—¿Qué es lo que acontece a nuestro frente? —Preguntó el rey dentro del carruaje en el que iba junto con los políticos y Wind—.
Estos políticos no responden nada, se encuentran confundidos y tratando de mirar por las ventanas del carro; buscando saber porque se detuvieron.
El Comandante Caballero; que se hallaba en la primera fila, se había encontrado con otra caballería muy distinta a la de él; y aparentemente mucho más poderosa. Sus armaduras eran blancas y resplandecientes como la nieve; carentes de casco y con largas capas de color rojo. Sus guerreros y guerreras eran corpulentos, no montaban encima de caballos; sino en atemorizantes dragones. La apariencia de estas personas era variada, algunos tenían los aspectos típicos de un humano mientras que otros; aunque conservando rasgos físicos humanos, se notaba que no lo eran. Ciertamente eran muchos los que estaban ahí ordenados, dirigidos al parecer por una hermosísima mujer que portaba una armadura inferior como una falda, y un largo mandoble en su espalda que podía ser visto desde lejos. El cabello de esta mujer era rubio en su totalidad; sus ojos carecían de color y su piel emanaba una débil luz que daba a entender su intenso poder.
—¡¿Quién demonios son ustedes?! ¿¡Cómo se atreven a impedir nuestro avance?! —Preguntó el Comandante cargado de cólera—.
La mujer, solo le dio una mirada amenazante con sus exánimes ojos y levantó su mano lentamente para dar un chasquido que resonó con eco entre todas las silenciosas calles de esa zona de la ciudad; incluso los caballos relincharon de miedo ante el efecto sobrenatural. Ese chasquido, era un código que ordenaba a los caballeros de la última fila levantar el estandarte; un estandarte que al ser visto por el comandante y los demás caballeros Rangianos; les infundió un profundo terror. Se trataba de un auténtico batallón del Aether. Tanto fue el temor que algunos de los caballeros que cargaban con los estandartes de Rangeus los dejaron caer por sus manos temblorosas.
El Comandante tragó saliva, y con su voz entrecortada le preguntó a la mujer:
—Que... ¿Qué han venido a hacer aquí?
Inmediatamente la mujer le contesta con gran firmeza:
—Soy Lizx de Xephiroth, Suprema General de la Elite Halomante y Gran Coordinadora de la Academia Norte. Este es mi batallón de exploración, y hemos venido por obvias razones que dudo que usted desconozca. ¿Quién es usted y a dónde conduce estas tropas?
—El comandante, bajando la mirada respondió:
—Soy el comandante Ernestial Barcross Neferhait, capitán de operaciones reales. Me encantaría comentarle a donde nos dirigimos pero es algo prohibido por las leyes de la ciudad.
Los caballeros Aetherianos se muestran ofendidos ante tal respuesta, incluso la comandante reacciona con una expresión de ira:
—¿Entonces te niegas a responder al Aether incluso cuando conocemos el crimen que estas cometiendo ahora mismo?
Ernestial levanta la mirada: —¿Crimen?
Lizx entonces se baja de su dragón con una notable ira, desenvainando su colosal espada. Cuando inesperadamente la tía se acerca al carruaje en la última fila de los caballeros Rangianos y comienza a golpearlo gritando: —¡Denme a mi sobrina! ¡Ella es inocente!
Todos los miembros de ambos batallones fijan su mirada en la mujer anciana, la cual logra captar la atención de Lizx;
—¿Qué sucede con ella? —Pensó—. Así que ignoró al Comandante Ernestial y caminó rápidamente hasta acercarse a la pobre tía; puso su mano en el hombro de ella y le preguntó suavemente:
—¿Qué pasa? ¿Qué hay en este carruaje?
Ella con sus llorosos ojos miró a la alta y bellísima mujer, sintió que un líquido purificador recorrió su cuerpo; se tranquilizó y toda su inquietud cesó de repente; como si tuviera un poder divino.
—Esos hombres, ¡esos hombres secuestraron a mi niña! ¡Está aquí! ¡Dentro de este carruaje!
Lizx mostró una férrea determinación, se puso de pie, y con la simple fuerza de sus manos agarró el muro del carruaje quebrándolo en dos para revelar lo que había dentro. Los gobernantes y el rey miraban fijamente a la mujer guerrera sin mostrar ningún tipo de miedo, aunque tuviesen a Wind tirada en medio de ellos; totalmente amordazada.
—Malditos desgraciados... —susurró Lizx; pues ya había descubierto a los perpetradores del crimen; sabía que iban a vender a esa chica como esclava al Nether por ser manipuladora de la Astromancia—.
—No puedo creer que el Aether haya llegado para interrumpir nuestro éxito. ¿Cómo lo supieron? —Dijo el rey, manteniendo una actitud tranquila—.
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Editado: 16.09.2018