Academia de Lobos: Sangre Oscura

Capítulo 10.1

No recuerdo cómo llegué al bosque. Sólo recuerdo cómo mis piernas se movían por sí solые, mientras mi cabeza zumbaba por los fragmentos de pensamientos. La arena, la sangre, los gritos del licántropo, la mirada depredadora de Amón, el shock en el rostro del profesor… todo eso se repetía una y otra vez mientras avanzaba a través de la oscuridad.

El bosque estaba aterradoramente silencioso. Incluso los pájaros habían dejado de cantar, como si sintieran que sus voces no eran bienvenidas aquí. Las ramas de los árboles se extendían unas hacia otras, formando un dosel negro que ocultaba las estrellas. Sólo la luna, luchando por atravesar algunos claros, iluminaba débilmente el camino.

"Todos vamos a morir."

Ese pensamiento apareció de repente. Era simple y obvio, como un relámpago que parte el cielo. Pero, como toda verdad, dejó un vacío detrás de sí.

"Todos vamos a morir. Humanos. Licántropos. Yo. Nadie saldrá de aquí con vida. La Academia es una trampa, diseñada perfectamente para quebrarnos y destruirnos."

Me apoyé contra un árbol, sintiendo cómo mis piernas empezaban a temblar. Mi corazón latía más rápido de lo que debería. Cerré los ojos, intentando calmarme, pero el silencio sólo intensificaba mi tensión.

"¿Por qué nos tienen aquí? ¿Qué sentido tiene todo esto? Sólo somos carnada, material descartable. Incluso aquellos que creen ser fuertes… también son víctimas. Nadie sobrevivirá."

— ¿Estás intentando escapar?

La voz sonó tan inesperadamente que di un respingo. Era grave, pausada, pero en ella se percibía algo más que una simple pregunta. Giré la cabeza y lo vi.

Kair estaba parado entre las sombras de los árboles. La luz de la luna caía sobre su rostro, resaltando sus facciones marcadas y el brillo frío de sus ojos.

— No estoy escapando, — respondí con sequedad. — Estoy… paseando.

Él ladeó la cabeza ligeramente, entrecerrando los ojos, y dio un paso hacia mí. Sus movimientos eran fluidos, casi silenciosos, como los de un depredador que acecha a su presa.

— ¿Paseando? ¿A esta hora? ¿En este lugar? — En su voz había un leve matiz de duda, pero no sonaba como un reproche.

— Sí, — dije, levantando la barbilla con terquedad. — Aquí, al menos, hay menos posibilidades de encontrarme con otro lobo que decida usarme como su saco de boxeo personal.

Sus labios apenas se movieron, como si quisiera sonreír pero cambiara de opinión.

— ¿Quieres estar sola?

— Quiero entender qué demonios estoy haciendo aquí, — solté, cruzándome de brazos.

Kair se detuvo a pocos pasos. Me miraba como si estuviera intentando leer mis pensamientos.

— Tienes miedo, — dijo al fin.

— No, — respondí rápidamente, quizás demasiado rápido.

— Entonces, ¿por qué corriste al bosque?

— Porque… — Me detuve, sintiendo cómo la rabia empezaba a hervir dentro de mí. — Porque todo esto… todo esto es absurdo. Pretenden que sobrevivamos, pero todos vamos a morir. Ya sea por sus manos o por nuestra propia estupidez.

Kair guardó silencio. Su rostro permanecía frío, como una máscara, pero en sus ojos apareció algo que no pude descifrar.

— No te equivocas, — dijo en voz baja.

Lo miré, esperando una respuesta sarcástica o algún comentario distante, pero sus palabras sonaron como si estuviera hablando consigo mismo, no conmigo.

— Entonces, ¿por qué sigues aquí? — pregunté, sintiendo cómo las emociones que había intentado contener empezaban a desbordarse. — ¿Por qué juegas según sus reglas, si sabes que todo esto no tiene sentido?

Él dio otro paso hacia mí. Ahora estaba tan cerca que apenas nos separaba un metro, y sus ojos grises, fríos como el cielo de invierno, parecían atravesarme.

— Porque alguien tiene que sobrevivir, — respondió en voz baja, pero en su tono había un acero inquebrantable.

— ¿Sobrevivir? — Solté una risa amarga. — ¿De verdad crees en eso?

— Creo en las decisiones, — dijo. — Incluso si las probabilidades son mínimas, lucharé mientras haya una oportunidad de cambiar algo.

Sus palabras me tocaron más de lo que quería admitir. Pero, en lugar de reconocerlo, aparté la mirada y fijé los ojos en la oscuridad del bosque.

— Eres demasiado ingenuo para ser un licántropo, — murmuré.

— Y tú demasiado terca para ser humana, — replicó con calma.

Me giré hacia él, dispuesta a lanzar alguna respuesta mordaz, pero en lugar de eso, me quedé mirándolo fijamente. En ese momento, no parecía un depredador. En sus ojos había una mezcla extraña de determinación y cansancio que me hizo sentir que él era algo más que el líder de su manada.

— Será mejor que regreses, — dijo, suavizando un poco su tono. — El bosque se vuelve peligroso por la noche.

— Puedo manejarlo, — respondí obstinadamente, pero él no se movió.

— Vamos, — dijo finalmente, girándose y dando el primer paso.

Vacilé por un momento, pero finalmente lo seguí. Caminamos en silencio, un silencio que, por alguna razón, no parecía incómodo. Su presencia ya no era opresiva. Al contrario, me sentía… más tranquila.

"Quizás hay algo humano en este lobo," pensé, pero aparté rápidamente esa idea.



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Editado: 06.01.2025

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