Abismo y caída ("On" mv Bts)

Capítulo 4

Entreabrí los párpados. Una mano me mecía en medio de mi sueño, me tomaba por el hombro y me sacudía. Hería mis ojos la poca luz que entraba por la puerta. Me levanté aturdida.

—Sígueme.

Abandoné la habitación nauseabunda sin demora. Sentía los miembros pesados y mi cabeza estaba adolorida. Entré en la cocina mientras se cerraba la puerta con cautela.

—Desde ayer te busqué por todo el campamento, ¿cómo fue que llegaste ahí? —dijo Taehyung.

—¿Dónde está Jungkook? —indagué preocupada.

Sus manos se perdieron entre unos manteles coloridos. Había guardado una porción de comida para mí. Un trozo de carne y patatas cocinadas asomaron en un plato de barro con figuras de flores sencillas en los bordes.

—Debes tener hambre. Es lo último de carne que queda. De aquí en adelante solo tendremos granos secos.

Comí con las manos a falta de utensilios cerca. Tantos meses fuera del castillo moldearon mi carácter y pensamiento; las etiquetas y formalidades eran excusas para almas llenas de misantropía. Cuando la tierra abrazaba la lluvia, la cocina era un lugar que cobraba vitalidad para darnosla a nuestros cansados cuerpos; en cada rincón se pincelaban frutas y legumbres apetitosas, más cuando la mano de la sequía desnutría raíces, era un verdadero sufrimiento reservar la comida para varias veces al día, por lo que, a veces éramos felices disfrutando una porción diaria.

—Hay malas noticias —dijo con la mirada puesta en el piso.

Me detuve. Inmovilicé la mano que estaba a punto de llevar la mitad de una patata a mi boca.

—Nos atacarán por ambos lados —continuó—. También lo harán por el sur. Vendrán aquí.

—¿Cómo? ¿Quién te dijo eso?

—Están llegando por la llanura helada que está a unas leguas del castillo y pronto estarán aquí. No hay suficientes hombres, Jungkook se los llevó con él. Además, necesitamos algo de municiones, casi todo está con los que se fueron.

Me acercó agua en un plato de barro menos hondo.

—Alguien debe avisarle de inmediato.

—Solo sabe de esto Rasumikhine. No quiero alertarlos, se pondrán más tensos.

Bebí con desesperación. Medité un momento.

—Tiene que saberlo… Debo decírselo.

—¡No!... —dijo Taehyung agrandando los ojos y conteniendo sus manos que se abrieron al instante—. Tienes que quedarte aquí, con los demás.

—Tienes que quedarte aquí y esperar órdenes. Me alistaré.

Se interpuso en la puerta. Su reacción fue tan rápida que unos trastes se fueron al piso porque su espalda los rozó.

—No. Él me encargó que te cuide. No puedo dejarte ir. Corres peligro.

—Toda la vida me he entrenado para la guerra porque mi padre ha acumulado varios enemigos. Jungkook me enseñó muchas cosas. Seré cuidadosa.

Me ayudó a preparar un caballo. Escondió comida fresca en unas telas y me las dio envueltas en la simetría perfecta de tres cuadrados. De esta forma, también les llevaría algo de comida para ellos, pues no sabían cuánto tiempo duraría el combate.

—¿Debo avisar más novedades?

—Ninguna. Que Dios te proteja.

Me interné en la espesura de aquellos árboles dorados por el sol matutino, de grandes copas y troncos inmensos que reposaban a la vera del Torvano. Enseguida, me hallé en medio de un valle eterno de vegetación enana y cactus de varios metros. Atravesé la planicie amarillenta y espoleé el caballo para que suba con fuerza la ladera. Taehyung me había indicado que detrás de la gran ladera del Caligo, ellos esperaban camuflados entre la vegetación.

Espoleé con más fuerza las ancas del animal. Este resoplaba por sus narices mientras sus patas anhelaban poder adherirse a esa superficie arenosa y caliente, resbalando en el intento. Me sofoqué al soltar varias veces el látigo sobre sus caderas. No había forma. Ellos debieron rodear el valle para evitarse estas complicaciones, pero eso me tomaría un día y no había tiempo. En medio de estas conjeturas, me alenté a seguir en la empresa.

Con mi látigo y espuela conseguí que el pobre animal, que coceaba, adelantara unos cuantos metros, más que las veces anteriores, y me pareció que esta vez lograría con éxito subir la arenosa montaña. Cada paso que daba dejaba caer en sucesión terrones de arena con pajonales que llegaban al pie del valle. Faltaba poco para topar la cima. En uno de los esfuerzos de la bestia por seguir mi objetivo, sus patas delanteras se torcieron al esquivar una piedra que obstaculizaba la ardua tarea. Empecé a perder el equilibrio y mis pensamientos más íntimos desearon hacerme desistir de aquello al visualizarme arrastrada por el peso del animal en la ladera. En efecto, la bestia resbalaba y su ahínco de estar en la cima la hundía más. Antes de que el alazán sucumbiera, me sujeté a uno de los cactus cómplices de aquel espectáculo de supervivencia.

El dolor de sus espinas no me taladraba por el contrario fue un alivio cuando escuché el estrepitoso golpe del animal contra el pie de la ladera. Columnas de arena se levantaron al mismo tiempo y cubrieron, en parte, el lomo de la bestia. Abracé con más fuerza el cactus que me ofrecía sus hijos puntiagudos para sostenerme. En unos minutos estuve en la cima con las manos ensangrentadas y con algunas espinas colgando del pantalón y la camisa que vestía.

La sensación de estar ahí fue distinta. Vi matorrales por doquier y en el horizonte más árboles. También habían más cactus y hierba seca.

Caminé largo trecho y descansé al pie de unos raquíticos árboles. Más allá distinguí una franja verdosa en medio del oceáno amarillo. Corrí y alcé mis manos, acercándome a esa vegetación no tan resquebrajada por las altas temperaturas.

—¡Traigo noticias! —gritaba.

Mientras más agitaba los brazos tenía la sensación de que mi voz solo era escuchada por el viento y el sol que acompañaban el paisaje.

—¡Traigo noticias!

Respiré un momento. Tomé bocanadas de aire con las manos en las rodillas.

Escuché mi nombre.



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En el texto hay: amor, bts, jungkook

Editado: 11.04.2025

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