Sólo la fantasía permanece siempre joven; lo que no ha ocurrido jamás no envejece nunca.
Friedrich Schiller
Con una vista de una forma artística; nuestro universo aparenta ser un colosal espacio hermoso y agradable, una bella e interminable pintura de la que numerosos seres son capaces de disfrutar observando; y aunque pase una eternidad, este es un tiempo que jamas le permitirá a nadie apreciar todas sus incontables maravillas. Un abismo sombrío e insondable que hace alusión a la belleza de la existencia misma. Pero en realidad; es un lugar inenarrablemente aterrador, asesino, lleno de caos, muerte, destrucción sin límites y la sangre volátil de lo que repentinamente deja de ser. Ningún rincón de este se escapa del cruel haz de la devastación. No solo por los demenciales astros y cuerpos celestes, sino también por los perversos y solapados seres que habitan en él. De todas las razas, de todos los mundos, hay entidades, mentes y almas con una maldad indescriptible... pero en esta historia, principalmente, no nos concentraremos en esas criaturas.
Hace miles de años, en las eras antiguas del cosmos virgen, un pequeño planeta se acentuaba con hermosura en uno de los pocos rincones de este universo donde el caos estelar no reinaba; un planeta que estaba contemplando la luz del nacimiento. El mundo de Aethar; uno de los primeros mundos en florecer la vida, se dividía anteriormente en seis reinos o gobiernos, estos eran; Endraxus, Asterekos, Rogniras, Nungaroth, Zixteria y Velazarth.
Aethar, era un mundo muy extenso, lleno de todo tipo de vida, inteligencia y poderes; algo fantástico. La felicidad y la prosperidad misma se manifestaban físicamente en el ambiente del planeta por medio de sus habitantes e inexplicable fertilidad. Rodeado de un sol y tres lunas, Aethar era alumbrado durante el día y durante la noche.
Las razas primigenias que formaron y pisaron este mundo fueron los "Man'hezir". Su origen es totalmente desconocido, pero vulgarmente se les puede describir como una especie de dragones colosales e inconcebiblemente hermosos. Irradian luz y energía, sus extensas alas pueden cubrir ecosistemas de punta a punta y hacer crecer la vida con su sombra, por las noches se les puede comparar con estrellas fugaces moviéndose de un lugar a otro, ya que el objetivo de su llegada era construir el futuro vital en dicho planeta mediante el dinamismo, haciendo brotar hierbas, plantas y biomas enteros. Se comunicaban telepáticamente y su bondad era infinita.
Aethar se encontraba desolado en lo que respecta a seres vivientes con inteligencia. Su naturaleza en flora era hermosa, pero los Man'hezir sentían una profunda soledad, ya que los miembros de su raza eran muy pocos, casi extintos; aunque poseyeran juventud eterna. Se conoce que cada uno de ellos proviene de una parte distinta del universo, y siendo este tan grande, muy pocos son los que logran reunirse; como fue el caso de los Man'hezir que llegaron a Aethar.
Los miembros de la raza que pisaron este mundo fueron:
Caydranth El Dador De Vida.
Xalandas El Vinculador De La Tierra.
Niuhdax El Astral.
Ohanegos El Carmesí.
Adrós El Azul.
Razéth El Gélido.
Y otros no muy importantes.
Todos ellos eran extraordinariamente poderosos y valerosos, los títulos que acompañaban sus nombres eran colocados dependiendo de la habilidad que los caracterizaba. Así, después de muchos años de explorar el planeta, juntos decidieron hablar y llegar a un acuerdo; llenar el mundo creando una raza. Pero sus planes fueron atroz e inesperadamente interrumpidos. Desde las fauces de la tierra, aquellas profundidades oscuras, acuosas y malignas del mundo; criaturas indescriptiblemente gigantes, horripilantes, desbordantes de maldad, emergieron con el único fin de consumir toda la creación. Su apariencia era muy diversa, pero la mayoría de ellos eran como grandes masas carnosas con tejidos varios, órganos y extremidades en lugares aleatorios de su cuerpo. Los Man'hezir lucharon arduamente hasta el cansancio; pero eran cientos que extrañamente no dejaban de aparecer, y no paraban de causar cicatrices al mundo. Lo único que pudieron hacer al final, fue tenderles trampas para encerrarlos en el interior del planeta, aunque pudiesen representar una amenaza futura.
Al concluir toda la desesperación, los Man'hezir usaron sus fuerzas y capacidades para crear la raza que tenían planeada, para ellos debía ser perfecta y fuerte como sus creadores; así que emprendieron a diseñar al primer dragón:
Ohanegos aportó la forma, muy parecida al aspecto de los Man'hezir, a su imagen y semejanza. Adrós le dio color; un color vivo y brillante que lo diferenciara; el blanco. Niuhdax le brindó energía, mucha energía y poder para defenderse e infundir respeto. Al final Caydranth le otorgó la vida y la juventud eterna. Entonces a esta primera creación la bautizaron como "Omega", y no lo determinaron como un dragón, sino como el único en su especie: el primogénito "Neodraco".
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Editado: 16.09.2018