El rostro de Helkis al ver que Ulfar llega al día siguiente con un trozo de papel de piel escrito con los detalles del arma que necesita que le haga es interesante. El herrero ya había conocido a guerreros y capitanes que por impaciencia no pudieron contenerse y en pocos días llegaron y pidieron que le haga el arma. Por su larga vida y trayectoria como herrero de casi sesenta años, ha visto de todo. No sería distinto. Frunce el ceño y mira al montañés con mezcla de sorpresa y escepticismo:
—¿Qué haces aquí? —pregunta el herrero.
—Tengo el arma que necesito. —levanta el papel de piel de animal.
—Eso veo, pero ¿crees que esa decisión es tan sencilla como para que te tome menos de un día? Es de mañana. Se supone que puedes darte un par de días más. —exclama en un tono calmado.
—Si, pero ya sé que es lo que necesito. —le entrega el papel.
—Seguro que sí. —toma el papel y lee los detalles y características. —Ciertamente se dio cuenta muy rápido sobre el arma que necesita usar. Muchos se tardaría días hasta que ese lapso sea insostenible. Muchos llegan improvisando y otros creyendo que tal arma los haría grandes y al final la frustración se adueña de ellos. Sin embargo, Ulfar descubrió rápidamente la clase de arma que necesita usar en su carrera como guardia personal. Interesante. —piensa.
—¿Y bien?
—Niño. —dice a su ayudante sin voltearse.
—¿Maestro?
—Prepara la fragua. Tenemos mucho trabajo que hacer. Y no olvides las rocas.
—¿Roca? —piensa Ulfar.
—Si, maestro.
—Te haré esta arma, pero te preguntaré algo muy importante. —exclama Helkis. —De tu respuesta dependerá que esta arma sea muy especial.
—De acuerdo.
El joven ayudante y aprendiz llega con una bolsa de piel y los artículos necesarios para forjar como martillo y en yunque.
Sin perder el tiempo se predispone a empezar a trabajar. Le pide a su ayudante a que le traiga madera de la mayor dureza posible y menciona una palabra clave que el joven se da cuenta y rápidamente se dirige a conseguirlo y es el de “madera del titán”.
El titán es una clase de árbol que llega a medir unos doscientos ochenta metros de alto. Su madera es tan dura como el acero. Muchos eligen hacer sus escudos con esa madera por lo difícil de destruir. También las hojas que crecen de sus ramas se usan para medicinas. Es un árbol extremadamente sagrado y que solo en ciertos momentos del año se puede usar:
—Dime Ulfar. Sabes que soy herrero, pero ¿tienes alguna idea de que soy además? —pregunta Helkis.
—¿Es una pregunta o busca contarme algo? ¿Qué clase de persona es? No, él intenta que yo sepa algo, pero también buscará saber si se algo de él. ¿Querrá saber acerca de cuan ignorante soy por ser del clan de las montañas? Suponiendo que sepa eso si se lo contó Markus. Maldición, hay tanto que me da en que pensar. —piensa.
Helkis sonríe al mismo tiempo que se dirige a la fragua y comienza a trabajar. Ulfar mira las piedras que están cerca del herrero y que fueron traídas por el ayudante. Se da cuenta de lo que se trata, pero duda si decirlo. Están ahí reposando sobre una de las mesas, pero los símbolos se encuentran a la vista:
—Esas rocas. —murmura Ulfar.
—¿Qué dices? —pregunta Helkis.
—Manipulas runas. Eres un maestro herrero de las runas. —exclama Ulfar.
—Oh, por fin escucho algo brillante de tu parte. Si, manejo runas. Interesante. ¿Cómo lo sabías?
—En mi clan tenemos varios pergaminos de hace muchos cientos de años y que dicen sobre personas de las llanuras que manejan rocas con poderes mágicos otorgados por símbolos tallados en ellas. Se dice que pocos son los que manipulan tal poder.
—Excelente lo que dices y acertaste…en casi todo. —exclama Helkis.
—¿Casi todo? ¿en qué fallé?
—No fallaste, pero hay una información errónea.
—¿Cuál es?
Helkis martillea con fuerza con las llamas de frente. No dice una palabra y se queda en silencio durante unos pocos segundos hasta que se detiene y deja su martillo a un costado. Se voltea y mira de frente a Ulfar:
—Tienes razón en casi todo ¿sabes? Pero cometiste un error. No soy de estas tierras.
Ulfar se queda impactado tras escuchar tal revelación. Helkis, por su parte regresa al trabajo y por varios minutos se queda callado golpeando el martillo sobre la madera que el joven aprendiz trajo hace no mucho.
Para que Helkis se concentre mejor, el joven Tywer se lleva a Ulfar a las afueras de la herrería. Luego de que echara a los que buscaron los servicios del gran herrero, no hay nadie haciendo fila para ser atendidos. Es el perfecto día para concentrarse en los pedidos que están a la espera:
—Lamento…—exclama Tywer.
—¿Huh? —lo mira Ulfar.
—Lamento que mi maestro sea tan brusca en su forma de ser, pero él siempre hace lo que hace por el bien de las personas. No tiene malas intenciones. Además, ha visto muchos Jarls a lo largo de su vida. En cierta forma se siente responsable porque aquellos que elige por ser aptos tengan gloria y cumplan con su deber para con Rivahan. —dice el aprendiz.
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Editado: 16.03.2025