—Oye, Ulfar… ¿estás despierto? —pregunta Haalkan al observar que los parpados se sacuden.
Su cuerpo se siente pesado. Algo suave y cómodo lo cubre dándole calor, diferente a la áspera piel de los animales que viven en las montañas a la que está acostumbrado. Un aroma a madera y piel de mamut impregna el aire con suaves toques florales:
—Si… ¿Qué…que pasó? —abre lentamente sus ojos marrones encontrándose en una tienda de campaña cuyas comodidades dejarían en ridículo a la choza de Aalborg con pieles de mamut adornando el suelo, así como en la entrada y sus parpados se sacuden antes de abrirse del todo y la luz tenue de una vela lo recibe. Las sábanas que le cubren el cuerpo también son de ese material. El lugar donde se encuentra es al menos el doble de donde vivía. Y a su lado se encuentra no solo el capitán, sino que también Alika y Hilde, esperando por que despertara. —Chicas ¿Qué están haciendo aquí? Auch auch…—intenta reincorporarse sobre la cama, pero el agotamiento lo sigue aturdiendo.
—Tranquilo, tranquilo. —lo ayuda Haalkan junto con Hilde.
—Estuviste dormido tres días. Eso te pasa por ser un testarudo que no quiso descansar ni comer, ni beber. Tu cuerpo te pasó factura. —lo regaña Hilde.
—S-Si, pero no podemos negar que hizo muchas cosas y eso le impidió descansar. —exclama Alika.
—Haaa…siento muchos haberlas hecho preocupar y…esperen un momento. ¡¿No tendrían que estar en el pueblo?!
Hilde y Alika cruzan miradas y luego hacia Ulfar:
—Si, fuimos y entregamos los resultados de la misión. —dice Hilde.
—Aunque mi padre me regaño bastante, él comprendió que era algo que debía hacer. —exclama Alika.
—Pero entonces ¿Qué hacen aquí?
—Ya te lo dije, quiero ver el resultado de tu viaje además…estoy pudiendo notar que mis habilidades no son las mejores en este momento así que necesito pulirlas lo más que pueda y…—dice Hilde haciendo caras demasiado extrañas.
La asesina miembro de la orden intenta mantener la seriedad, pero su ceja derecha tiembla y su sonrisa es demasiado rígida, casi forzada:
—Es demasiado obvio que no sabes mentir…—piensan Ulfar, Haalkan y Alika al mismo tiempo mientras observan avergonzados.
—En fin, ellas llegaron ayer y como no las dejábamos entrar hicieron un enorme escándalo. Hilde terminó por noquear a tres guardias y un jinete. —explica Haalkan.
—Hasta que tuve que intervenir. —exclama Gyara mientras entra a la tienda de campaña.
Haalkan se aparta y hace una reverencia hacia ella. La postura de Gyara, solemnidad y expresión facial no la hacen una persona ordinaria sino alguien de estatus bastante alto. Ulfar se siente bastante aturdido por la consecución de cosas que chocan contra su crianza y cultura propia.
La chica se dirige hacia Ulfar. Tiene recuerdos borrosos de lo sucedido a excepción del puñetazo que le dio al oso representando su esperanza de vida ante la sombra de la muerte.
Casi de inmediato, Gyara abraza a Ulfar mientras agradece entre lágrimas por haberla salvado:
—¿S-Señorita? —exclama Haalkan.
—Agradezco de corazón haberme salvado. Estaré eternamente agradecida. —lleva sus manos al corazón y sonríe feliz. Limpia los restos de lágrimas pegadas a sus ojos intentando eliminar todo rastro de debilidad. —Ahora me he dado cuenta de que tengo mucho que hacer y para ello arriesgarme de esa manera y a quienes me acompañan fue un error.
—No, no tienes que agradecer nada. Enserio. —dice Haalkan.
Gyara intenta disimular las ojeras y ojos hinchados por los llantos de esos caídos que fallecieron defendiéndola. La chica, de actitud muy optimista vuelve a sonreír y se despide para regresar a su tienda y descansar a petición de Haalkan y los médicos que trataron sus heridas. Se pone de pie, pero su cuerpo aún sigue débil por lo que vacila un instante.
Haalkan, su protector, la observa con el ceño fruncido.
También entra a la tienda un grupo de guardias que se encuentran con la joven. Su padre, Sarko, la reprende con suavidad por no estar descansando a lo que ella responde con una reverencia y en silencio se regresa a la tienda.
Sarko da un vistazo a las condiciones físicas de Ulfar mientras que Haalkan se hinca de rodilla ante él y también Hilde y Alika. Ulfar, al ver la situación, trata de salir de su cama e hincarse de rodilla, pero Sarko lo detiene con su mano apoyando sobre el hombre:
—Debes permanecer en cama. —exclama el Jarl.
—Me siento mejor. Puedo…—dice Ulfar.
—No, no te preocupes por las formalidades. —mira al hombre frente a sus ojos y puede sentir que no es como los demás montañeses. Su espíritu y fuerza de voluntad van más allá de lo que cualquiera podría aspirar.
Sarko ordena a sus guardias que esperen afuera y hace una mueca a Haalkan para que se lleve a las dos chicas que los acompañan. Su intención es tener una conversación en privado con Ulfar así que toda la atención está enfocada sobre el salvaje de los clanes:
—¿Cómo te sientes? Dormiste mucho tiempo. —exclama el Jarl con voz imperturbable y firme a la vez que llena de sabiduría y bondad.
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Editado: 16.03.2025