Academia de Asesinos: Ulfar, martillo helado

Capítulo 17: El herrero misterioso

Días mas tarde en una taberna bastante grande y acogedora de Rhusk pegada a las murallas…

Ulfar disfruta de una deliciosa cena compuesta por pollo, un pedazo de queso, pan y sopa para poder calentarse después de un día muy duro bajo la nieve y temperaturas ligeramente mas frescas de lo usual.

En los días que lleva no hace más que recibir instrucciones sobre como andar a caballo. En algunas ocasiones asiste a reuniones de la unidad que comanda Haalkan pero desde que se encuentra en la ciudad principal de Rhusk no ha podido saber nada de Hilde y Alika. Hay una gran preocupación sobre cómo se encuentran.

La puerta se abre y se cierra todo el tiempo ya que muchos guerreros y guardias llegan y se van para calentar sus cuerpos con una deliciosa comida y bebida acorde. Ulfar aún espera la suya.

De repente siente una presencia detrás. Una que hace tiempo no está cerca de él. Ni siquiera se da vuelta para cerciorarse de quien se trata. Sonríe y continua con su deguste por la comida típica de Rivahan:

—¿Vas a sentarte? —pregunta el montañés.

—Vaya, llevas casi una semana en Rhusk y ya crees que puedes tratarme como un igual. —exclama esa persona.

—No es lo mío seguir esas conductas…Markus.

Markus sonríe y camina hacia la silla frente de Ulfar. Se deja caer muy sutilmente para no romper las patas de madera. Luego hace un gesto elevando su mano para llamar a una de las chicas que atiende la taberna y pide un jarrón enorme de cerveza. El tabernero lo reconoce y saluda moviendo su mano de un lado hacia el otro. Tras eso le da indicaciones a la joven para que no se confunda de jarrón ya que el veterano de las batallas suele tomar una enorme cantidad más que cualquiera en Rhusk.

Mientras tanto, el capitán de los jinetes extiende su mano y sonríe. Ulfar suspira y le pasa un pedazo de pan que descansaba al lado de su brazo. Entre tanto, Markus exclama mientras devora el pan:

—¿Cómo te sientes en Rhusk?

—¿Disculpa?

—Desde que llegaste te hemos visto junto con Haalkan algo distraído, preocupado…distante. ¿Eso se debe a que te preocupas por tus amigas o es por esa chica de la que estás enamorado?

—¿Cómo es que tu…?

—Muchos ya lo sabemos, pero no vamos a juzgar. A decir verdad…me caes muy bien y ciertamente sigo creyendo que nuestra pelea no tuvo el resulto que ambos esperábamos. Más bien, siento que no mostraste todo tu potencial debido a que te encontrabas débil. Cielos, sigo pensándolo y no me deja de poner de malhumor. En fin, si necesitas hablar con alguien solo dímelo.

—Si, muchas gracias Markus.

—¡Jajaja, ciertamente me agrada más que me llamen por mi nombre y no esa tontería de capitán!

—¿Enserio? Yo creía que preferías más lo formal.

—En público, pero me parece muy molesto.

—Ohhh.

Ulfar no siente tensión en el ambiente y parece como si Markus estuviera abriéndose. Un guerrero de su jerarquía no puede tener una personalidad que se tome todo a la ligera, debe mantener su impronta de sabiduría y peligrosidad, pero con Ulfar es como si estuviera con un igual. La sensación que le dejó Ulfar tras la pelea de ambos recaló desde lo profundo de su ser.

Dentro de la intimidad del consejo había ocurrido una disputa entre varios capitanes a excepción de Helga. Los capitanes estaban buscando que Ulfar se convirtiera en su subordinado y la discusión tuvo a Haalkan y Markus en el centro de la escena. Uno ya sabía acerca del potencial de Ulfar, o al menos sabía una parte mientras que el otro encontró a alguien que lo pudiera suceder en algún momento. Lo cierto es que el joven terminó en el grupo de Haalkan porque Markus tuvo que ceder y es por el simple hecho de que lo avergonzaba no haber ganado como se debía.

Markus mira a un costado de Ulfar, allí descansa una espada vieja y oxidada que no se asemeja a las que se crean en Rhusk. Además, se ve tan mal que en batalla podría resultar fatal para Ulfar. Para el grandote es pésima arma como para desarrollar una carrera en la guardia personal del Jarl:

—¿Por qué cargas eso? —le pregunta Markus mientras señala la espada.

—¿Esto? —Ulfar toma el arma del mango y levanta un poco.

—Si.

—Es un obsequio.

—No quiero que me cuentes ninguna historia sobre esa porquería, pero necesitas algo mejor. ¿No fuiste aún donde el herrero?

—Fui al día siguiente de mi llegada, pero había muchos guardias y soldados. Era demasiado para mí.

—Comprendo. Ve detrás de los establos al amanecer de mañana. Allí trabaja un herrero amigo de hace muchos años. No te hará ningún trabajo sin recomendación, pero si le dices que vas de mi parte sin duda que aceptará.

—Gracias. —se queda sorprendido ante la amabilidad de Markus.

—Bien, me voy. Tengo que una misión en la frontera al sur. Parece que hay movimientos extraños.

—¡¿En la base de las montañas?! —se exalta Ulfar al escuchar eso. Como no tiene casi ninguna noticia sobre esa zona, ahora que Markus lo menciona hace estallas de muchos sentimientos el corazón del muchacho.




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