Academia De Reinas

Capítulo 7: Fragmentos de Luz

—¡Alina!
—¡Alina, respira!

Voces lejanas. Ecos rotos por el viento.

El lobo de estrellas se desvanecía frente a ella como arena suspendida en la corriente. Su visión se tornaba blanca… luego negra. Luego nada.

Silencio.

Cuando abrió los ojos, el techo no era el mismo. Tampoco la luz.

Las paredes tenían símbolos flotantes que cambiaban de color lentamente, y un aroma a lavanda y salvia llenaba el aire.

—¿Dónde estoy…? —murmuró, apenas con voz.

—En la Sala de Sanación del Ala Oeste —respondió una voz suave. Alina giró la cabeza. Era Neria, sentada al borde de la cama, con los dedos entrelazados sobre el regazo—. Te desmayaste después de la invocación. Han pasado dos días.

—¿Dos… días?

—Sí. Estuviste inconsciente todo el tiempo. La profesora Arienna intentó despertarte varias veces con conjuros, pero dijo que estabas “en tránsito”.

—¿En tránsito?

Lyselle apareció en la puerta, apoyada contra el marco, con los brazos cruzados y el ceño ligeramente fruncido.

—Cuando el vínculo con un Guardián es demasiado poderoso, a veces el alma se desconecta del cuerpo por un tiempo —explicó—. Como si se hundiera en un río de recuerdos. O en un mar que todavía no entiende cómo nadar.

—¿Y ahora?

—Ahora estás despierta —dijo Neria, sonriendo—. Y hay muchas personas que no han dejado de hablar de ti.

—¿Por qué? —preguntó Alina, incorporándose con dificultad. Un leve mareo la obligó a recostarse otra vez—. ¿Qué fue lo que pasó?

Las dos chicas se miraron. Luego, Neria tomó aire.

—Invocaste a Lunaris, Alina. El Guardián celestial. Nadie lo había visto en generaciones. Dicen que sólo responde al llamado de la sangre perdida… a las hijas del linaje real.

—¿Qué…? No, no. Eso no puede ser. Yo no soy…

—¿Estás segura? —interrumpió Lyselle, entrando por fin a la habitación—. Porque Lunaris te reconoció. Y no sólo eso. Cuando apareció, las demás criaturas se inclinaron ante él.

—Yo no recuerdo nada de eso —susurró Alina.

Neria se inclinó hacia ella.

—¿Nada?

—Sólo… sentí algo estallar dentro de mí. Como si algo se quebrara. Y luego… voces. Luces. No sabría explicarlo. Pero no vi al lobo. No lo recuerdo.

—Quizás es parte del sello —dijo Lyselle en voz baja.

—¿Qué sello?

Ambas guardaron silencio. Como si hubieran dicho demasiado.

—Chicas —susurró Alina—. ¿Qué está pasando conmigo?

Neria le tomó la mano con delicadeza.

—No lo sabemos. Pero no estás sola. Y ahora que Lunaris ha respondido, muchas respuestas van a empezar a encontrarte. Aunque algunas… quizás no sean las que quieres oír.

—La directora quiere hablar contigo —dijo Lyselle, directo al grano—. Pero antes de eso, hay algo que debes ver.

Horas después, tras un breve chequeo de una sanadora y un té de raíces para estabilizar su energía, Alina caminaba con las dos chicas por un pasillo de cristales que daba a los jardines flotantes. La noche empezaba a caer. En el cielo, estrellas falsas flotaban entre las nubes verdaderas, parte del hechizo protector que rodeaba la academia.

—Mira —dijo Neria, señalando una fuente de piedra que latía con luz tenue.

Dentro de la fuente, las aguas reflejaban no el cielo, sino una escena distinta: la sala de invocación. Alina de pie. El círculo brillando. El lobo descendiendo.

—Es un recuerdo sellado en la fuente de la memoria —explicó Neria—. Puedes verlo aunque no lo recuerdes.

Alina observó. Se observó.
Y algo en su pecho se tensó.

El rostro que tenía en el recuerdo no parecía exactamente el suyo. Sus ojos brillaban con un tono que nunca había visto en el espejo. Su cabello flotaba levemente, como si una tormenta mágica la rodeara.

Y luego, Lunaris apareció.

Era más grande de lo que imaginaba. Más hermoso. Más aterrador.

Alina retrocedió un paso.

—Eso… ¿eso salió de mí?

—Salió por ti —dijo Lyselle—. Lunaris no responde a cualquiera. Y definitivamente no a alguien ordinario.

—Pero yo soy ordinaria. Viví en un pueblo sin magia, sin poder. Mi hermana era la única con dones… y ni siquiera los usaba.

—Tal vez los ocultaba —intervino Neria—. Tal vez siempre supo quién eras… y quiso protegerte.

—¿Y si no quiero ser eso? —preguntó Alina, con voz rota—. ¿Y si no quiero ser especial? ¿Si solo quiero vivir sin que el mundo me observe como si fuera un cometa a punto de estrellarse?

Lyselle se agachó frente a ella.

—No tienes opción, Alina. Ya lo eres.

Esa noche, Alina no pudo dormir.

Desde la ventana de su habitación, observó el cielo. Y por primera vez, vio una estrella moverse. No caer, sino desplazarse suavemente hacia el norte.

El norte…

Recordó el sueño.

Recordó la voz.

Y por un instante, sintió una presencia a su lado.

No había nadie.
Pero el aire se volvió más frío. Más denso.

Y una voz, suave y lejana, susurró en su mente:

El tiempo se acerca... Hija del linaje perdido…




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