Aberrantes

Capítulo 23 - Pero no fue lo que queríamos

La puerta se abrió con el chirriar de los tornillos provocando eco alrededor del edificio. Jeff se adentró al lugar con una mirada penetrante escudriñando cada parte. El edificio estaba totalmente abandonado. En el interior lucía igual que en su exterior.

El edificio Sinclar había sido víctima de un accidente, se había incinerado al igual que unas cuantas vidas atrapadas. Algunos lograron sobrevivir, otros no. Los cadáveres habían sido descubiertos unas horas después del que el fuego fuera apagado. Uno de los cadáveres encontrados fueron los padres de Darrin.

Jeff, es decir, Lebanon caminó por los peldaños. Las botas al poseer contacto con los peldaños provocaron el chirriar de la madera. Aún era lo suficientemente fuerte como para soportar su peso, sin embargo, aún sentía el peligro a flor de piel. Lebanon continuó caminando con escrutinio apoyando sus manos en el pasamanos de acero. Sentía como la suciedad y los escombros se adherían a sus guantes.

La pintura de las paredes se encontraba desgastadas al igual que los inmobiliarios habían sido cubiertas de cenizas o se encontraban a la mitad. Le costaba identificar los diversos objetos debido a lo oscura que era la noche, sin embargo, la luz de la luna ayudaba a reflectar un poco de luz en el lugar. Cada piso era similar al interior. Las puertas abiertas, la pintura carcomida por las llamas, al igual que algunas flores, lo que quedaba, marchitas por la escasez de agua.

Lebanon logró dar en el cuarto piso, la última planta de la edificación. Llegó a la puerta de madera que solía ser color azul, contrastando con el papel tapiz. Lebanon posó una mano en el polvo dorado y no logró evitar estremecerse. Sabía que era lo que se encontraría allí. Sabía quién estaría detrás de esa puerta. Vaciló unos segundos con la intención de escuchar alguna persona en su interior.

Calculó los segundos. Los autos en la autopista le permitían escuchar las respiraciones, nada. Sólo una persona. Giró el pobo. El repiqueteo de los tornillos les hubiera dado una pista a los hombres para disparar, le desconcertó el hecho de que no se escuchara el sonido de las armas cargándose.

No, no puedes estar sólo. Nunca lo estás.

Lebanon negó con la cabeza y esta vez abrió la puerta con delicadeza. Siendo otro día, lo habría abierto de par en par y esperado a que las balas colisionaran contra su anatomía o las paredes. Lebanon dio un paso dentro de la habitación. La sala. Lucía justo como la última vez que había entrado. El olor a escombros azotó su nariz, la tierra mojada debido a las lluvias, el olor a musgo, todo. Le parecía repulsivo, pero eso no era lo que le llamó la atención, sino el único mueble. El único sofá que no había sido cubierto por las llamas.

El sofá color flamenco estaba siendo usado por alguien. No lograba distinguir de quién era puesto que estaba de espaldas a la puerta, pero lo sabía. Reconocía ese porte, el cabello castaño siendo iluminado por la luna a través de la ventana. Lo sabía. Sabía que lo encontraría allí, pero jamás desarmado o sin sus acompañantes.

Lebanon cerró la puerta detrás de él y el hombre sentado no revelaba ni un atisbo de asombro. Sólo permanecía sentado hojeando la ventana. Observando las calles, el bosque de edificios a su alrededor y la oscuridad del firmamento. El humo que se elevaba a través de la empresa que había caído esa noche. Su obra de arte. Su destrucción.

—Sabía que vendrías solo —dijo Darrin con la voz dura—, nunca vienes acompañado, siempre solo. Incluso teniendo a Cooper a tu lado.

Darrin no había cambiado mucho después de haberse dado por muerto. Esa era una incógnita que Lebanon quería descifrar. Si Darrin seguía vivo ¿Qué habían enterrado en el sarcófago?

—Sabes que voy solo cuando se trata de algo serio —Lebanon dio un paso adelante sin apartar la mirada de Darrin.

—Lo sé —asintió—, siempre haces eso y lo sigues haciendo, y lo seguirás haciendo hasta tu muerte —Darrin se colocó de pie. Lebanon se mantuvo inmóvil—. Te costó un tiempo poder saber dónde estaba.

Lebanon observaba a Darrin. De pie era igual de alto que Cooper, maldición, ambos parecían hermanos a excepción de que poseían una perspectiva diferente acerca de lo Aberrantes. Cooper comprendía que no era culpa de todos los Aberrantes mientras que Darrin estaba enfocado en eso. Esa era su total motivación.

—¿Entonces has estado sentado aquí desde que volviste a la vida? ¿Cada noche?

—Suena más como un comprobante a una pregunta, Jeff —Lebanon colocó ambas manos detrás de su espalda, giró sobre sus talones para observar a su antiguo jefe, o amigo—. Pero sí, sabes que no puedo dejar este lugar, fue donde estaban mis padres antes del incendio.

—Recuerdo ese día —Jeff asintió—. El edificio estaba en llamas y Jay y yo decidimos investigar, tú estabas allí, tratando de salvar a niños mientras que yo ayudaba a los ancianos.

—Intenté llegar al último piso, pero era demasiado tarde, tú me jalaste y dejaste que toda la estructura cayera. Me salvaste la vida, pero… yo no quería eso. Quería morir con mis padres.

—Pero te di un lugar. Una familia. Cooper, Jay, Jenni… yo. Todos nosotros.

—Pero no fue lo que queríamos, o al menos lo que yo quería —Darrin negaba con la cabeza—. Estaba deprimido por mis padres y tu único regalo de tu parte para mí fue reconstruir este lugar hasta los cimientos. Si dejaste algunos muebles, lo acepto, pero no era lo mismo. Nadie quería mudarse a este chiquero por su historial de incendio.



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En el texto hay: poderes, peleas, aberrantes

Editado: 24.09.2018

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