Academia de Rebeldes

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Era espléndido, majestuoso, enorme, bestial e increíblemente a toda está multitud de gente, de hadas, les parecía de lo más ordinario. Me sentía extasiada por esos techos abovedados, exquisitos, y la cantidad de vitrales que encontraba en los pasillos me hacía creer imposible que este lugar sea al que iba “la plebe”, los no queridos, los que simplemente no valían de mucho, solo los educaban un poco para tener mano de obra barata o dos primeras filas más de soldados en combate. 

 

Había mucha gente, muchos parecían meros adolescentes y otros de mi edad, pero ¿cómo saber realmente? Me sentía como el primer día de secundaria. Muchos miedos, mucho por procesar y me faltaba nuevamente mi engranaje, mi pieza faltante, esa hermana que me sacaba de todos los problemas, la sociable, la que debió vivir. 

 

Intenté quitar ese pensamiento de mi mente mientras me dirigía a la habitación 346. Creí que necesitaría pedir indicaciones pero no era muy difícil seguir lo escrito por Theon. 

 

Ingresa al patio, a la derecha de la fuente hay un pasillo angosto que lleva al ala de las hembras, todas las habitaciones están en el mismo recinto, tu habitación es la 346. 

Te estará esperando Atyra para acompañarte en lo demás. 

Desde tu habitación, si continúas caminando hasta llegar al final del pasillo, a la derecha otra vez, está el “arco a ninguna parte” ,esa es la entrada al ala de profesores, mi habitación es la primera que verás. Solo utiliza está información si alguien está por morir. 

Que tengas un buen comienzo

Theon 

 

<<Debió costarle escribir esas palabras>> pensé mientras estaba llegando a la entrada del ala de mujeres. Si alguien me llama hembra, le voy a dar un puñetazo en la nariz, odio el deje despectivo que resuena en esa palabra. 

 

Sobre un gran arco de mármol negro habían dos esfinges, y unas palabras que no alcanzaba a comprender, probablemente en su idioma. Lo atravesé aún asombrada por tanto detalle, tanta historia de la cuál no tenía ni la menor idea estaba plasmada en las paredes, en esculturas, en cuadros. 

 

Habitación 346. 

Respire hondo, y abrí la puerta. 

 

La habitación era pequeña, muy pequeña, tenía dos camas, unas cómodas a sus costados con 4 cajones, y una puerta diminuta  a la izquierda, lo que supongo era el baño. Y en el centro de esa habitación con piso de madera y paredes con algo de moho se encontraba una mujer hermosa, de tez morena y trenzas blancas y azules. Theon había dicho que era su prima pero no había nada, absolutamente nada en su físico que me haga pensar que pudieran compartir el más ínfimo gen de ADN. 

A no ser… por eso ojos, verdes, ese color tan particular era el mismo, su intensidad también lo era, salvó que Atyra parecía poder sonreír más seguido. 

 

— Al fin nos conocemos, princesa — dijo un poco nerviosa y realizó una reverencia demasiado exagerada para mí. 

 

— Ay no por favor, nada de eso, solo soy Katria—

 

Ella me miró y volvió a sonreír.

— Estaba bien… solo Katria, soy Atyra, compañera de cuarto y aunque esté año comencé a dictar algunas materias— 

 

— Y niñera de medio tiempo a cortesía de Theon— me adelanté

 

—¿Ya mostró lo irritable que es? — Dijo sentándose en la cama, su pelo le llegaba hasta la cintura y comenzó a atarlo en un rodete alto. 

 

Atyra me hacía sentir cómoda, no dijo más nada mientras yo comenzaba a hurgar en la ropa que había en la cómoda, al parecer cortesía de su madre ya que habían muchos vestidos, que desgracia. 

 

— Le advertimos a Ja que no eligiera solo vestidos pero… bueno… creo que llegaste a conocerla un poco—

 

Suspire, me senté en la cama y sentí como el peso del mundo me caía encima, amenazando con aplastarme, toda esta gente estaba esperando algo de mi, que no sabía si podía darle, de hecho, soy lo más lejos a una princesa que pueden llegar a tener. 

 

— No se que es lo que esperan de mí— confesé, quizás porque Atyra me inspiraba confianza, quizás porque no tenía más remedio que hablar con alguien para no caer en la locura. 

 

— No es necesario que hagas nada ahora, tranquila—

 

— Ni siquiera termino de entender como paso todo… mi madre… ella lo supo todo el tiempo— no pude terminar, había tanto que decir, las palabras se me atoraron en un nudo gigantesco que me impedía hablar, las lágrimas amenazaban con salir, pero no iba a hacerlo, no quería presentarme de esta manera << la princesita llorona>>

 

— Lamento mucho lo que sucedió— su voz era suave, como una canción de cuna— no es un consuelo pero, aunque tu hermana y tu madre ya no estén, el mundo va a seguir su curso, es tu desición si quieres quedar estancada en él o recordarlas y llevarlas contigo a lo nuevo—

 

— Tienes razón… pero duele—

— Y va a doler con cada paso que des— 

— No se ni por qué te estoy contando esto, vaya manera de presentarme—

— Me halaga que confíes en mí, después de todo, además de niñera puedo ser buena compañía— dijo con una media sonrisa en sus labios carnosos. 

— Un gusto conocerte Atyra— dije con sinceridad. 

— Voy por el desayuno mientras descansas un poco del viaje—Contestó y se puso en pie, llevaba puesta una túnica holgada que dejaba ver su cuerpo largo y formado, los musculos de sus piernas se marcaban bajo el pantalon negro. 

 

La vi marcharse mientras poco a poco me dejaba vencer por el sueño, y no pude repasar por completo nuestro viaje cuando caí rendida, en esa cama pequeña, del cuarto pequeño, de la academía menos querida, en un territorio desconocido. 


 

 

 




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