La noche cayó como un hechizo.
El comedor flotaba en el aire, sostenido por raíces doradas que brotaban desde la cima de la torre. No tenía techo. Sobre ellas, el cielo se abría inmenso, y las constelaciones giraban lentamente, como si supieran que estaban siendo observadas.
Cientos de velas levitaban entre las mesas. Las copas estaban llenas de néctar de cristal, los platos con frutas encantadas y dulces que cantaban en voz baja.
Pero nadie comía. Todas esperaban.
La Directora Selenya apareció en el centro del círculo, caminando sobre una superficie invisible en medio del comedor. A cada paso, sus pies dejaban huellas de luz.
—Han sido convocadas por su potencial, por sus raíces… y por el llamado del Vínculo Celestial —dijo, su voz como un eco suave que acariciaba el aire—. Pero antes de comenzar su formación, deben conocer a qué linaje pertenecen en esta nueva vida.
Un estruendo suave. Como si las estrellas contuvieran el aliento.
—Esta noche, la magia ancestral de Lysoria las reconocerá. No según lo que desean… sino por lo que verdaderamente son.
Con un gesto, hizo aparecer cuatro artefactos antiguos que flotaron a su alrededor, girando en círculos de fuego, agua, tierra y viento. Cada uno brillaba con una energía distinta:
—Cada una pasará al centro. Los artefactos se reunirán a su alrededor. Solo uno elegirá. Y ese será su hogar —concluyó Selenya—. A menos que… ninguno los reconozca. En cuyo caso…
Se hizo un silencio denso.
—Será un problema.
Neria fue la primera. Caminó decidida, sin miedo. Los artefactos giraron a su alrededor… y el Cristal Raíz brilló con fuerza, emitiendo una onda verde que la envolvió con hojas y viento suave. Todos aplaudieron.
Una a una, las chicas fueron llamadas.
Syra, por supuesto, fue elegida por el Loto Carmesí en menos de un suspiro. El fuego se arremolinó en torno a ella como si la adorara.
Varias más fueron reclamadas por la Corona o el Orbe. Las casas parecían balancearse entre las más poderosas y las más respetadas.
Alina tragó saliva cuando dijeron su nombre.
—Alina de Lysoria.
Las miradas se clavaron en ella.
Caminó hasta el centro, con las manos sudorosas y el corazón en la garganta.
Los artefactos se movieron. Uno por uno, giraron a su alrededor. Esperaron. Medían. Silencio.
Nada.
No brillaban.
Ni fuego.
Ni sombras.
Ni agua.
Ni tierra.
Nada.
Hasta que…
El cielo tembló. Las velas titilaron. Y una nueva luz descendió.
No venía de ningún artefacto.
Venía de arriba.
Una estrella fugaz atravesó el cielo… y cuando su luz tocó el suelo, los cuatro artefactos brillaron a la vez, desbordando su energía. Una quinta llama, blanca y dorada, surgió del aire mismo, girando alrededor de Alina como una espiral viva.
Selenya frunció el ceño. No sorprendida. Sino… expectante.
—Imposible —murmuró una de las instructoras.
—No lo es —corrigió la Directora, dando un paso al frente—. Hay un linaje perdido. Uno que no ha sido reclamado en siglos.
La luz blanca se condensó. Formó un símbolo en el aire: una corona quebrada rodeada de estrellas.
—La Casa Aetherion —dijo Selenya—. Magia del Corazón Puro. La más antigua… y la más olvidada.
Silencio absoluto.
—No hay registro reciente de esta Casa. Alina será su única heredera.
Todas las miradas se volvieron hacia ella. Unas con miedo. Otras con fascinación. Y unas pocas con odio puro.
Alina solo sintió vértigo. Y una certeza silenciosa:
Esto no termina aquí. Esto apenas comienza.
Editado: 29.05.2025