Academia de Rebeldes

7

La luna había salido, eso indicaba nuestra hora de partida, después de una noche cabalgando llegaríamos a la academia, donde los mestizos, los no queridos y rechazados aprendían algunas cosas básicas de la magia para “servirle de algo” a la reina. Aunque el tiempo fue escaso, presentía que añoraría este lugar, su paz era algo que necesitaría y mucho, sobre todo cuando comenzara a sentir el hedor del reino podrido que de alguna manera había heredado, a pesar de que ni en mis más remotos sueños pensaba reclamar. 

El ritual que había hecho mi padre fue hermoso, aunque realmente no me sentía muy diferente, me preguntaba para mis adentros si me veía diferente, él me dijo que la magia poco a poco iría tomando forma en mi, abriéndose paso, como un pequeño riachuelo comenzando a drenar más y más agua. 

Theon estaba ya en su caballo, con esa mirada altiva y su ceño fruncido, había revisado los alrededores al menos dos veces. Estaba comenzando a molestarme su actitud y en parte, deseaba aprender todo lo que haga falta, para no tenerlo cerca, para no necesitar de nadie y así poder ser yo quién forje mi destino. 

— Nos veremos dentro de un mes, cuando tengan sus días libres— dijo mi padre después de un fuerte abrazo. Su cabello rojizo como el mío estaba volando en su rostro a causa del viento. 

— Siempre que lo necesites puedes ir a buscarme, en el templo de las musas, no queda muy lejos de la academia— Dijo Jabeth sosteniendo firme sus manos entre las mías, mientras me miraba como si fuera la criatura más débil que haya conocido. Y quizás lo era.  

Subí al caballo sin ayuda, para dedicarle una mirada igual de altiva a Theon, que se había parado dispuesto a ayudar a la princesita. Mi madre no fue tan tonta como para no enseñarnos algunas “cositas básicas”. 5 años de equitación y defensa personal tenían que servir de algo. Adoraba montar a caballo, aunque desde la partida de Kailani me había negado rotundamente, no merecía sentirme tan viva, aunque algo muy en el fondo me decía que eso era justamente lo que mi hermana odiaría.

Recorrimos parte del espeso bosque a paso lento, un silencio sepulcral habitaba el lugar, ni siquiera llegaba a oír patitas traviesas de algún animal despistado. Todo era lento y costaba trabajo recorrer algunos tramos tumultuosos, hasta que llegamos a un camino estrecho entre árboles gigantes, era el espacio justo para que los dos caballos pudieran… correr una pequeña carrerita. 

Theon me miró de reojo, como sabiendo lo que yo pensaba. Yo sonreí y casi sentí un destello de libertad en  mi pecho, una adrenalina que comenzaba a surgir y hacía tanto, tanto tiempo que no sentía. Deseaba con todo mi ser hacerlo, el caballo se detuvo casi sintiendo como me mataban las ganas de correr un rato, sin nada en la mente. 

<<Eso, eso es lo que necesitas>> susurraba esa voz interna, y yo rogaba que sea una parte de mi hermana dentro de mí, porque de otra manera no tendría el valor que se amontonaba en mi pecho.

— No conoces el camino— Dijo él sin tomarse la molestia de mirarme, aunque también su corcel se había detenido. 

— Pero él sí — contesté dándole unas palmaditas en el cuello enorme y blanco.

— Ni se te ocurra— no dejé que terminara la frase, y tampoco fue necesario insistirle mucho al caballo. 

— Ah que te gano niño sombra— Grité mientras comenzaba la carrera.

El aire húmedo de la noche me daba en la cara, sentía mi respiración agitada, mi corazón desbocado y el cuerpo del caballo igual que yo, sincronizados. Me permití sentir esa alegría, sentí que mi hermana estaría sonriendo conmigo, y quizás lo estaba, desde alguna parte. Hace tanto tiempo que necesitaba un poco de esto, y yo misma me lo había negado, castigándome por la culpa, sin embargo ahora, ahora era todo lo que necesitaba. 

Me permití reír, y mientras lo hacía notaba que no recordaba la última vez que en mi garganta había surgido tal sonido. 

Theon no tardó en alcanzarme, pero no estaba furioso ni mucho menos, al parecer era tan competitivo como yo. 

Corríamos y sonreiamos mientras uno lograba ganarle a otro por unos instantes, hasta que nos miramos de soslayo, su sonrisa era blanca y perfecta como la luna sobre nosotros, su pelo negro como el carbon se había despeinado sobre su frente. Era tan… imponente. 

Él frenó, y yo tardé un poco pero  hice lo mismo. Mi único lamento era pensar en cuánto me dolerán las piernas mañana. 

Él río, se dejó llevar por el mismo sentir y su risa sonó como una melodía grave, en medio de la noche. 

— Vaya ¿Así que sabías sonreír? — él entornó los ojos

— Deberíamos dejar que los caballos descansen un poco y tomen agua— 

Asentí y lo seguí mientras nuevamente nos adentramos en la espesura del bosque, dejando atrás las carreras y sonrisas. No muy lejos se escuchaba el correr del agua de un riachuelo. Seguimos en silencio un buen rato, pero al menos, esta vez no resultaba tan incómodo. Algo había comenzado a derretirse.

Atamos a los caballos en un tronco caído que estaba a unos pasos de un claro donde se lograba divisar algo a través de los rayos de luna que se filtraban. 

— ¿Quién te enseñó a montar? — preguntó por fin. 

— Mi madre nos envió a clases de equitación por varios años, cuando era adolescente llegue a competir en algunos torneos no muy grandes, pero deje las clases cuando comencé a la universidad, eventualmente salíamos las tres a un campo de unos amigos a las afueras de la ciudad  hasta que..—

— Pasó — se adelantó, y yo agradecí que lo hiciera. 

— Exacto, hasta que… pasó—

No era necesario mencionar el evento, no de nuevo. 

De pronto Theon se puso alerta, en pie, mirando e inspeccionando nuestro alrededor. Creí por un momento que mi imaginación me estaba jugando una mala pasada pero no, estaba olfateando. 

— Tenemo compañía, sube al árbol— 

— Pero, los caballos— 

Sacó su espada y en un movimiento ya había cortado las riendas, y dado la orden para que se marchen corriendo hacia el camino que habíamos abandonado hace unos minutos. 




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