El grupo de escuderas que acompaña a Gyara llega por fin a una torre de al menos veinte metros de alto y lo suficientemente grande como para albergar a casi cien personas con cuartos, cocina y establos para los caballos.
Esta enorme estructura aún ostenta banderas con caballo blanco en el centro y campos azules que da la sensación de cabalgar libremente entre la fría nieve ondeando arriba de la entrada en el camino que las recibe y en la cima de esta. Fue usada para vigilar Rhusk de hordas salvajes desde los tiempos en que los Jarldoms no se habían creado aún y las fronteras seguían siendo permeables.
Muchos soldados han vivido en aquel sitio hasta hace casi ciento veinte años. Ahora solo es un lugar usado muy escasamente por guardias que buscan descansar y van rumbo a las fronteras o hacia Rhusk para volver con sus familias.
Helga lidera a las escuderas hasta la puerta. Golpea y apoya su oído sobre la madera y no escucha a nadie. Vuelve a golpear y nada aún. Voltea hacia Ivika y hace una mueca para que las demás descansen.
La capitana abre la puerta encontrándose con la escalera que asciende hasta la cima de la torre. Hay moho, telas de araña y comida podrida desde hace tiempo sobre una mesa solitaria en una habitación junto a la escalera. La luz escasea por lo que Helga ordena a una de sus subordinadas que vaya por toda la estructura dejando velas y así iluminar.
Gyara recorre el lugar con el entusiasmo de una niña ante lo desconocido mientras la persiguen Alika y Hilde, ambas encargadas de su protección por orden de Helga. Tiene una enorme energía que cuesta seguir, aunque Alika puede seguirle el ritmo.
El cielo se prepara para una inminente tormenta. Ivika mira al cielo y ve relámpagos surcar los cielos como un martillo azotando las nubes grises y al poco tiempo caen las primeras tímidas gotas:
—Thora. —exclama la vice capitana.
—Aquí estoy.
—¿Ya guardaron a los caballos?
—Si. Sama está buscando madera para encender la fogata. No tardará.
—Bien. Porque se avecina una tormenta.
—¿La ira de Tharifell? —pregunta Thora.
—Me temo que es en esta época.
—Maldición. Entonces voy a buscar a Sama.
—No te tardes. En una hora cerraremos las puertas.
—Entendido.
—Odio esta maldita época. —piensa Ivika con desagrado al ver el cielo.
La ira de Tharifell es una época de cada año en la que la nieve invernal se detiene para dar lugar a una impresionante tormenta con fuertes y violentos relámpagos y lluvias torrenciales que provocan daños enormes a todo el norte. Se lo conoce de esa manera ya que es el nombre de un antiguo guerrero de hace cientos de años que se atrevió a enfrentar a una montaña y que por su fuerza sobrehumana provocó tal avalancha que no le quedó de otra más que luchar día y noche sin descanso para detener la nieve. Se dice que en su último aliento levantó su arma y un relámpago hizo eco en todo el territorio, atrayendo la lluvia y así la calma.
Para Ivika es un fenómeno infernal ya que sus padres fallecieron durante una de esas tormentas cuando era una niña en un poblado muy al norte cercano a la frontera del Jarldom con sus vecinos. Le causó tal trauma en su mente y corazón que cuando llueve en esas épocas le cuesta dormir y tiende a temblar de manera incontrolable.
Helga organiza los turnos de vigilancia con dos escuderas protegiendo al grupo. Una apostada junto a la entrada en al lado de adentro y otra sobre la escalera.
Como traen consigo recursos como comida y Sama trajo, junto con Thora, madera para preparar el fuego, empiezan los preparativos para un cálido estofado. Gyara intenta ayudar y al verla tan entusiasta Helga accede a que corte algunas verduras:
—Vaya, eres buena cortando. —exclama Alika mientras usa una cubeta con agua en la cual lava las cosas.
—Muchas gracias. Cuando yo era pequeña…mi…madre…ella me enseñó muchas cosas y una de ellas era preparar platillos. —cuenta Gyara con una sonrisa el solo recordar a su madre.
—Tu madre…
—Si, ella murió hace unos años de una enfermedad, pero me enseñó todo lo que una noble debería saber.
—¿Qué es?
—Sobrevivir incluso en momentos de crisis. Nunca creyó que una mujer noble deba ser reducida a alguien que deba ser embarazada y generar un linaje mientras su esposo logra prestigio y hacerse un nombre.
—Una mujer muy sabia. —llega Hilde con otra cubeta de agua. —Perdón que me entrometa.
—No, está bien. —niega con una sonrisa. —A decir verdad, me emociona poder conversar con ustedes. Además, quería preguntarles algo. ¿Puedo?
—Claro. —responde Hilde.
—¡Si, siéntete segura! —exclama Alika mientras sonríe amistosamente.
—Gracias Alika, eres muy amable. Como sabrás la situación de Rivahan no es la mejor. Nuestra gente sufre el acoso de los esclavistas y nuestra fuerza no es la de antes. A pesar de que los capitanes son muy poderosos…no pueden encargarse de todo lo que ocurre en las fronteras. Quiero ser de utilidad para mi padre y las buenas personas de Rivahan.
—Pero te estás preparando ¿o no? Es decir, tu padre seguramente quiera que seas su sucesora. —dice Alika.
—Eso es lo que creo, pero…—deja a un lado el cuchillo y la papa que sostenía y mira de frente a Alika y luego Hilde.
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Editado: 16.03.2025