El canto de los pájaros y los rayos del sol descansando en mi rostro. Las mantas calientitas y ruido de pasos apurados afuera de la habitación.
1,2,3. Un toque en la puerta anunciando que era hora de levantarse. Los días siempre comienzan igual. Mis días siempre comienzan igual. La vida a veces suele tomar una forma redonda, volviéndose un ciclo. Nunca me ha gustado caminar en círculos. Supongo que comienzas a odiar algo cuando te acostumbras a ese algo.
– Señorita, ha llegado el momento de levantarse. El atuendo que usará hoy ya está planchado. La tina está preparada con agua caliente, el día de hoy Rosse le ayudará con el baño. La esperamos en quince minutos para su desayuno.
– Gracias, Mary. Qué amable eres – es lo que consigo murmurar. Aunque en realidad me gustaría decir que sería bastante agradable dormir cinco minutos más. Cinco horas, puede que incluso cinco días.
Pese a lo que me gustaría, consigo levantarme, me pongo la bata y me dirijo al baño. Tal como dijo Mary, Rosse me está esperando a un lado de la bañera. Cuando me ve, no tarda en preguntarme que esencia deseo que le ponga al agua. Respondo que me gustaría el de rosas, aunque en realidad es el que llevo eligiendo mis diecinueve años de vida.
El baño es bastante tranquilo y relajante. Puedo decir que me ayudó a despejar un poco la cabeza y ha conseguido despertarme. Es mi parte favorita del día. Porque ahí, con el cuerpo siendo cubierto en litros de líquido, puedo sentir que no hay preocupaciones que enfrentar. Vivir en un ambiente tranquilo por unos minutos, sentirme en paz. Pero todo buen momento tiene que llegar a un final, y el momento del baño no es la excepción.
Me pongo de pie y Rosse me pasa la toalla que momentos antes estaba sosteniendo. Consigo secarme rápidamente antes de ponerme la ropa interior. En el cuarto, Rosse me ayuda a vestirme. El vestido de hoy es de color morado claro y el corset aprieta todavía más que el día anterior. Mientras Rosse termina de apretarlo, rezo para que algún día pueda librarme de él.
Cuando estoy en el comedor, solo puedo ver a Megan. A quien saludo con un beso en su coronilla.
– Buenos días, hermana. ¿Qué tal has dormido? – le pregunto mientras tomo asiento a un lado de ella.
– Mi noche ha sido bastante agradable. ¿Qué tal la tuya, El?
– Increíble – respondo. Veo como Meg curva delicadamente su labio, sonriendo. Ella sabe cuánto me hubiera agradado la idea de dormir un poco más.
En pocos minutos, tengo la comida frente a mí y comienzo a probar bocado. De reojo, veo como Meg trata de mantener la postura para no recibir regaño de parte de Mary. En el desayuno, ya es costumbre que Megan no se preocupe ni un poco de estar comiendo de manera correcta. Mary siempre la corrige.
– Como podrán deducir, sus padres han tenido que ir a Hiphton. Regresarán al anochecer.
– ¿Han ido a Hiphton? ¿A qué se debe? – pregunto.
– El rey Keran ha empeorado. Sus padres han ido a verlo, a preguntar en qué pueden apoyar.
– ¿El rey Keran? Mary, ¿sabes si William vendrá el día de hoy? Como su padre está enfermo, puede que ya no pueda venir y tenga responsabilidades allá.
– Sus padres me dijeron que el príncipe William si vendrá para su sesión de estudio con usted, princesa Elaine – contesta Mary, inclinando la cabeza.
– Pobre Will, debe de estar devastado – dice Meg en voz baja, asiento estando de acuerdo con ella.
– Pero no hay forma de decirle que no es necesario que venga. Ya debe de estar en camino – le digo a mi hermana.
– Al menos podremos darle apoyo moral – se encoge de hombros.
El desayuno continuo, pero se ha apoderado un ambiente tenso a nuestro alrededor. Desde que tengo memoria el rey Keran ha sido un gran amigo de mis padres. Mi padre lo considera un hermano, pues vivieron muchos años juntos. Siempre ha sido amable y atento, aunque no suele conversar mucho. Cuando éramos niños, Will decía que eso era lo que más le desagradaba de su padre, que no solía conversar con él. Así que, cada nos veíamos, Will me contaba las mejores anécdotas que le sucedían en su vida en Hiphton.
Pero hace unos meses, la familia real dejó de venir a nuestras tierras. Mis padres mandaron cartas que no eran respondidas y William dejó de asistir a nuestras sesiones semanales. No fue hasta que se presentó Barth, quien es el guardián del rey, que nos dijo que el rey Keran estaba muy mal de salud, y que se temía que falleciera.
Creíamos que el rey Keran estaba mejorando, puesto que ya había salido de su habitación, he incluso vino a nuestra región. Pero lamentablemente ha vuelto a recaer, basándome en lo que nos comentó Mary en el desayuno. Y por la expresión que veo en William ahorita, me temo a que es verdad.
– Princesa Elaine – murmura Will antes de inclinarse en una reverencia. Comienzo a negar con la cabeza porque, ¿por qué se está preocupando con las formalidades? Lo conozco desde que nacimos, y aun así continuamos inclinándonos hacia el otro cuando alguien ve. A veces odio tanto las tradiciones.
– Príncipe William…
William niega y alza la mano, sé que no es fácil para él estar oyendo disculpas de otras personas. Al final de cuentas, su padre está en la delgada línea entre el estar y el no estar.