En medio del bosque sobre la base de la montaña se oyen estruendos y rugidos de un animal pesado e iracundo sediento de sangre al mismo tiempo que el grito de una joven parece desentonar con fuerza en el ambiente.
Un oso de proporciones enormes para su especie se abalanza contra una delicada figura ensangrentada y ropa desgarrada. La bestia se abre paso a fuerza bruta, rugidos y zarpazos tan feroces que produciría temor en los corazones de aquellos valientes soldados que desean enfrentarlo.
Momentos antes, un grupo de siete soldados escoltan a una joven de cabello rubio, expresión de inocencia, piel blanca y que viste con ropajes que fácilmente podría confundirse con el ambiente gélido del norte, pero cuyo rostro es tan amable como cariñoso.
El grupo se mantiene junto tras haberse separado de otro compuesto por otros diez soldados. Mantienen a la joven en el centro como muestra de su estatus en el grupo lo que refleja que es alguien a quien tienen que proteger a toda costa. Se apresuran a dirigirse hacia el oeste, aunque la tormenta de nieve los deja a la deriva sin saber hacia dónde avanzar ya que, además, quien los guía se encuentra con el otro grupo.
Por el clima tan salvaje acabaron por separarse y ahora luchan por regresar.
Uno de los soldados se aparente experiencia según un par de cicatrices en el rostro se acerca a la joven mientras ordena que dos más vayan al frente y otros dos se queden en la retaguardia:
—Señorita Gyara.
—Capitán Forka ¿sabe si estamos cerca del campamento?
—No, lo siento. Por el momento tendremos que seguir recorriendo en busca de algún lugar reconocible.
—Ya veo. —se muestra angustiada.
—Pero puede confiar en que saldremos de este problema. Puede contar con que su guardia personal lo afrontará sin dudarlo.
—Muchas gracias capitán. —sonríe la joven.
La tormenta es cada vez mayor a medida que el sol se oculta y aparece la noche. Gyara siente como la fría ventisca golpea sus mejillas mientras el frio hace mella sobre ella. Forka se quita su capa de piel y la coloca detrás de ella para que pueda repeler un poco el frio.
Forka ordena a los guardias que aceleren el paso porque ahora es cuando ese territorio se vuelve más peligroso. Con tigres diente de sable, osos y lobos saliendo a cazar aprovechando la noche hostil, no hay manera de que pudieran recorrer la zona sin ser acechados.
La prioridad máxima es Gyara por lo que Forka siente la incontenible necesidad de apresurar el paso y cuidar de la integridad física de la joven. Hace reunir alrededor de ella, pero con mayor cercanía y ordena moverse rápidamente. El capitán le dice a Gyara al oído que tendrá que caminar más rápido y si no logra mantener el paso entonces él la llevará sobre su espalda si es necesario. Ella asienta con la cabeza y Forka también hace lo mismo en respuesta.
Una vez reorganizado al grupo se predisponen a correr la mayor distancia posible en dirección al oeste donde supuestamente está el campamento. Allí esperan casi cincuenta hombres y un padre preocupado por su hija:
—¡Señor, no hay visión delante! —advierte uno de los guardias que está al frente.
—¡Sigamos unos metros más y si no conseguimos encontrar algún punto de referencia retrocedamos! —exclama el capitán.
—¡Entendido!
—¡Señor Forka! ¡¿Qué está pasando?! —pregunta Gyara bloqueando el viento con la mano como puede.
—¡Hay poca visión así que vamos a tener que volver y esperar a que pase la tormenta! —responde Forka.
El capitán vuelve su mirada hacia el frente y los costados para corroborar que esté el grupo completo. Rasca su barbilla cubierta de pelo y canas. A sus cuarenta y nueve años, Forka ha vivido tantos fenómenos de ese estilo que sabe que hacer incluso si están perdidos. No hay forma de que lo agarrase por sorpresa. Es un supervivientes incluso para su edad y el rango y oficio:
—Nos desviamos unos pocos metros, pero si mantenemos este ritmo es posible que lleguemos a un lago y bosque enorme. —piensa Forka.
—¡Capitán Forka! —exclama uno de los soldados al costado izquierdo.
—¡Aquí estoy! ¡¿Qué sucede?! —responde el veterano.
—¡No sé si me equivoco, pero hay una enorme sombra moviéndose a mi lado! —exclama.
—¡¿Qué dices?! —Forka mira hacia esa dirección y no ve nada. Sin embargo, da un vistazo hacia atrás solo para darse cuenta de que los dos que protegían la retaguardia ahora ya no están. Sus pisadas ocultas bajo la nieve y el silencio obligan al capitán a movilizarse más rápido. —¡Manada de animales! —grita para alertar a sus subordinados. Se agacha frente a Gyara para que ella se suba sobre su espalda y correr lo más rápido posible y llegar hasta el lago congelado. No es una opción viable debido a que muchos depredadores hacen acto de presencia ahí, pero permitirá una mejor visión y no solo estarán ellos sino otros animales en manada que son inofensivos como mamuts o zorros.
—¡Capitán! ¡¿A dónde vamos?! —pregunta Gyara. —¡¿Qué pasó con Abi y Haim?! —observa hacia atrás, preocupada por los dos soldados que cubrían su retaguardia.
—¡Hay un lago no muy lejos solo tenemos que seguir un par de kilómetros más! —responde tajante omitiendo al oso para no alterar a la joven.
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Editado: 16.03.2025