Academia de Asesinos: Ulfar, martillo helado

Capítulo 24: Borful , el devorador de tierras

Al día siguiente, Ulfar amanece como siempre, con la mirada sobre el techo, pensando plenamente en Fyarla y luego gira la cabeza mirando las llamas de la pequeña fogata en medio de la tienda de campaña. El sol aún no se asoma por lo que es de muy temprano.

Corre la sabana de piel gruesa para el invierno y sale de la cama completamente desnudo. Se dirige hacia sus prendas y se las pone una por una mientras siente como la brisa fresca recorre cada rincón de su cuerpo. No siente las bajas temperaturas como cualquier persona, es una fortaleza adquirida por vivir desde pequeño en las montañas.

Tras esto sale de la tienda y ve más movimiento que de costumbre. Hombres y caballos moviéndose de un lado hacia el otro. Las tiendas se van desarmando bajo la orden de los capitanes aprovechando que la tormenta de nieve ha cesado.

Se encuentra en el camino con Haalkan. Hace unas horas que el capitán se despertó y deambula, como es de costumbre, por el campamento para apaciguar su insomnio recurrente:

—Que sorpresa. —exclama Haalkan.

—Si, lo mismo digo. —dice Ulfar.

—¿Sueles despertarte tan temprano? —pregunta Haalkan ya que nunca lo ha visto despierto tan temprano o mejor dicho no se lo ha encontrado jamás a tan pocas horas del día fuera de su habitación.

—Muy a menudo, pero esta vez un sueño me alentó a despertar.

—¿Qué sueño? — pregunta Haalkan e invita a Ulfar caminar para despejarse y poder sacarse el sueño.

—Ella.

—¿Te refieres a esa chica que me contaste?

—Si.

—¿Fue un buen sueño?

—No lo se.

—¿Quieres contarme?

Ulfar no se sorprende por el interés de Haalkan. Él suele relacionarse muy bien con sus subordinados y eso lleva a que escuche sobre sus problemas y si está en su poder, ayudar sin ninguna intención extra. Por esa razón su unidad le es leal sin llegar a demostrar que está por arriba de ellos en cuestión de fuerza o ferocidad:

—Si, claro.

—Te escucho.

—El sueño empieza en las montañas. Fyarla…ella…recoge algunas flores para medicinas mientras yo la acompaño y veo como recorre el bosque. Solo estamos ella y yo, pero de la nada el bosque desaparece por una niebla fría. Ella también lo hace, pero es la última…luego me despierto con mucho sudor en el rostro. ¿Qué crees que signifique?

—Mmm…es un sueño bastante curioso, pero tómalo como por lo que es…un sueño.

—Ya veo.

—Sin embargo, no se si viene al caso, pero en otras tierras el soñar con alguien que significa algo muy fuerte para ti es una señala.

—¿Mala o buena?

—Eso dependerá de muchas cosas, pero no soy el más indicado para decírtelo.

Aunque se lleven menos de cinco años de edad, Haalkan habla con mucha sabiduría como si lo hubiera vivido todo en tan poco tiempo. Su origen sigue siendo un misterio ya que no es un hombre del norte como tal. Sus rasgos faciales lo delatan y además no lo ha visto, a plenitud, en combate por lo que Ulfar siente que oculta muchas cosas.

Después de dar una vuelta completa alrededor del campamento, Haalkan decide descansar sobre un tronco frente a la fogata junto a varios miembros de la unidad de sabotaje y espionaje mientras observan salir al sol. Ulfar se queda maravillado por la vista. No es como si ver la salida del sol en las montañas no fuera algo impresionante, pero observar desde otro ángulo da una perspectiva distinta del mundo.

Los rayos del sol iluminan todo el campo nevado impregnado de oscuridad. Las temperaturas se vuelven agradables, aunque persiste el aire fresco del invierno perdurable. Los pequeños animales salen de sus madrigueras para iniciar un nuevo ciclo de vida, muerte, caza, reproducción y alimentación. Haalkan le explica:

—Podremos ser guerreros, Ulfar, pero también somos personas que siente el dolor de los demás. Quizás no como Alika, pero lo sentimos.

—Haalkan ¿Por qué tan de repente?

—He escuchado a muchos aldeanos enterarse sobre lo que pasa en el sur y nos criticaron por no haber pasado a la acción con la velocidad que se esperaría. Si, no lo niego, tienen mucha razón. Actuamos muy tarde y volveremos hacerlo. —exclama apretando sus puños de la impotencia y amargura de pensar que hubo gente a la que no lograron salvar de los brutales esclavistas. —Ya, déjame, necesito decir esto. —añade frente a sus subordinados, quienes se quedan en silencio otorgándole a su capitán la bendición del silencio y la atención para que se desahogue.

—¿Crees que podamos solucionar el problema de los esclavistas? —pregunta Ulfar por un problema tan recurrente que ni el Jarl actual ni los anteriores han podido dar solución.

—Eso quisiera, pero…no lo sé. —responde el capitán. —Solo podemos actuar conforme se nos dan las oportunidades, no porque fuéramos veloces o pudiéramos en sí.

De repente, se escucha una explosión al otro extremo del campamento y varias tiendas, así como nieve y viento helado salen volando metros en las alturas. La vista dura poco cuando el capitán toma acción con rapidez ordenando a sus subordinados que lo sigan hasta el lugar. Los ocho hombres y mujeres siguen a Haalkan a través de las tiendas. Se van sumando más personas que pertenecen a los jinetes de Markus que se estaban despertando o preparando sus desayunos.




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