Academia Aether

Capítulo 1: La sonrisa bajo la tormenta.

Wind Swordscape; una alta mujer joven nacida en la ciudad de Rangeus, una población entre montañas alejado de todo rastro de civilización. Wind se diferencia de muchas personas por razones bastante sobresalientes, empezando por su característico cabello de color anaranjado y violeta; un cabello que parece hacer analogía al atardecer. La piel de esta doncella es muy clara, sus amarillos ojos hermosos, su mentón bastante puntiagudo y sus mejillas mínimamente infladas contribuyen a su notable belleza. Rangeus es una ciudad enorme y bastante habitada, no se encuentra sometida por ninguno de los dos reinos predominantes del mundo (Nether y Aether), o eso parece, ya que sus gobernantes nunca salen de la fortaleza que se alza en el cerro más alto, incluso las fuerzas gubernamentales como los guardias portan cascos que cubren todo su rostro. Una ciudad muy extraña y peligrosa.

 

Una extensa nube negra y lluviosa cubría toda la ciudad, atestándola de una densa niebla blanca e inundando sus calles. Las colinas que la circuncidaban se deslizaban poco a poco, empantanando una que otra plaza y ensuciando los andenes. Las ventanas de las casas desprendían luz; pues era una demostración de que los pobladores se encontraban bien abrigados y cómodos evitando el intenso frio del clima, lo que como consecuencia hacia que las calles estuviesen desoladas y únicamente con el ruido del agua golpeando los adoquines. De vez en cuando sonaban relámpagos y centellas, la tormenta era fuerte sin duda, incluso los guardias estaban refugiados en unas distintivas chozas de roca. Ni siquiera los negocios locales estaban prosperando en ese momento; aunque era temporada. Tras todo esto Wind, la chica ya mencionada, se hallaba corriendo bajo la lluvia chapoteando en los charcos con sus fuertes pisadas. Aunque hacia frio, la joven sonreía y reía felizmente por alguna razón; sus tres amigos venían corriendo tras de ella con sonrisas picaras, al parecer acababan de cometer alguna travesura. Algunos vecinos miraban por las ventanas; irritados por el desorden que esas personas hacían en las calles. Ellos querían paz y tranquilidad; pues la incertidumbre se servía como el pan de cada día en sus vidas. Otros, llenos de miedo, cerraban rápidamente las cortinas creyendo que era algún alboroto violento; ese era el diario vivir en la terrible Rangeus. Los muchachos corrieron hasta el agujero de una malla que separaba la urbanización de un gran campo empantanado. Al llegar ahí, simplemente lo atravesaron para seguir corriendo; aunque con dificultad, a través de este. Wind miraba alegre una casa abandonada cercana sin dejar de sonreír y correr con todos sus esfuerzos; apreciaba esos pocos felices momentos que pasaba con sus amigos. Pronto llegaron todos a dicha casa construida con piedra, Wind fue la primera en llegar y como regla de su pequeño grupo de amigos el primero en llegar debía encender la fogata, algo que para ellos es muy satisfactorio, así que la chica sacó de su bolsillo una extraña canica blanca que iluminaba tenuemente la oscura sala, y así entonces procedió a arrojarla en una pila de leñas que allí se amontonaba. Al momento en el que la canica impactó con la madera una gran cantidad de efímeras chispas aparecieron para luego dar paso a una larga flama que iluminó toda la casa, entonces llegaron los demás muchachos.

Todos estaban riendo muy alegres a pesar de estar empapados, y sin más tiempo que perder se sentaron en el suelo alrededor del fuego. Uno de ellos, el más grande, estaba cargando un gran cofre de madera pintado de negro, con piezas metálicas de cobre.

—¡Vamos ábrelo ya! ¡Tengo mucha hambre! —Exclamó uno de ellos—.

—Sí que fue una gran hazaña llevarnos eso —comentó Wind riéndose y muy alegre al igual que todos—.

—¡Ya, ya! ¡Ya la voy a abrir! —Dijo el chico grande que sostenía la caja, eventualmente procedió a tratar de abrirla con fuerza bruta pero no lo lograba—. ¡Está muy dura!

Otro muchacho entonces se desespera observando los esfuerzos inútiles del chico y retirándole la caja con rapidez dice: —¡Rayos estoy harto! —Teniéndola; toma una pequeña varita de metal tirada en el suelo y con esta abre la caja en un instante, pero no la abre por completo para generar más expectativa—.

—¡¿Qué es?! —Exclamó uno de ellos a la vez que todos se acercaron para ver más de cerca lo que había en la caja—.

—Prepárense —entonces el chico abrió el cofre por completo—.

—¡¿Qué demonios es eso?! —Preguntó uno de ellos bastante exaltado al ver lo que había en la caja—.

El que la sostiene exclama: —¡Hey, pensé que sería comida!

Wind, confundida se acerca y al ver lo que es abre sus ojos con deslumbro; alarmada la agarra para arrojarla por la puerta. Todos la observan hacerlo muy confundidos; no sabían la razón de sus acciones evasivas.

—¡¿Porque la tiras?! —Le preguntó uno de ellos enardecido, lleno de confusión—.




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