—¿Qué pasará cuando estas cosas salgan? —preguntó Blue Velvet.
Guyana podía escuchar en su auricular las voces de sus compañeros y algunos golpes que lograban atinar. Se apartó de las cámaras para ver la entrada de la habitación. Por alguna razón apostaba que Darrin estaría a sus espaldas, sin embargo, no había ni un alma.
—Habrá cadena perpetua para todos los Aberrantes —habló Guyana.
Salió del lugar y vio como Darrin había abierto las puertas del ascensor, estaba adentro de la jaula. Le dedicó una sonrisa llena de cinismo y se cerraron. Guyana sabía que ya era tarde para atraparlo, ni siquiera sabría por dónde buscar entre las diversas plantas que había.
—Perdí a Darrin —gruñó Guyana por su auricular.
—Que sorpresa —habló Blue Velvet con ironía.
Blue Velvet le había disparado a uno de los hombres y justamente al caer tuvo la libertad para poder escudriñar a Lebanon de un mejor ángulo. Por primera vez lo había visto de una manera tan vulnerable. Su mirada se veía cansada y sus movimientos más lentos que los anteriores, sus piernas luchaban por sostener su cuerpo al igual que su intento por mantenerse concentrado en la gran cantidad de amenazas que se hallaban en diestra y siniestra.
Por primera vez en todo este tiempo lo vio como lo que era. Estaba viejo.
Ella corrió evadiendo cada golpe, ácido, bala, lo que fuera hasta llegar donde Lebanon, el hombre se sorprendió de ver a la chica de azul a su lado. Abrazó a Lebanon con fuerza y él no comprendía qué era lo que estaba ocurriendo, sin embargo, un campo de electricidad comenzó a rodearlos a ambos, parecía que los Aberrantes se detuvieron por un segundo admirando lo que estaba ocurriendo.
El campo se fue expandiendo cada vez más electrocutando a cada cosa o ser que tocara a su paso.
Los primeros de la fila al ver que muchos de los Aberrantes comenzaban a explotar o perder su cabeza por la cantidad de electricidad que se adentraba en sus cuerpos comenzaron a correr tratando de alejarse del campo, sin embargo, eso no ayudó para nada. Jeff veía todo mientras abrazaba a Blue Velvet, ella ocultaba su rostro en el pecho de Lebanon como una niña asustada.
La mayoría de los Aberrantes habían muerto, Blue Velvet solo había expandido el campo hasta tal punto que algunos entraran a sus celdas. Ella se separó y chasqueó sus dedos haciendo que las puertas de plástico grueso se cerraron dejando a los supervivientes sin salida.
Eso no era todo.
Habían sobrevivido dos hombres. Dos aberrantes.
Un hombre de piel elástica y un gigante de piedra difícil de cortejar.
—Coño de la madre —murmuró Blue Velvet.
Lebanon comenzó a correr mientras que Blue Velvet creaba la distracción, le lanzaba pequeños rayos que emanaba de sus palmas. Esto sólo los volvía más lentos cada vez. Blue Velvet caminaba de espaldas sin apartar la vista de los hombres, se acercaba a Lebanon. Él se encontraba en la pared, hizo que su fierro pegara contra el suelo dos veces para hacer que una luz violeta apareciera en ella en forma de hacha. Sólo le bastó a Lebanon lograr cortar la pared de un rasguño con su hacha para abrir la corteza revelando las diversas tuberías.
Lebanon cortó de nuevo uno de los tubos y comenzó a desprender una gran cantidad de aire comprimido.
—¡Apártate! —advirtió Lebanon y Blue Velvet pegó un salto haciéndose a un lado.
Lebanon apuntó la manguera de gran tamaño a los Aberrantes, tanto al de piedra como al hombre elástico. Ese gas que expulsaba era nitrógeno y logró congelarlos a los dos, uno más rápido que otro. Blue Velvet se levantó del suelo observando las estructuras de hielo.
—No está mal —exclamó ella colocando una mano encima de su cadera y la otra tocando a una de las esculturas de hielo.
Lebanon observó la habitación con más detalle. Todo estaba tranquilo, no había ni una queja de oposición de parte de los Aberrantes o algún llanto, solamente silencio. Los pasillos, cada planta, todo el suelo estaba cubierto de cuerpos y la sangre en forma de charco. El olor a putrefacción se hacía más fuerte al igual que el olor a óxido. Esto no les afectaba puesto que ambos lidiaban con esto todos los días o 6 veces por semana.
—¿Qué hay de los hombres de la sala de cámaras? —preguntó Lebanon.
—Ellos están muertos desde hace muuucho tiempo —sonrió Blue Velvet colocando ambas manos en forma de asa.
Ven a Guyana entrar a la habitación con los ojos abiertos como platos. Estaba alarmado.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Lissa con aversión—, creí que te habían matado.
—Darrin... Creo que se fue por allá —señaló Guyana la puerta al final de la habitación, debía de ser el comedor.
—Quédense aquí —ordenó Lebanon entrando por esa puerta y cerrándola a sus espaldas.
—Genial, con mi persona favorita —dijo Blue Velvet con sarcasmo cruzándose brazos.
—Cariño, ya yo me odiaba antes de que estuviera de moda.
Lebanon al cerrar la puerta, no se había percatado de cuán oscura iba a ser la sala. No era el comedor, tampoco había más jaulas, pero por lo poco que los bombillos lograban alumbrar, era algo similar a una sala de máquinas, quizás donde controlaban las jaulas, el centro de control, los reportes a seguridad máxima, un cuarto de pánico. Sin embargo, había cristales, ventanas que daban a otra habitación.