Salimos al patio exterior, el sol comenzaba su largo descenso hacia el horizonte, dejando colores cada vez más suaves.
Terminamos deambulando con Atyra por entre los árboles, el aroma de las flores lo inundaba todo, podía sentir como comenzaba a intensificarse cada sentido de mi cuerpo, y eso me conflictuaba, la magia funcionaba en mi cuerpo ¡era bueno! pero, también me recordaba todo lo que había dejado atrás.
Se escuchaban charlas distantes de estudiantes que aún no habían optado por entrar a cenar, y la verdad era que el aire cálido se prestaba para contemplar esa hermosa puesta de sol.
A Kailani le hubiera encantado este lugar, le hubiera gustado pintarlo y de alguna manera, en estás pequeñas cosas que ella adoraba, la sentí conmigo y ese mismo sentir era el que me ahogaba, me comprimía el pecho y yo debía simplemente pasar desapercibida esa angustia.
– Deja de pensar tanto, va a salir humo de tu cabeza en cualquier momento- dijo Atyra empujándome con cariño.
– No puedo evitarlo, es… difícil y… complicado —
— Date tiempo— contestó mientras pasaba un brazo por mis hombros, un gesto de hermandad, unidad, cariño. Caminó conmigo un tramo más, yo sabía que no le restaba importancia a mi dolor, sino que era su forma de acompañar.
— ¿A dónde vamos, a todo esto?
— A nuestro lugar desde que éramos estudiantes, ya verás— dijo
Me guío por un camino pequeño que bordeaba todo el laberinto principal del parque, hasta llegar a lo que supuse era la diagonal izquierda, es que, era tan grande que no podía saberlo con certeza, si quiera podía saber cuánto tiempo habíamos pasado recorriendo hasta llegar a este punto.
Más paredes se enredaderas se alzaban a nuestro alrededor pero, en una esquina había algo, un pequeño destello dorado, una cuerda de color dorado y rojo. Atyra la tomó en sus manos.
— Ven aquí— me dijo extendiendo esa cuerda hacia mi — para algunos pocos, como yo, la ritomancia es la manera de acceder a la magia así que nuestra entrada siempre fue así—
— ¿Y este lugar es…?
— Nuestro pequeño escondite, cuando queremos hablar en privado o simplemente necesitamos espacio, venimos aquí—
Y así con nuestras manos entrelazadas,el anillo sobre su dedo índice brillo de un color verde esmeralda, la cuerda vibró y, las flores y ramas como vivas serpientes se abrieron paso para dar lugar a una puerta.
Entramos.
Una cúpula de cristal se alzaba en el centro mismo del laberinto, las paredes verdes y florecidas, en cada esquina había espacios diferentes, un sector de entrenamiento, un escritorio con dos bibliotecas detrás, un sofá y una mesa redonda.
Todos ya estaban en el lugar, Theon, Dymis, otro joven de cabello castaño, de gafas y ojos dulces, una elfa preciosa y delicada de cabello blanco como la luna.
Theon estaba recostado en el sofá con los pies sobre un banquillo y tapándose el rostro con su antebrazo, Dymis estaba entrenando golpeando sin cesar una columna que estaba recubierta con unas telas, y los dos desconocidos para mi estaban en el sector más bien de estudio.
—- ¿Esto no era una reunión? pareces un lastre viejo— Atyra entró como en su casa, la puerta se cerró detrás de nosotros.
— Eres insufrible ¿Lo sabías? — Contestó Theon cambiando de posición, su pelo caía despeinado sobre su rostro y no lograba descifrar si estaba enojado o cansado, lo que sí podía notar es que aquí ese Theon recto, perfecto y serio que conocí se había desarmado un poco, como si de verdad este simple espacio entre amigos fuera su único hogar.
— Admite que en el fondo me extrañaste— Atyra lo abrazó por la espalda, tirando gran parte de su peso hacia adelante, despeinandolo, y abrazándolo con fuerza. Realmente parecían hermanos.
Forcejearon un instante, había que admitir que ella contaba con ventaja de pie a sus espaldas aunque a la vez, reían, hasta que Theon con una sola maniobra, la hizo girar y ella cayó al piso frente al sofá, ella utilizó sus pies para golpearlo en el hombro mientras se incorporaba.
— No te devuelvo el golpe porque tu macho no va a controlarse— Río Theon finalmente, mientras se acomodaba el cuello de su camisa
Dymis había parado su actividad y estaba observando con una sonrisa
— ¿Celoso de que te robe a tu amigo? — dijo ella y se fue contoneando hasta su pareja.
La elfa de pelo blanco se puso alerta cuando Theon se recostó nuevamente en el sofá e hizo una mueca de dolor. Lo miraba con desaprobación al igual que a Atyra, se acercó de mala gana hacía Theon.
— Muéstrame — Dijo cruzándose de brazos frente a él.
—Tamar es la hija de un poderoso sanador, enseña en la academia de Tenhas pero creo que no le enseñaron modales. Tamar ella es Kailani— Dijo Theon
—Así es, un gusto, muéstrame— Contestó sin dirigirme la mirada
— No es nada— contestó Theon aunque de todas maneras comenzó a desabotonar su camisa negra.
La herida. En todo este tiempo había olvidado por completo la herida que sufrió ese día, ese maldito día en que nos conocimos.
Cuando se quitó la camisa se veía como su hombro estaba nuevamente con un tono violáceo en la piel, un gran hematoma que se extendía en dirección a su pecho, sus venas comenzaban a oscurecer y ramificarse alrededor de la herida.
— ¡Qué imbécil puedes ser! ¿Quieres terminar como un demonio en el bosque sin vida? hay que abrir eso para curarlo, otra vez — dijo Tamar.
— No es para tanto Tamar— Dijo este intentando volver a ponerse la camisa a lo que la elfa frente a él sacó una daga y le dejó a unos centímetros de su cuello en dos segundos veloces, dejándolo sin otra opción. El rostro de ella era vacío, frío e implacable.
— Su padre nunca la reconoció como hija, a pesar de que el parecido físico es impresionante,y los dones son aún más evidentes— Me susurró al oído Atyra
— ¿Con qué fue? — La voz era lo que terminaba de generar cierto respeto, porque era igual que ella, fría y potente a su vez. Su pelo blanco caía suavemente por su rostro implacable mientras ella sacaba de un bolsillo un pequeño libro y buscaba algo en él.
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Editado: 14.07.2025