Abismo

3. En el Bosque

Algo se movía en medio de aquella oscuridad; una figura más negra que la noche se deslizaba a través del extenso campo abandonado como si viese todo con perfecta claridad. Corría como si el lugar le perteneciera y parecía que conocía aquel mundo como la palma de su mano.

No le temía a lo que habitaba más allá de la oscuridad, aquel manto inquebrantable que avanzaba milímetro a milímetro y le ganaba terreno a la luz. Aquella criatura observó el borde de la negrura, se detuvo justo en el límite que separaba su territorio del intenso fulgor que gobernaba más allá del manto oscuro. Pero el ser no se preocupo en lo más mínimo; después de todo, algún día todo lo que vivía bajo el sol perecería ante sus dominios.

Se sentó a esperar a la noche, una vieja y fiel amiga suya, y cuando ningún resplandor alumbró el otro lado del abismo sonrío complacido y caminó fuera de su negrura. En el exterior los seres del día dormían y los oscuros cazaban. Pero él y los suyos tenían una presa más importante que debían capturar antes de que el sol volviera a desterrarlos.

Así que la criatura se unió a su manada y juntos cruzaron el valle y las colinas; atravesaron los ríos de agua helada y escalaron las altas montañas. Desde la cima la vieron: su presa se desplazaba por el suelo a gran velocidad. Estaba resguardada bajo una coraza de madera y metal, pero ninguna cosa en ese mundo era una barrera para la oscuridad. Así que se deslizaron por las rocas en silencio y con cautela, esperando pacientemente el momento idóneo para saltar a su cuello y quitarle la vida…
 

Vann despertó de pronto en la carroza. Era completamente de noche mientras surcaban los complicados suelos del Camino Real. El pecho le latía desenfrenadamente, tenía la respiración agitada y una expresión de terror en los ojos.

A su lado, el Oráculo estaba sentado con los brazos cruzados y las piernas estiradas. Tenía los ojos cerrados y la respiración pausada, por lo que cualquiera hubiera pensado que dormía.

-Lo sabías- le susurró con horror.

El Oráculo no se movió ni un centímetro.- Es algo que debe suceder.

-No es verdad- replicó Vann, negando con la cabeza.- Pudiste evitarlo.

-El Destino no puede evitarse, Vannesa- dijo él seriamente.- Esto es algo que debe suceder. Y yo ya lo he aceptado.

-¿Por qué nunca piensas en mí?- preguntó ella con dolor, mirándolo con infinita tristeza.

El Oráculo entreabrió los ojos y le observó por unos segundos antes de volver a cerrarlos.

-Lo siento- susurró.- Pero las cosas tienen que ser de esta manera. No podemos alterar el destino, y eso lo sabes mejor que nadie.

Vann comenzó a llorar en silencio, las lágrimas se deslizaban rápidamente por su rostro y caían al asiento de la carroza, mojando la tapicería. Justo en ese momento escucharon el relinchar de los caballos cuando Gari los detuvo en seco. Vann bajó la mirada y apretó los puños.

-Entra al bosque- dijo el Oráculo sentándose correctamente en el sillón.- Busca a Dysis y dile que eres de las tierras de la verdad. Ella sabrá qué hacer.

-El bosque- susurró Vann. Entonces alzó el rostro y le sonrío con picardía, aún con las lágrimas deslizándose por sus mejillas.- Así que yo tenía razón, todo este tiempo estuvo escondida en el bosque.

-Es una pena que te enteres de esta manera- respondió, y le devolvió la sonrisa.- Espero que puedas perdonarme algún día.

Gari lanzó maldiciones afuera de la carroza, rompió el aire con el látigo y de pronto estuvieron de nuevo avanzando, esta vez a mayor velocidad. Escucharon como las rocas de la montaña se desprendían y el sonido de las pisadas que criaturas extrañas hacían al perseguirlos.

-Me hubiera gustado que esto durara un poco más- dijo Vann, consciente de que el tiempo se les agotaba y debía prepararse para huir.

-Ya te enseñé todas las cosas importantes, lo demás debes aprenderlo por tu cuenta- puntualizó el Oráculo.- Pero recuerda esto, Vannesa: nunca, jamás, debes hablar con el dragón.

Entonces comenzó a hurgar entre sus ropajes hasta encontrar una correa de cuero que rodeaba su cintura y lo jalo. Mientras la carroza disminuía su velocidad y eran acorralados por las criaturas que Vann había visto en su sueño, el hombre se desprendió de un viejo macuto fabricado de la piel de un extraño animal. Lo sujetó con fuerza y lo observó con un peligroso sentimiento en la mirada antes de dárselo a Vann.

-Toma. Esto te ayudara a no perderte en el camino y a seguir tu destino, antes de que todo se oscurezca.

Ella lo tomó cuidadosamente, se lo colgó al hombro y lo escondió entre los pliegues de su capa.- Supongo que aquí nos despedimos.

El Oráculo sonrió de nuevo, pero en sus ojos sólo había una profunda tristeza.- Adiós, mi brillo de luna.

Antes de que Vann pudiera responder, el hombre recurrió a la magia antigua para brindarle un escudo de silencio e invisibilidad. Segundos después la puerta de la carroza fue arrancada y la oscuridad arrastró al Oráculo hacia el frío de la noche en el tiempo que dura un suspiro.



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En el texto hay: misterio, romance, lgbt

Editado: 03.08.2019

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