Absurdamente verdad

Capítulo 8

-Yo solo quería que ustedes se llevaran mejor para que podamos estar más tiempo juntas.-Balbuceaba Sandra como si tuviera cinco años, mientras jugueteaba con sus dedos de forma "inocente". Estaba segura que de eso no tenía un pelo.-¿Acaso es un crimen que quiera que se lleven bien?

No. Pero debería de serlo. No me gustaba para nada la idea de que Carlos haya venido a verme porque se sintió obligado a hacerlo. Odiaba la idea de que ella tenga que "intervenir" para que nos "llevemos bien".

Sabía cuando me llamó para juntarnos que se iba a avecinar una pelea, así que decidimos encontrarnos en el parque que quedaba en la periféria de la ciudad, a solo unos pares de kilómetros de distancia del gran bosque.

Nos habíamos ido a uno de los lugares más apartados, para poder hablar tranquilas, al parecer Carlos le había dicho a Sandra que no me había tomado muy bien el hecho de que él haya sido enviado por ella, aunque jamás le especificó de qué manera reaccioné.

Pero no tendría que estar enojada con ella como lo estaba en esos momentos. Tal vez ella piense que estaba exagerando todo a un nivel superior. Prefería que pensara que había enloquecido con tal de que no vea la verdad, aunque ella no se aleja mucho de la locura, y es que para que me llegara a gustar Carlos, no tenía que estar en mis cabales.

-¿Sabes la vergüenza que pasé?-Seguía repitiendo, porque en realidad no tenía argumentos para discutir con ella, ni tampoco quería hacerlo. Solo quería que me dejara en paz y tener un poco de tiempo para respirar.

-No es para tanto.-Habló ahora con un tono más de enojo, lo que hizo que me enojara más, porque ella no tenía la razón y tampoco debería ser la que se enojaba. 

Rodeé los ojos cuando la vi fruncir el ceño.

-¿Qué?-Escupí cuando vi que ella no iba a dejar de observarme con aquella expresión que solo hacía que se encendiera mi lado malo.

-Sos una exagerada, no es para tanto, no entiendo que te puede molestar, ni por qué pasarías vergüenza porque no es ni tu amigo ni tu novio.-Escupió como si tratara de cavar en mi cabeza. 

Y había dado en el blanco, pero obviamente que no iba a aceptarlo. Ni tampoco ceder.

-No puedo creer que hagas esto. Ni tampoco quiero ser siquiera su conocida, sabes lo mucho que lo detesto.-Dije con toda la repulsión que pude reunir.-No necesito más amigos, solo quiero a mi amiga de vuelta.-Intenté cambiar la dirección de la discusión para un lugar donde ella no podría discrepar.

-No seas dramática que no te la creo.-Se puso de pie haciendo que césped cayera de su pantalón como si fueran copos de nieve frente a mi. Se sacudió intentando sacarse todos.-Estás así desde que empecé a tener algo con Carlos, y si no fueras vos, estaría segura que estas celosa.-Se alejó sin despedirse, y dejándome con las palabras en la boca.

Sin pensarlo, corrí hacia ella y la tomé del codo, haciéndola parar. Cuando la solté se volteó a verme.

-No es así, Sandra, ¿cómo siquiera podés pensar algo así?-Dije tratando de mostrarme herida, y sí que lo estaba. Me dolía que ella sospechara de mi.

-Celeste, quiero pensar que no es así, pero tus actitudes demuestran otra cosa.-Habló, y se fue.

Quería replicarle y hacerle saber como fuera posible que no estaba interesada en Carlos. Incluso si eso se tratara de una enorme mentira, me llevaría eso hasta la tumba con tal de preservar la amistad que tenemos y mis códigos.

Me tumbé completamente en el césped, y me concentré en las nubes.

Siempre fui una persona con muy poca creatividad, incluso si lo intentaba, no podía dejar de tener una mente plana, y odiaba eso de mi. Sentía que siempre encontraba la manera de pensar con la cabeza de los demás, aunque tratara de demostrar lo contrario.

Me sentía hueca.

Aquellas nubes blancas, ante mis ojos solo se trataban de manchas en el cielo blanco, esperando que alguien venga y me diga que se parece a un perro, conejo o lo que sea; y solo así poder ser capaz de ver esa forma.

Tal vez no había encontrado mi verdadera identidad, y tal vez me empeñaba en afirmarme a mi misma que me gustaba Carlos y que debía superarlo, aunque una parte de mi no quería hacerlo.

Tal vez veía su atractivo solo porque Sandra lo veía.

Sí... no sé... tal vez.

Solo sabía que aunque ese fuera el caso, los sentimientos que, falsos o no, se desarrollaban en mi persistían, y me golpeaban el cerebro cada diez minutos, como si fuera una alarma.

 



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En el texto hay: diario, relatos de la vida

Editado: 14.04.2019

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