La habitación estaba a oscuras, después de las diez de la noche era reglamentario estar acostada, Mimi no encontraba muy agradable dicha imposición, pero su cuerpo caía fundido cinco minutos después de que mamá y papá la arroparan y se despidieran con un beso y unas buenas noches. A la media noche todos estaban durmiendo, reposando relajada y pesadamente en las mieles de lo onírico, la pequeña de la casa, a sus ocho años, tenia sueños normales para una niña de sus edad, esta noche en concreto se encontraba saltando en un trampolín gigantesco, cada vez que era impulsada hacia arriba salia despedida a lo que a Mimi le parecían distancias inmensas, tocaba las nubes y luego caía para repetirlo de nuevo; lo divertido era que no solo ella estaba disfrutando de la atracción, Trobo el payaso saltarín y Lucas su payaso ayudante la acompañaban en dicha aventura.
- Arriba y Arriba! salta la comitiva. - Decía Trobo con voz chillona cuando se elevaban hasta las nubes.
- Abajo y Abajo! Cayó el renacuajo. - Decía Lucas con voz profunda cuando descendían hasta el trampolín.
Mimi gritaba de la emoción y su felicidad hacia cambiar a las nubes de color. En dicho mundo perfecto nadie la enviaba a dormir, podría saltar un millón de veces mas, amaba a papá y mamá, pero amaba también jugar y divertirse.
- Quisiera saltar para siempre!!! - Gritó Mimi extasiada mientras atravesaba una nube de algodón de azúcar y los tres reían.
- Puedes hacerlo Mimi!! - Gritó Lucas a su lado.
- Solo tienes que abrir la puerta.
TOK TOK TOK
Mimi se vio desconectada de su fantasía perfecta de un sopetón y quedó sentada en su cama sin siquiera darse cuenta. Un golpeteo en la puerta o lo había imaginado?, se percató y vio la puerta de la habitación y por debajo no se filtraba ninguna luz, permaneció sentada unos segundos mas y al no entra su madre o padre volvió a acostarse en su cama.
TOK TOK TOK
El sonido retumbó en la habitación y de nuevo Mimi se incorporo, esta vez consciente y con el corazón casi saliendole del cuerpo, se quedó observando la puerta de nuevo pero no se veía movimiento en ningún lado. Temerosamente se quitó las sabanas de encima y bajó de la cama, antes de dirigirse al lugar del supuesto sonido extraño, levantó del suelo el peluche del payaso Lucas, si también Trobo hubiera estado cerca los abrazaría a ambos, pero estaba muy lejos en la pila de peluches en la otra esquina del cuarto. Valientemente y con Lucas entre sus brazos, se acerco lentamente a la puerta, posó su mano sobre el pomo para abrirlo y ver si había alguien del otro lado.
TOK TOK TOK
El sobresalto fue tal que del susto cayó sentada, se quedó atónita por el hecho de que el sonido no venia de la puerta principal de la habitación, ya que estaba daba al corredor; sino que venia de la puerta del armario, el armario donde guardaba sus uniformes de estudio, de natación, de futbol y demás actividades, sus juegos y sus zapatos, como podía alguien estar ahí?.
Sentada en el suelo con el peluche casi que estrangulado, se arrastró gateando hasta la puerta, sintió tentación de abrirla pero se detuvo y se quedó mirándola. Un par de años mas atrás, su papá se había quedado con ella una noche en que había tenido una pesadilla, su padre le había dicho que no debía preocuparse, que los monstruos no existían, que el pulpo gigante que había visto en la tv no estaba bajo su cama, que era solo una invención de a televisión para asustar a la gente y hacerlos entretener, pero que eran solo eso, inventos de la televisión. Podía que su papá tuviera razón y los monstruos no estuvieran en su cama, ambos habían revisado, pero, y si solo era una mentira y vivían en el armario?.
Indecisa si abrir la puerta o no, decidió encarar al mal, a aquello en su armario que tocaba con insistencia.
- Hola? Quien está ahí - profirió la niña.
- Hola Mimi, te estamos esperando, no quieres venir? - respondió una voz pesada y gruesa tras la puerta.
- Quien eres? - inquirió la infante desafiante. - Si no te vas ya, mi papá vendrá y te echara fuera! - Gritó.
- podemos jugar aquí, porque no abres la puerta?
- No!, fuera monstruos, dejame en paz! - sentenció Mimi, con esperanza de que el monstruo decidiera irse.
Pasaron unos eternos segundos después que Mimi pronunciara el ultimátum, por un instante llegó a creer que ya no le molestaría, que se había marchado, pero la voz volvió a hablar.
- Esta bien, tu no me quieres aquí, así que me voy a otro lado, puedes abrir para que me vaya? - esta vez la voz sonaba diferente, era igual de pesada y grave que antes pero su tono era triste y abatido, ella había ganado.
Lo dudó por un momento, ya se había enfrentado a la mentira, otra niña en la clase le había pedido prestado su color verde brillante, el que tanto le gustaba para dibujar ranas en su cuaderno, ella se lo había prestado pero cuando se lo regresó estaba roto en dos, después de ir llorando a la maestra esta simplemente le dijo que era muy triste, pero que seguro había sido un accidente. ella sabia que no era así, cuando regresó a su puesto, la otra niña se reía y le sacaba la lengua burlándose de ella. El monstruo seguro saldría, le sacaría la lengua y se la comería después.
Pero, y si el monstruo había llegado ahí, como la había hecho?, seguro había entrado por la ventana, o por la puerta de la habitación, si quería irse como lo haría?, no tendría otra manera de salir que por donde entró, tenía
que abrirle la puerta, como podía saber si el monstruo no mentía y saldría a comérsela o si de verdad se iría por donde vino?.
- Señor monstruo, necesito que me digas si saldrás y te ira o si saldrás y me comerás.
- Bueno, Yo solo quiero irme, ya no me tienes miedo o si?
- No, ya no tengo miedo.
- Entonces ya no tienes buen sabor, los niños miedosos saben bien, los niños valientes no.
Parecía que el monstruo le decía la verdad, para que se comería a un niño que sabe mal?, ella ya no tenía miedo, entonces no tenía que temer.