Capítulo 1
-¡Sois un asco! ¡Todos ustedes bastardos los ha cagado una vaca!-Gritó con furia aventando su teléfono a un lugar del sofá. La indignación era de proporciones universales, abandonar un anciano era el peor delito que podía pasarse por la mente de Antonia Sharick De Heel Árbues. El celular volvió a sonar, se masajeó el entrecejo con sus dedos antes de caminar nuevamente hacia él y confirmar que no era el mismo solicitante de la llamada anterior, no lo fue y por ello si tuvo ganas de contestar.
-De Heel Árbues-
-¿Querida?
-Papá
-Supe lo de tu abuela Mercedes. ¿Hay algo en lo que te pueda ayudar?
-Sólo estoy un poco indignada-se sentó porque sentía sus piernas desfallecer -Me he peleado con mis tíos por teléfono hace unos segundos - Prendió un cigarrillo que aguardaba en la mesita del living.
-Ya veo-El hombre emitió un largo suspiro que le dió a Antonia unos segundos para exhalar su humo al tiempo-¿Llevarás a la abuela a Nueva York?-
-No, no podría cuidarla, Arbúes-IN consume mucho de mi tiempo y además...-
-¿Que pasa, hija?
-La abuela quiere morir en su ciudad, a la orilla del mar, tranquila. Nueva York es demasiado agitado, el ambiente no es el mismo que en su hogar verdadero- Tomó su lapton que descansaba en la misma mesa que el cigarrillo extinto ya.
-Entiendo que quieras concederle ese deseo, pero ¿no piensas que irte a España de nuevo seria?... ¿No sé?, como que no te la pasaste bien allá con ciertas personas-Y el viejo De Heel tenía razón, la adolescencia de Antonia había quedado marcada por todas las situaciones que había pasado en su ciudad natal, el pasado yacía en su continente y volver podria abrir heridas antiguas.
- Padre, ya no soy una niña, y mucho menos esa niña... Han pasado diez años-Contestó iniciando el usuario de su mac.
-Sabes que siempre te apoyaré, avísame si surge algo. Te quiero-
-Saludame a Liliana y dile a Max que lamento no ir para su cumpleaños, le enviaré algo-Colgó en cuanto su padre le devolvió el adiós y al entrar al navegador inició su proceso de compra. Su nueva secretaria no tenía claros aun los conceptos de comprar tiquetes en clase ejecutiva, cerca a la ventanilla, servicios completos incluidos y segundo asiento en la fila izquierda si era hacia europa y en la derecha si era para america del sur. En el centro si era para Asia y para Australia sin duda con una parada en Argentina. No, esos pequeños caprichos y manías sólo los sabía Sarah, su anterior secretaria, que por cuestiones de ilegalidad habia sido deportada pero cada dia y noche Antonia buscaba que regresara, pues como ella y su eficiencia no habia nadie, tenia cincuenta años y le recordaba sin duda a su fallecida madre, quiza eso era lo que la hacia tan especial.
Un tiquete sin retorno New York-Madrid, Madrid-Valencia, clase ejecutiva, equipaje triple extra, servicios completos. Dia: 14 de Julio. Exactamente en 4 dias. Sólo cuatro dias tenía para poner en orden Árbues-IN, dejar las cuentas claras con sus administradores, terminar los contratos de nuevos desarrolladores encargados de la nueva actualizacion, visitar recursos humanos para firmar algunos papeles, tener un par de reuniones con socios asiaticos que buscaban mejorar las redes, ir de aqui a allá, reclamar una que otra cuota de inversionistas locales, despedirse de Fanny, su mejor amiga, dejar a su chofer, Arlo, el dinero de las facturas del mes del penthouse, y lo principal, encargarse de que su sucesor, que era joven pero muy inteligente, se encargase de la direccion de la empresa mientras estuviese en España. Confiaba en el chico, lo había criado prácticamente ella, era hijo de una prima que nunca quizo hacerse cargo, vivió en un terrible vecindario cuando Antonia les visitó y denunció por las precarias condiciones en las que tenían al muchacho, luego de que obviamente su conjunto de abogados ganase la demanda, la custodia de Eddie pasó a Antonia, que entonces tenía veinti un años, joven pero con una considerable fortuna que le garantizó la custodia del niño. Eddie ahora tenia veinti dos, recien graduado como Bussines-Men de Harvard, y profunda y enteramente agradecido con su tía-prima. Por supuesto, Antonia no lo cuidaba, sólo pagaba la buena escuela, una buena secundaria, luego la mejor preparatoria, todo medido para que no se mal acostumbrase, le enseñaba todas las cosas buenas que la vida en su juventud le dejó, y las malas, esas prefería guardarlas en un lugar oscuro y frio, encerrado para botar las llaves.
Salió por el ascensor dentro de su penthouse, con prisa, cuando estuvo en el primer piso saludó a la recepcionista con la mano, y su chofer le esperaba, Arlo sabía que no le gustaba que abriera su puerta, que le gustaba ir adelante porque el aire acondicionado le daba en la cara, que no le gustaba hablar cuando iban dentro del auto porque le mareaba, sabía que su jefa debia mirar un punto fijo para no expulsar lo que comía antes de subirse al merecedes benz.
-Arlo, ¿sabes si ya Eddie llegó a la empresa?-Preguntó mirando el trafico que extrañamente estaba libre.
-Señorita, Eddie llegó desde las siete-
-Vaya muchacho... Arlo, me iré de viaje indefinidamente y necesito que...
-¿¡Indefinidamente!?-Frenó en seco causando que el auto patinara un poco sobre la calle mojada por la ligera y extraña lluvia que habia caido en pleno verano.