Ella miraba hacia la ventana con sus perfectos ojos grises, su pelo azabache enmarcaba su rostro surcado por algunas delicadas líneas de la edad que le quedaban preciosas.
— Me gustaría decir que él no fue siempre así, que en el fondo de su ser hay algo de bondad y que simplemente me enamoré perdidamente de esa parte de él que no muestra a todo el mundo — tomó un sorbo de su té y dio un largo suspiro antes de continuar— pero la verdad es que siempre fue el ser oscuro que conociste en esa oficina, cegado por ambiciones y deseo de poder.
Nuestros padres eran los que tenían buena relación en realidad, a medida que crecíamos yo lo escuchaba decir y murmurar cuán poderoso podría ser un niño nuestro, ya que mis poderes y los suyos eran cada vez más grandes y poco comunes.
Jamás pude verlo con ojos de amor, de hecho siempre temí el alma que se esconde detrás de esa mirada congelada por el tiempo, ni siquiera pude considerarlo en el momento en que mi padre me propuso seriamente la idea de acordar un matrimonio con él, después de todo siguen existiendo las conveniencias en las familias más cercanas a esa maldita corte. Desde ese momento la relación con mi familia comenzó a tensarse cada vez más. Supongo que nunca pertenecí allí del todo.
A medida que pasaban los meses, se acercaban mis 20 años, y algo dentro de mí me decía que con ellos llegaría el momento en que Otheren lo intentaría, y algo dentro de mí comenzó a temer. Comenzaba a cruzarlo en todos lados; era evidente que él estaba buscando un momento de acercamiento, entonces mi estrategia fue todo el tiempo estar acompañada, no le daba la posibilidad de estar conmigo a solas.
Pero eso no iba a detenerlo, claro que no. Comenzó a escribirme cartas que nunca respondí, y en lugar de aplacar sus deseos parecía que los enardecía mucho más. Las cartas aumentaban de frecuencia, y luego llegaron más visitas inesperadas. Se aparecía con mis padres; cualquier excusa era buena.
Mis padres nunca me comprendieron, pues para ellos era la gloria misma lo que él me ofrecía pero… siempre fui un alma libre, ¿sabes? Muy parecida a ti. No estaba en mis planes el hogar, como tampoco lo estaban los hijos que Otheren me obligaría a tener si me casaba con él. — Ella miraba el fondo de la taza como si viera en ella sus recuerdos reflejados o quizás solo se estaba dando un momento para continuar el relato— Las discusiones con ellos aumentaban junto con la insistencia de todo nuestro círculo en común; me tildaban de loca, de inepta e incluso comenzaron a decir que quizás no quería casarme porque era demasiado promiscua.
Mis amigos, entre ellos tus padres — sonrió ante el recuerdo que imagino evocaban esas figuras juveniles de lo que alguna vez fue una época dorada— eran los que me creían y se preocupaban conmigo.
— ¿Qué temían? — me atreví a preguntar interrumpiendo su relato.
— Otheren no quería ser padre, quería el poder que vendría con un hijo así. Imagínate, alguien con poderes de Deamati y Espectro: bien entrenado sería un… arma… una de las más peligrosas, un espía poderoso ya que no hay nada mas valioso que los secretos en una corte corrupta.
La celebración del equinoccio llegó, y junto con ella el festival más concurrido donde todas las academias participan, un mundo de estudiantes que aprovechan la ocasión para interactuar. Cada año le toca en una academia diferente, y ese año nos tocaba a nosotros, los guerreros.
Habíamos trabajado arduamente por semanas en cada detalle, así que simplemente olvidé las cartas, las miradas a escondidas, la existencia misma de Otheren, que buscaba encontrarse conmigo a cada momento… pero él no iba a olvidar nada, él simplemente estaba esperando el momento adecuado.
Éramos jóvenes, que tras largos años de paz habían olvidado la existencia de ese mal que recorre el mundo, que desgraciadamente siempre vuelve a aparecer.
Entonces, cuando la noche cayó sobre nosotros, volvimos a nuestras habitaciones, la mayoría bajo los efectos de un amor inminente. Me despedí de tus padres cerca del invernadero, no pasé mucho tiempo caminando sola hasta que noté su presencia oscura siguiéndome, sus ojos negros como la noche que estaba terminando buscaban los míos con desesperación. — Una lágrima silenciosa corrió por su mejilla y cayó sobre la tela de su vestido, mi corazón comenzó a palpitar fuerte dentro de mí pues podía imaginar lo que relataría a continuación y cuán difícil sería para ella pronunciar cada palabra— Luché con todas mis fuerzas; si notas con detenimiento, él tiene una ligera cojera al caminar producto de esa fatídica noche. Pero él seguía siendo un Deamati, un simple descuido producto del cansancio me llevó a mirarlo y… bueno, imaginarás que hizo conmigo lo que quiso esa noche, como si no existiera en mí una consciencia viva que reviviría esos sucesos como pesadillas sin fin a lo largo de los años.
Mi cuerpo no era mío, él me lo robó junto con mi destino, parte de mi vida, me arrebató un fragmento importante de mí que jamás volvería, y sé que mi alma envejecerá sin poder encontrar esa pieza que me falta.
Cuando desperté la mañana siguiente, mi cuerpo llevaba consigo las marcas de la batalla perdida, una batalla que me hacía sentir completamente sucia y desgarrada más aún sabiendo que jamás quise participar en ella y junto a mi cama una carta donde estaba la fecha y la hora en que nos casaríamos. Tenía que ser pronto para “no levantar sospechas”, pero si hay algo que puedo decir que mi hijo heredó de mí es la testarudez, y de la buena.
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Editado: 09.12.2025