Academia de Asesinos: Ulfar, martillo helado

Capítulo 16: Malas intenciones

En las montañas…

La situación no es alentadora para Fyarla ya que Herbar la acosa constantemente ya sea cuando está sola, invitándola varias veces a su choza o interrumpiendo su entrenamiento, así como en momentos donde está acompañada por Orsded, la persona de mayor confianza para ella.

Aalborg no malinterpreta en lo absoluto lo que ocurre y hasta alienta a Herbar para que la conquiste con mayor esmero.

Las discusiones entre Fyarla y su padre se han vuelto constante y la relación con Aghuna también se ve perturbada debido a que la anciana le aconseja, cada vez que la joven acude con ella, a que abrase a regañadientes la tradición porque si no tendrá a casi todo el clan en su contra. Sin embargo, algo mucho más macabro se ha puesto en marcha y ni siquiera lo perciben.

Unos días más tarde después de que Ulfar haya llegado a Rhusk, la montañesa practica su arte del arco y flecha, acompañada por Orsded quien solo observa. La destreza de la chica conmueve al joven quien sonríe y aplaude, aunque ella lo regaña ya que no quiere felicitaciones sino usar sus habilidades en bien del clan:

—Nunca está de más aceptar las felicitaciones. —dice Orsded.

—Esas cosas no sirven. Lo que si sirve es demostrar de que estás hecho. —responde Fyarla mientras salta de una rama a la otra y apunta a un objetivo compuesto por placa de madera colgada a un costado del tronco.

—Seguro que sí pero mientras tanto abraza ese reconocimiento. —insiste Orsded.

—Lo dices porque eres hombre. Nosotras no la tenemos tan fácil. Si me inclinase a solo cuidar niños o tejer o cocinar en las chozas a la espera de nuestros hombres entonces estaría perdiendo el tiempo de esta forma. —dice ella.

—¿A qué quieres llegar Fyarla?

—Quiero provocar un cambio. Uno en el que hombres y mujeres seamos capaces de ver al mismo objetivo con los mismos ojos.

—Sabes que es imposible algo así. Al menos en el clan.

—Por eso hago lo que hago. Responde a tu pregunta.

Detrás de uno de los árboles sale una voz siniestra y malintencionada que siempre busca atentar contra el frágil corazón de Fyarla. Si no fuera por Orsded, ella habría sucumbido hace tiempo:

—Pero para hacer tales cosas tendrías que renunciar a la dicha y convertirte en una forastera.

—Tu…—ella mira a esa persona con desprecio.

Herbar se acera lentamente con ambas manos levantadas y una predisposición de victima para poner contra las cuerdas a Fyarla. Orsded se pone en el camino y lleva su mano hacia la cintura donde tiene un arma. Mientras tanto ella demuestra una velocidad y destreza para sacar de su espalda una flecha y apuntar hacia la cabeza del muchacho:

—Bueno, bueno, todos calmados. No vengo con malas intenciones. —exclama Herbar.

—Entonces vete de aquí. —ordena Orsded.

—Ya, ya solo vengo a platicar ¿está mal eso?

—Viniendo de ti no sería un error pensar lo peor. —tensa su arco hasta el máximo. —Piensa bien lo que vas a decir porque a la primera palabra errónea que digas no habrá una segunda.

—¿Qué querrá este tipo? No aprende, aunque es extraño que no esté armado y se arriesgue a sabiendas de que Fyarla lo desprecia. Cielos, no es para nada confiable. —piensa Orsded.

Herbar baja sus manos. No se lo ve alterado, más bien está con mucha paz y seguridad. Mantiene una sonrisa y semblante estable e imperturbable. Eso empieza a irritar a Fyarla y a desconfiar cada vez más. Sin embargo, Orsded decide quitar su mano de la cuchilla y mira a Fyarla a quien con solo una mirada y asentando con la cabeza hace que ella baje la flecha. Luego vuelve a mirar a Herbar. Él no se siente con la potestad para dirigirle la palabra en ese momento ya que recae en Fyarla eso:

—¿Qué quieres? —pregunta ella.

—¿Ya se calmaron? Bien. —dice Herbar. —La razón por la que vengo hablar es que creo que es necesario cambiar nuestra relación. Sé que empezamos mal y en cierta forma es culpa mía…y mayormente tuya…

—¿Mía? ¡eres maldito hijo de…! —se enfurece Fyarla. Intenta sacar su flecha de nuevo, pero la detiene Orsded.

—No caigas en sus provocaciones. Él sabe bien lo que hace. —recomienda Orsded.

—Hazle caso a tu mono guardián. Sabe bien como son las cosas.

—Eres alguien retorcido ¿lo sabías? —exclama Orsded visiblemente molesto.

—No me dirijas la palabra ya que con quien hablo es con ella. —dice Herbar.

El cielo se oscurece inaugurando otra jornada de nevadas fuertes. Apenas es la tarde, pero anochece por completo dejando solo las antorchas alumbrado un par de árboles:

—Eres muy molesto. Dime ahora que quieres o vete. —dice Fyarla.

—Te ofrezco la oportunidad de mejorar la relación. Ya que al final seremos marido y mujer y dicho eso…ni tus caprichos van a poder cambiar eso ¿entiendes? Tu padre ya aceptó los términos contigo sobre la mesa. Si vas a querer vivir en paz tendrás que convertir…quizás…en mi mascota de aquí hasta que te mueras. —dice Herbar mientras sonríe perversamente.

—¡Eres malnacido! —exclama Orsded. Da unos pasos para acercarse al prometido, pero Fyarla lo toma del hombro en su afán de detenerlo. —¿Fyarla? —la mira y ella niega con su cabeza.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.