Hambre tuvo que quedarse pastoreando a las ovejas, mientras Abrahel y Maximiliano mantenían coitos ininterrumpidos, la reina los súcubos se mostró tal y como era una mujer de gran sensualidad, una demonio de mujer lujuriosa e insaciable.
-¡Maldigo al Señor Todopoderoso, bendigo a las huestes infernales, salve toda la corte infernal! Exclama ardiente Maximiliano el lujurioso
-¡Muy bien Maximiliano! Vas muy bien...
-Nunca pensé encontrar tanta felicidad a tu lado querida mía...
-Pero la felicidad es efímera, tienes que hacer algo para conservarla querido mío...
-¿A qué te refieres Reina mía? Pregunta interrogativo el pastor
-La vida se trata de sacrificios amado mío, ¿qué estás dispuesto a dar a cambio? Se expresa la súcubo
-Lo que quieras mi reina...
-¿Hasta tu alma?
Maximiliano no sabe que responder, pierde toda noción del momento y se lastimado en su ego y santidad perdida ante tal humillación, a su parecer, pero temer perder a tan bella dama, su servidora y amiga.