Abrázame fuerte (jason Todd x Oc)

Ecos de una promesa

La noche había caído sobre la mansión Wayne. Max descansaba en una habitación elegante y perfectamente ordenada en uno de los extremos de la casa, mientras Jason vagaba inquieto por la suya, intacta desde el día en que murió siendo Robin. A pesar de volver a habitarla, sentía un vacío helado. El insomnio lo acosaba, alimentado por la ansiedad y la certeza de que, tarde o temprano, la muerte volvería a alcanzarlo. Siempre había enfrentado el peligro de frente, jamás había huido. Pero ahora, con una recompensa sobre su cabeza, todos parecían quererlo muerto. Y en su mente solo resonaba un destino inevitable: morir...

Unos golpecitos suaves contra la ventana lo arrancaron de sus pensamientos oscuros. Por un instante creyó que venían otra vez por él, pero al girar la cabeza descubrió que no era un asesino. Sino la presencia que siempre terminaba buscándolo, la única capaz de devolverle un poco de calma.

—¿Qué demonios haces aquí? —preguntó Jason con una media sonrisa, aliviado por el contraste entre la paranoia y la realidad. Se levantó de la cama y abrió la ventana, dejando entrar al pecoso—. Podrías haber tocado la puerta en lugar de trepar.

—¿Y arriesgarme a media hora de sermón de Bruce por querer dormir contigo? No, gracias —replicó Max con descaro, sonriendo de oreja a oreja antes de lanzarse a los brazos del más grande.

Jason soltó una carcajada breve y lo abrazó con firmeza, dejándose caer de nuevo en la cama con Max acomodado a su lado.

—Seguro es más fácil que escuchar otro de sus peleas de odio mutuo entre ustedes —bromeó—. ¿No podías dormir?

Max negó con la cabeza, escondiéndola en el cuello de Jason mientras este le acariciaba la espalda con calma.

—El insomnio me mata si no estoy contigo. Dormir a tu lado es lo único que me deja descansar, lo demás es solo agonizar despierto.

Jason resopló divertido, despeinandolo con suavidad.

—Eres un maldito mimado cuando se trata de abrazos.

El más pequeño sonrió contra su piel.

—Sabes, JayBird. A veces pienso que podríamos olvidarnos de todo. Fingir que lo de las explosiones fueron coincidencias, que lo tuyo fue solo un mal susto. Y simplemente vivir para nosotros. Sin villanos, sin rencores, simplemente tú y...

Jason lo detuvo, apoyando su mano en los labios de Max.

—Max, basta. —Su voz sonó cansada, casi quebrada—. No sigas con eso. No pienses en algo más que amistad, ni siquiera sé lo que quiero ahora. Solo necesito pensar. Descansar.

—Está bien. Pasaste por demasiado anoche. —Max susurró con ternura antes de acercarse más y besarle la frente, sujetándole las mejillas con delicadeza y cariño—. Duerme tranquilo, JayBird. Yo estaré aquí cuando cierres los ojos. Y cuando los abras.

Jason lo miró con una mezcla de fatiga y alivio. Dejó que su mano se perdiera entre el cabello de su acompañante nocturno, regalándole una caricia lenta y serena.

—Gracias. Estoy agotado, la verdad. —Su voz bajó hasta hacerse casi un suspiro—. Oye. ¿Recuerdas lo que hablamos del Joker y de Slade, hace años?

—¿A qué te refieres exactamente? —preguntó Max, sorprendido, mientras sus dedos seguían recorriendo distraídamente los músculos de la espalda de Jason sin darse cuenta de la inquietud.

—A la promesa. —Jason tomó aire, como si soltarlo aliviara un peso invisible—. Tú juraste no lanzarte contra el Joker por lo que me hizo, y yo te prometí no ir tras Slade por lo que te hizo a ti. Ese pacto nos mantiene a raya, lejos de cualquier arrebato impulsivo. ¿Entiendes? Quiero que recuerdes que no debes acercarte al Joker. Lo hiciste por mí una vez, no lo olvides.

Max resopló, apartando la mirada. Fingió indiferencia. Alcanzó a notar que estaba escondiendo algo por su preocupación repentina. No quiso presionarlo; aun así, la sospecha le quedó marcada.

—Sí, sí. Recuerdos del pasado —contestó el pecoso, forzando una sonrisa.

—Solo no lo olvides, Birdie—repitió Jason, serio.

El albino resopló, fingiendo indiferencia al apartar la mirada. Finalmente se acomodó sobre él y asintió en un acuerdo pacífico, aunque alcanzó a percibir la sombra de algo no dicho en Jason. Eligió callar. La sospecha, sin embargo, se le aferró como una espina silenciosa, mientras ambos buscaban el alivio efímero del abrazo compartido. Max cerró los ojos, dejando que el sueño lo envolviera, y Jason hizo lo mismo, aferrándose a él como si esa calidez fuese lo único capaz de ahuyentar sus pesadillas.




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