Academia de Rebeldes

5

— Katria, quiero irme a casa— Dijo mi hermana en medio del caos de música de moda y gente alcoholizada. 

— ¿Desde cuándo te quieres ir temprano? — Contesté 

— Es que, no sé, me da mala vibra hoy— 

— No seas aguafiestas, al menos dos canciones más— Realmente me estaba fastidiando que Kailani desee irse, justo cuando ese chico lindo de la banda que toca está mirándome descaradamente. 

 

La música, la gente, el olor, la fina capa de sudor que cubría mi cuerpo excitado, todo comenzó a dar vueltas. 

 

Perdí a mi hermana ¿A donde se había ido? ¿Me dijo que se iba? No creo que se marche sin mi, seguro está en el baño. 

 

Unas manos heladas me taparon los ojos, un cuerpo masculino se me acercó en un abrazo 

— ¿Dónde está tu hermana? — Preguntó León

 

Le quité sus manos de mi rostro, volcando lo que quedaba de mi bebida en mi hombro. Él no estaba muy contento pero a mi me causó gracia de todos modos. 

 

— Ni idea, se quería ir a casa, así que no te sorprendas si desaparecemos en un par de canciones. 

 

— ¿Por qué no la acompañaste? 

 

— Porque pienso besar a ese chico lindo antes de irme a casa— León se giró para ver en la dirección que yo señale y ahí estaba él. 

 

— Voy a buscar a tu hermana y nos vamos a comprar helado, a lo mejor así se anima— 

 

— Bien— 

No me importaba nada en absoluto, solo esos ojos que me comían con la mirada y mi ego que guiaba mi existencia. 

 

Un beso, un beso único y pasional, como si hubiera estado la vida entera esperando ese momento, unas manos cálidas que subían por mi espalda hasta tomarme por detrás de la cabeza. Estaba decidida a entregarme esos instantes a todo lo que una dosis de amor significaba y luego…

 

Y luego todo explotó 

 

El rostro de ese chico se deshacía en mi memoria, los ojos de León decepcionados, mi hermana y su rostro muerto, cubierto de sangre y escombro, todo comenzó a prenderse y apagarse en mi mente como flashes. 

Si tan solo hubiera hecho caso…

Si tan solo ese muchacho no me hubiera mirado…

Si tan solo, unos instantes…

Mi hermana sabía, sabía de la bomba…

La carta de mi padre unos días antes…

¿Por qué no me lo dijo? 

¿Por qué? 

 

Desperté con el vómito que subió por mi garganta, corrí hasta el baño y liberé todo lo que había en mi estómago, si aún quedaba algo. 

 

Aún medio despierta las imágenes seguían perturbando mi mente, me bañe con agua fría, no entendía muy bien cómo funcionaba esta bañera, intuía que con magia que yo no sabía utilizar claramente. 

 

Un aroma floral subía desde la planta baja y lo único que logró es que empeoren mis náuseas. Me miré al espejo, mis ojeras no eran tan pronunciadas, tuve épocas peores, había casi salido de eso, quizás esto es un nuevo comienzo. Uno donde lograré de alguna manera vengar la muerte de mi hermana y mi madre. 

¡Pero por favor! Solo escuchen lo que desvaría mi mente. 

 

Cuando salí del baño ya había ropa sobre mi cama, un vestido ligero primaveral, con un escote recto y unas mangas largas color verde esmeralda. A un lado había una camisa (también verde) y unos pantalones marrón oscuro. 

 

Bajé luego peinarme un poco. 

 

— Te dije que no elegiría el vestido— dijo Theon a su madre que lo miraba con desdén desde la cocina. 

 

Mi padre se puso en pie y vino a mi encuentro, esta vez sí me dió un cálido abrazo, que no supe corresponder como es debido. En primer lugar porque acabo de salir de la cama y de una terrible pesadilla  y en segundo lugar porque no logro saber ni quién soy en estos momentos. 

 

— Sé que es uno de los peores escenarios, pero me hace muy bien tenerte cerca Katria— Dijo con sinceridad y no esperaba una respuesta de mi parte, simplemente me guió hacía el comedor, donde estaba esperando el desayuno. 

 

— Yo… no — 

<< No quiero desayunar porque mi mente es un caos y mi estómago no coopera>> quería decir pero no me salían las palabras, el poco aire que había en mis pulmones se iba y había un vacío en mi garganta. 

 

Jabeth me miró, sus ojos empañados me hacían sentir comprendida y expuesta a la vez. 

 

Theon se puso en pie, hoy vestía más informal, menos asesino, tenía una camisa blanca, abiera en los primeros tres botones y pantalón negro. Se acercó sin ofrecer, ni una mirada, ni una sonrisa. 

 

— ¿Damos un paseo? 

 

Asentí y salimos en silencio por la puerta trasera. En este lado se observaba mucho más cuidado, el césped estaba cuidadosamente podado, habían más árboles de donde colgaban frutos exóticos. 

 

Dimos un largo paseo, en completo silencio, en algunas ocasiones lograba divisar criaturas pequeñas que corrían rápidamente a mis pasos gigantes por lo que no pude observar mucho, solo algunas narices coloridas y alas extrañas.

 

Llegamos a un lugar donde la vegetación era más baja, cada vez más baja y opaca, oscurecida en medio de maleza  y me encontré frente a una hilera de piedras preciosas de todos los colores que formaban una línea divisoria entre el césped inmaculado y la tierra esteril de color negro.

 

— Hasta aquí son nuestras tierras—

 

— ¿Quién vive más allá? —

 

— Es el bosque de almas pérdidas, si mueres y tu familia no te llora, si no dejas nada bueno en este mundo, si nadie te recuerda, tu espíritu y tu alma morarán en el bosque de almas perdidas hasta el fin de los tiempos, deformandose con los siglos, convirtiéndose en las más feroces bestias. —




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