superior de un farol tal vez, enfoca una plaza, la plaza Wakefield. Estaba oscuro y solo se encontraba un hombre sentado en las bancas, un hombre encapuchado. No transcurrió ni un minuto cuando otra persona se acercó, se encaminaba por la acera, una chica de estructura delgada, tan delgada que su piel parecía forrar sus huesos, su estatura era pequeña, similar a la de Lissa, sin embargo, ella cargaba un cabello rubio.