El dormitorio era como salido de un cuento.
Cada habitación flotaba en una flor de cristal suspendida en el aire, unida a las demás por puentes de hiedra luminosa. Desde sus ventanas se veía el firmamento moverse lentamente, como si los astros los observaran también.
A Alina le asignaron la última habitación del Ala de las Herederas, donde vivían las estudiantes elegidas por los artefactos más poderosos de cada casa.
Cuando empujó la puerta, la luz se encendió sola, suave, acogedora.
Tres camas. Una ya ocupada con libros apilados y frascos de tinta que flotaban en círculos ordenados. Otra cubierta por una capa de hojas doradas y un par de botas embarradas tiradas sin cuidado.
—¡Mira, la nueva! —exclamó una voz al fondo.
Neria sonreía desde un rincón, comiéndose una fruta brillante que chispeaba al morderla.
—¿Casa Aetherion, eh? No todos los días aparece una heredera legendaria. —Dejó la fruta flotar en el aire—. Soy Neria, ya sabes. Y ella —señaló a la chica de la cama llena de libros— es Lyselle. Casa Noctis. No habla mucho, pero cuando lo hace, suele dejar a todos mudos.
Lyselle levantó la mirada. Tenía ojos grises y un aura tranquila, como si siempre supiera más de lo que decía.
—Tú —dijo con una voz suave—, no deberías estar aquí.
Alina se detuvo en seco.
—¿Qué?
—Digo que es raro. La Casa Aetherion… no debería existir.
—Justo eso quería preguntar —dijo Alina, dejando su bolsa en el suelo—. ¿Qué es la Casa Aetherion?
Neria y Lyselle se miraron. Luego, Neria se sentó al borde de su cama, como si se preparara para contar una historia prohibida.
—La Casa Aetherion fue la primera. Antes de que existieran las otras cuatro, antes incluso de que Lysoria tuviera una reina. Sus portadores no usaban grimorios ni invocaciones. Su magia nacía del corazón: emoción pura, sin filtro, sin medida.
—Pero eran demasiado poderosos —intervino Lyselle, cerrando un libro con un chasquido—. Demasiado inestables. Algunos decían que podían resucitar a los muertos. Otros que podían cambiar el curso del destino.
—Y entonces… desaparecieron —continuó Neria—. Dijeron que el linaje fue maldito. Que nadie con esa magia sobrevivió al gran quiebre.
Alina sintió un frío subirle por la espalda.
—¿Y si fue un error? —preguntó—. ¿Y si yo no pertenezco allí?
—Los artefactos no se equivocan —dijo Lyselle, seria—. Pero tú… tú pareces humana.
Alina frunció el ceño.
—Lo soy. Bueno… al menos eso creo. Viví en un mundo normal. Personas normales. Mi hermana es la única que… entiende de magia. Pero yo nunca… —se detuvo, buscando las palabras— Nunca sentí que fuera parte de esto.
—Entonces algo estás ocultando. O algo te ocultaron —murmuró Lyselle, aguda como una daga.
—¿Y por qué debería creerte? —replicó Alina.
Pero Neria rió suavemente, levantando las manos.
—¡Ya, calma! Tal vez sea un misterio, tal vez una elegida, o tal vez simplemente una chica que estaba destinada a sacudirnos a todas. Lo importante es que estás aquí. Y mañana empieza lo difícil.
Lyselle asintió, aunque sus ojos no se apartaban de Alina.
—Si despertaste la Casa Aetherion… necesitarás más que clases para entender quién eres.
Alina se recostó en la cama que aún no tenía dueño. El colchón se amoldó a su cuerpo como si la conociera. Miró al cielo a través del techo de cristal, donde una estrella parpadeaba con intensidad extraña.
Y esa noche, por primera vez… soñó.
Una mujer de cabello blanco la sostenía entre ruinas doradas.
Un fuego azul danzaba en sus venas.
Y una voz antigua, como el rugido de una tormenta entre constelaciones, susurraba su nombre:
Alina… Despierta. El vínculo ya te eligió.
( pido disculpas, se que voy a cometer erorres. estoy en examenes finales y puede que confunda algunos nombres o cosas. ademas, es mi primera vez creando una historia de fantacia)