Academia De Reinas

Capítulo 11: Ecos del Poder

El amanecer en Lysoria era distinto. El cielo parecía pintado con tonos dorados líquidos, y los cristales de las torres reflejaban la luz como si todo el reino despertara con un suspiro de magia.

Alina abrió los ojos con el corazón latiendo desbocado.

Había soñado con Lunaris otra vez. Solo que esta vez no estaba en un bosque oscuro, ni en un templo olvidado. Estaban juntos en un lugar lleno de luz azul. Flotaban. Y él no hablaba con palabras, pero su presencia decía tanto que dolía.

“El tiempo se acerca…”

Se sentó en la cama de golpe, jadeando. Neria, que ya se estaba preparando, la miró con preocupación.

—¿Otro sueño?

Alina asintió, frotándose los ojos.

—No sé qué me está pasando, Neria. Desde que lo invoqué... todo es más confuso.

—Lo invocaste sin saber cómo, en medio de una emoción intensa —dijo Lyselle, entrando con una taza de humeante savia dulce—. Eso no es normal. Ni siquiera los mejores estudiantes logran ese nivel de conexión al principio.

—¿Y si ya no fue solo la conexión? —murmuró Alina—. ¿Y si Lunaris vino a protegerme… porque sabe algo que yo no?

Ambas amigas se miraron, serias.

—Hoy tenemos clase con la profesora Caldria —dijo Neria—. Historia del Llamado. Tal vez ahí encontremos pistas.

Alina asintió. Bajó de la cama, se lavó el rostro y tomó su uniforme. La insignia de Aetherion estaba cosida en el pecho, dorada, brillante, imposible de ignorar.

Ese día, caminar por los pasillos fue distinto. Algunos la miraban con respeto, otros con miedo. Syra no se había cruzado con ella desde la ceremonia, pero los rumores se esparcían como pólvora.

La chica que despertó a un lobo celestial.

La hija sin linaje… que llevaba un broche real.

Alina no sabía qué era verdad, qué parte eran cuentos y cuáles eran peligrosas realidades.

La clase de Historia del Llamado era impartida en una sala circular, con vitrales de todas las casas y un domo que se abría para dejar entrar la luz del sol.

La profesora Caldria era alta, de cabellos metálicos trenzados y una túnica bordada con constelaciones. Su voz era suave pero firme.

—La historia del Llamado no es una lista de reyes y fechas —dijo mientras caminaba por la sala—. Es la historia de las herencias mágicas, de los pactos antiguos que dieron forma a las casas, y del equilibrio que aún depende de ellas.

Chasqueó los dedos. Cinco figuras flotaron en el aire: las insignias de Solaris, Noctis, Lumeria, Theralis y Aetherion.

—Cada casa posee un artefacto y un linaje, pero también un espíritu. Un guardián que puede ser invocado solo por quienes poseen su eco.

Alina tragó saliva. Lunaris… ¿era el guardián de Aetherion?

—En tiempos antiguos —continuó Caldria—, Aetherion no era una casa común. Era la casa de la realeza, sí… pero también de los guardianes de equilibrio. Su magia no se enseñaba con libros. Era… emocional. Instintiva. Vivía en el alma más que en la sangre.

—¿Entonces cualquiera podía pertenecer a Aetherion? —preguntó un alumno.

—No. Solo aquellos cuya esencia estuviera ligada a la magia del corazón puro.

Alina bajó la mirada. Su pecho latía como un tambor. Lyselle y Neria la miraron de reojo, conscientes del peso de esas palabras.

—Por eso —concluyó Caldria—, cuando Aetherion cayó, se sellaron sus artefactos. Su guardián desapareció. Y su linaje… se dio por extinto.

Un silencio se instaló. Alina sintió que el broche bajo su uniforme latía otra vez.

—¿Profesora? —se atrevió a decir—. ¿Qué pasaría si... si alguien despertara ese linaje?

Caldria la miró con ojos afilados, como si ya supiera a qué se refería.

—Entonces las profecías cambiarían. El equilibrio se alteraría. Y los enemigos del pasado… despertarían también.

Cuando la clase terminó, Alina se quedó sentada, incapaz de moverse.

—¿Lo sientes? —preguntó Neria en voz baja.

—Sí —susurró Alina—. Algo viene. Y yo… no estoy lista.

Lyselle puso una mano en su hombro.

—No importa si lo estás o no. Ya está en marcha. Y estamos contigo, Alina. Hasta el final.

La chica del mundo normal ya no existía. En su lugar, una heredera sin trono, sin memoria… y con una marca en el alma, se preparaba para enfrentarse al llamado de un legado olvidado.




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