El mármol azul bajo sus pies vibraba suavemente, como si respirara. Alina avanzó un paso, luego otro, observando todo con ojos asombrados.
La torre de cristal era aún más alta de cerca, sus muros resplandecían con tonos iridiscentes, y en sus ventanales se reflejaban no solo el cielo, sino escenas en movimiento: reinas antiguas, duelos mágicos, criaturas aladas danzando entre nubes.
Las otras chicas llegaban desde distintas direcciones, portales, nubes, carruajes flotantes. Llevaban vestidos elegantes, túnicas de casas nobles, e incluso capas con gemas bordadas. Alina se sintió pequeña. Invisible.
—¿Nombre? —preguntó una voz sin rostro.
Delante de ella había un arco de piedra flotante. La voz venía desde él, como si el portal hablara.
—Alina —dijo, con un temblor en la garganta—. Alina de… Lysoria.
Hubo un silencio que no era silencio. Algo… escuchaba.
Luego, el arco se iluminó de azul pálido y la dejó pasar.
Al otro lado, un vestíbulo tan grande como un bosque. Techos altos como cielos, columnas con flores esculpidas, y alfombras que parecían hechas de hilos de luna. Una docena de estudiantes ya esperaban allí. Algunas hablaban entre ellas con risitas elegantes. Otras medían con la mirada.
Alina caminó en silencio. Nadie pareció notarla… hasta que alguien lo hizo.
—Vaya, vaya… la becada.
La voz venía de una chica de cabello rojizo, con una corona de espinas doradas como tiara. Sus ojos eran verdes, pero no como hojas, sino como veneno dulce.
—No sabía que aceptaban campesinas ahora —continuó con una sonrisa ácida—. Me llamo Syra D’Elaris. Cuarta en la línea de la Casa Estival. ¿Y tú?
Alina abrió la boca, pero otra voz la interrumpió.
—¿Y tú siempre haces inventario de árboles genealógicos o te pagan por intimidar recién llegadas?
Era una chica de piel oscura y ojos color miel. Llevaba botas de combate y una capa de hojas metálicas. Se acercó a Alina y le ofreció la mano.
—Soy Neria. De la Casa del Río. Tú debes ser la chica que vino con el sendero oculto. Te estaban esperando.
Alina apenas pudo asentir. La gratitud le apretaba la garganta.
Entonces, los grandes vitrales se oscurecieron. Y una figura descendió flotando desde la cúpula central.
Llevaba una túnica blanca, cabello plateado recogido en una trenza infinita, y ojos que parecían saber más de lo que nadie debería.
—Soy la Directora Selenya A’dorien —dijo con una voz suave, pero imposible de ignorar—. Y esta es la Academia de Reinas.
Todas callaron.
—Aquí no buscamos niñas perfectas. Buscamos poder verdadero. En cada una de ustedes hay una corona esperando ser despertada. Algunas lo lograrán. Otras… no.
Un murmullo recorrió el aire como electricidad.
—Esta noche cenarán bajo las constelaciones. Mañana comenzarán las pruebas. Y dentro de siete lunas, una de ustedes será elegida como la Portadora del Vínculo Celestial. El resto… decidirá si regresa, o permanece como aprendiz.
Selenya la miró directamente. A Alina. Por un segundo. Y algo brilló en sus ojos.
—Incluso lo que está dormido… puede despertar —dijo.
Y se desvaneció entre destellos.
Neria le dio un codazo suave.
—Bienvenida al nido de serpientes y estrellas, becada.
Alina tragó saliva. Sentía que algo bajo su piel quería salir. Pero todavía no sabía si era magia… o miedo.
Editado: 29.05.2025