Un día después, Ulfar llega a un pequeño pueblo a no más de diez kilómetros de las montañas. Del paisaje que observa destacan casas de madera de construcción singular muy distinta a las que lo tenía acostumbrado.
La tormenta de nieve es cada vez más fuerte en la noche por lo que busca algún sitio para poder quedarse. No deja de ser un ser humano que al exponerse durante muchísimo tiempo a bajas temperaturas podría sucumbir de hipotermia, pero no como una persona común y corriente. Puede presentar mayor resistencia al frío.
Lo primero que se encuentra es con un enorme edificio lleno de nieve en su techo y madera en las paredes. Asume que allí puede haber gente que le permitan quedarse. Se acerca hasta la puerta y antes de que pudiera abrirla esta lo hace desde adentro y varias personas salen del edifico, ebrios y buscando pelea con cualquier persona.
Desde el interior del edificio se escuchan gritos y muchas voces. Asoma su rostro para ver y escuchar y ve un gran espacio compuesto por dos plantas, la más baja es donde se encuentra un gran espacio con mesas y sillas, a un costado una barra con otras personas que entregan jarros con líquido. Y en la plata de arriba una escalera que lleva a un pasillo y varias habitaciones en los lados. Por primera vez se encuentra en una posada.
Traga un poco de saliva y se mete dentro de la posada. Su vestimenta, forma de caminar y apariencia atrae demasiado la atención. Ulfar llega a sentirse incomodo y sospecha que son hostiles. Se presenta ante quien atiende la barra en el idioma común cortesía de su padre cuando era un niño:
—H-Hola…me llamo…U-Ulfar…quisiera…dormir…aquí…—dice con la dificultad que le representa hablar en un idioma que nunca pudo practicar.
—¿De qué mierda estás hablando? —pregunta el hombre. —¿Porque hablas como idiota? Haaaaa, como sea. Cinco vekasidiana la noche.
—¿Veka…sidiana? Okey…—busca entre sus pertenencias en el bolso. Su expresión cambia cuando encuentra algo en el fondo y lo saca. Luego lo coloca en la barra con una sonrisa confiada.
—¿Es una maldita broma? —lo mira confundido al ver que le dejó un par de raíces.
—Es…pago….
A su alrededor varios hombres dejan de beber y ponen de pie. Algunos se acercan lentamente desde los otros extremos. La atmosfera cambia drásticamente y Ulfar observa sutilmente a su espalda.
Ulfar cierra sus puños tronando los huesos. Siente a su alrededor a todos los que se van acercando usando el origen de la observación. Un solo giro de su cuerpo bastaría para dar inicio a una batalla campal dentro de la taberna.
Entonces un hombre de unos treinta y tantos empieza a reír a carcajadas con una gran jarra en la mano y golpea el hombro de Ulfar quien solo atina a mirarlo en completa confusión:
—¡Jajaja, santo cielo sigues siendo tan gracioso como siempre!
—¿Lo conoces? —pregunta el hombre que atiende la barra.
—¡Pues claro, es mi nuevo subordinado! Tendrán que disculparlo. Hace un par de años le golpearon en la cabeza con un mazo y eso lo volvió estúpido.
—Haaaa, haberlo dicho antes. —exclama suspirando el hombre. Hace un gesto para que los demás continúen con sus bebidas. —¿Quieres que le sirva lo mismo que a ti?
—Por favor.
—Bien.
El hombre continúa bebiendo hasta dejar vacía la jarra. Luego encara a Ulfar durante unos largos y silenciosos segundos. Lo mira y lo mira detenidamente hasta que finalmente se da cuenta de quien es:
—¿Clan carmesí de las montañas?
—S-Si ¿Cómo lo supiste? Por cierto ¿Cómo es que hablas mi idioma?
—Son muchas preguntas.
—Lo siento.
—No te preocupes. Me di cuenta de dónde vienes porque los montañeses suelen cargar un enorme bolso de piel inclusive cuando cazan no muy lejos de sus clanes. Lo que me llama la atención es que no eres pelirrojo. ¿Eres un carmesí?
—A medias.
—Interesante.
—¿Qué es lo interesante?
—Jamás escuché sobre un montañez a medias. Y dime ¿Qué te trae a la aldea de “Odersborg”?
—¿No tendrías que presentarte primero?
—Oh, que buenos modales, pero tienes razón. —se baja de la silla y pisa con fuerza. —Soy el capitán Haalkan de las grandes tierras dominadas por Sarko Sonna. Comando a las fuerzas que protegen el territorio y el castillo de mi señor.
—¿Eres un guerrero?
—Podría decirse que sí.
Ulfar ve la oportunidad de convertirse en un gran guerrero que le permita regresar al clan lo más rápido posible. Quizás siendo uno consagrado pueda presionar a Aalborg a permitirle volver y también tomar a Fyarla como su esposa. La ilusión es enorme. Cada oportunidad que aparezca tiene que aprovecharla como sea:
—Haalkan ¿verdad?
—Si.
—Quizás puedas ayudarme a convertirme en un gran guerrero.
—¿Huh? ¿estás ebrio? —mira a la barra para averiguarlo. —Ah, no, eso lo hace más extraño ¡jajaja!
—¿Qué es lo que te hace reír?
—Nada, eres muy interesante. ¿Por qué viniste a este pueblo?
—Ya te lo dije…
—Dime la verdad. —se pone serie. No aparta la mirada en Ulfar.
—Tengo que convertirme en un gran guerrero para poder regresar y reclamar a mi pareja.
El oír eso se queda en silencio y toma la cabeza. Vuelve su mirada al frente y con leves golpeteos de su dedo índice en el costado de la cabeza piensa y piensa. Esto durante varios largos segundos casi un minuto. Suspira y se pone de pie. Saca de sus bolsillos unas monedas cuya acuñación es irregular pero aceptada por el hombre que atiende el bar.
Haalkan se retira del lugar, no sin antes hacerle un gesto a Ulfar para que lo siga hacia afuera.
Ulfar y Haalkan llegan hasta una caballeriza donde el capitán se detiene frente a un enorme caballo. De su cintura desenvaina una espada apunta al Montañez:
—Escúchame… ¿Cuál era tu nombre?
—Ulfar.
—Bien. Te lo preguntaré una sola vez y de ahí dependerá de tu respuesta.
—De acuerdo.
—¿A que viniste aquí? Piénsalo bien.
—Tengo que convertirme en un gran guerrero para demostrarle a Aalborg que soy digno de continuar en el clan…y…
—¿Y? ¿y qué?
—Que me tome enserio para ser el que merece a Fyarla. —dice con un tono firme de voz.
—Okey. —envaina la espada y de un brinco se sube al caballo. —Quédate en la posada durante unos días hasta que pare la tormenta de nieve y espera que te contacte.
—¿Para qué?
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Editado: 11.02.2025