Abismo y caída ("On" mv Bts)

Capítulo 3

Hace meses atrás, mi alma sufría y estaba inquieta. Mi salud estaba muy quebrantada. Según los médicos, se trataba de una condición nerviosa. Mi padre se alarmó. Yo imaginaba que el reposo haría el efecto deseado, sin embargo, cada vez me sentía más intranquila. Después comprendí, que aunque estaba comprometida con Boris yo añoraba ser una fugitiva al lado de él. ¿Por qué cuando él me observaba me incomodaba y sentía que los más finos vellos de mi piel se encrespaban? ¿Era posible que me sintiera atraída por la presencia de un hombre en ropas raídas en vez de la de un duque con aroma a flores? Su primera huida fallida no lo hizo desistir. Le aseguré que urdiría una estrategia para que nadie lo sospechara. Fue así como una noche cálida de abril se alejó de los muros y enredaderas del castillo a veloz galope.

Lo esperé cerca del lago, a un lado de la fortaleza. Le llevé un caballo y provisiones para algunos días. El consejero Dunovan, uno de los hombres más cercanos a mi padre, había pactado con nosotros. Sus largos años por los pasillos, que solamente pisaba el Rey Vorgath y sus creencias sobre la necesidad de una reforma profunda en el reino, había ocasionado que sintiera afinidad por las ideas de aquel joven traído al palacio como el peor enemigo de Valtoria. El señor Dunovan fue útil para despistar al guardia de una de las puertas de emergencia de salida de la fortaleza.

—Adiós. En unos años, espero ya no sentirme como alguien hostil como lo soy para tu padre —se despidió.

—Debes cumplir tu promesa. Te alejarás por algún tiempo del reino, así mi padre no tendrá noticias de tí.

Acomodaba en los arneses del caballo las provisiones. Cuidaba de que las bolsas de cuero estuvieran bien sujetas a la piel oscura del animal.

—Jungkook...

La calma del lago de vez en cuando nos arrojaba algún vientecillo fresco que caía en la frente.

—Cumpliré la promesa, pero cuando subas al trono volveré. No puedo estar lejos de mi tierra como si fuera un desterrado —hizo una pausa—. Asegúrate de gobernar sabiamente.

Montó el poderoso animal.

—Esperaré el día en el que vuelvas. Lo esperaré con ansias —dije con tristeza.

Tomó las riendas, preparándose para el largo camino. Sintió que algo dejaba olvidado y se bajó del caballo.

—Eres valiente y una gran mujer. Resiste con fuerza —sus labios besaron mi frente húmeda por las brisas del lago—. Es un beso de fortaleza. Con él resistirás.

—Tú también resiste.

Antes de emprender más allá de las sombras añadió:

—Si después no vuelves a saber de mí, sé feliz y no cometas los mismos errores de tu padre.

Esa había sido como una última despedida para nosotros. Nunca imaginé que luego estaría en su campamento, un lugar lleno de cabañas improvisadas alrededor de un poco de leña lista para el fuego. Los vestidos elegantes, la buena comida, los paseos matutinos por el jardín pertenecían a mi pasado. En este lugar, las personas trabajaban sin descanso y se preparaban para lo inevitable: la guerra. Desde hace tiempo que había dejado de preocuparme por asuntos banales como la hora del té, baños de agua tibia, limpiar mis plantas o firmar tratados de comercio.

Algunos días, ni siquiera los baños estaban permitidos porque, además de nuestra condición de perseguidos que surtía su efecto en las poblaciones aledañas de jamás regalarnos algo de agua, si el río se secaba, este no aportaba ni lo suficiente para nuestro consumo. La comida era escasa y, a veces, teníamos que comerla desabrida o al punto de ya no ser digerible más que para los perros.

—Me duele mucho el estómago.

—Mañana iré al mercado y compraré una porción de pescado para tí.

—Es muy lejos... Además, ya no tenemos dinero.

—Debes alimentarte. Sé fuerte —. Me consolaba acariciando mi cabellera.

El frío penetraba la fibra más sensible y no me eran suficientes las pocas pieles que Jungkook dejaba de usar para que yo entrara en calor. Asimismo, detestaba que sus hombres creyeran que mis obligaciones consistían en lavar sus trastes o ropa y soportar sus vituperios por ser la única mujer del campamento.

Mientras los días corrían, yo tenía más miedo. Tenía miedo de que esto no resultara y me vea obligada a vivir como una bastarda lejos de mi familia. Mi padre debía seguir llorando mi muerte, buscando mi cuerpo con la esperanza de encontrarlo. Aunque, tres meses sin noticias mías debieron surtir su efecto: todos creerían que él acabó conmigo. Su rabia la estarían sintiendo sus esclavos, prisioneros y el pueblo a mano de sus verdugos. Estaría haciendo rituales a nuestros dioses para que ellos guíen su búsqueda pero que también acaben con su más grande enemigo. Si me encontraba con él me condenaría a vivir en la miseria y me maldeciría por la eternidad. Mi ofensa sería tomada como una traición, me exiliaría y moriría lejos de mi tierra. Él también sería aplastado por su ira, lo mataría de la peor forma. Sí, si mi elección era errada terminaría siendo la burla de todos por haber creído en sus ideas.

—Oye... ¿qué haces ahí sentada? Todos estamos preocupados y tú solamente ves la vida pasar.

—¿Qué? —balbuceé.

—¿Sabes que ya vienen…?

El hombre vestía una camisa blanca y un chaleco por encima de este. Andaba descalzo y llevaba sus botas, sujetándolas con sus dedos. De seguro, se había sumergido por lugares que son casi impenetrables por la asediosa vegetación y la terrible humedad que presentan. Llevaba una marca en el cuello, muy similar a las espinas.

—Dicen que han visto pasar caballos y hombres armados —dijo despacio y con voz grave como si alguien nos oyera.

—¿Dónde?

Hace dos meses, las aguas del Torvano, le habían ofrecido agua para su segundo bautizo: para guiarnos como un líder. Él había aceptado el encargo algo temeroso de las susceptibilidades de Jungkook.

—Allá... unas personas que viven junto al acantilado me han avisado —. Su dedo señaló en dirección al este.



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En el texto hay: amor, bts, jungkook

Editado: 13.01.2025

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