Academia De Reinas

Capítulo 14: La Voz de la Noche

El viento nocturno susurraba entre las ramas del bosque encantado, acariciando la piel de Alina con una brisa que no era fría… pero tampoco cálida. Caminaba descalza sobre un sendero de piedra, cubierto de líquenes que brillaban con una luz azulada. La luna llena flotaba inmensa sobre su cabeza, como un ojo abierto que la vigilaba.

Sabía que era un sueño. Todo lo decía: el silencio perfecto, los árboles que parecían inclinarse para observarla, el aire que sabía a estrellas.

Pero eso no lo hacía menos real.

—Estás lista para recordar —dijo una voz grave, a su espalda.

Alina se giró.

Lunaris emergía de la sombra entre dos árboles. Su pelaje plateado parecía tejido de luz, y sus ojos eran dos abismos azules que lo veían todo.

—No lo estoy —dijo ella con sinceridad.

Lunaris se acercó, sus patas no hacían ruido sobre el suelo. Cuando estuvo a su lado, se sentó y ladeó la cabeza.

—Eso no importa. Lo que llevas dentro… ha empezado a despertar.

—¿Por qué me llamaron Elaeryn?

Lunaris no respondió de inmediato. En su lugar, alzó el rostro hacia la luna.

—Porque fue tu primer nombre. El nombre que te dio tu madre cuando naciste en el Trono de Cristal. Hija de Etherya, heredera del corazón de Lysoria.

Alina se llevó una mano al pecho.

—No puede ser… Yo no soy… No recuerdo nada.

—Tu mente no lo recuerda —dijo Lunaris—. Pero tu magia sí.

A su alrededor, el bosque cambió. Las hojas se convirtieron en cristales, las raíces en filamentos de luz, y frente a ella apareció una visión: una mujer de cabello blanco, con una corona viva sobre la frente, sostenía a una niña entre sus brazos. A lo lejos, una tormenta caía sobre una ciudad dorada.

—Cuando el reino cayó, tu madre selló tu poder. Y te escondió entre los humanos, para protegerte. Por eso no puedes recordarlo. Por eso tu magia no responde. Aún hay miedo en ti, Alina.

—¿Y si no quiero ser ella? —susurró—. ¿Y si solo quiero vivir mi vida… como una más?

Lunaris la miró con ternura.

—Entonces vive. Pero no olvides que otros han muerto por proteger tu linaje. Y si no tomas el lugar que te pertenece… otros lo tomarán por ti.

De pronto, el bosque se estremeció. Una sombra se deslizó entre los árboles. Un crujido. Un rugido.

—¿Qué es eso? —preguntó Alina, retrocediendo.

—El pasado que despertará si tú no lo haces primero.

Lunaris rugió, y un muro de luz se alzó entre Alina y la sombra. Pero en el reflejo del muro, Alina vio su propio rostro… dividido: en un lado, la Alina que conocía. En el otro, una versión de ella con ojos dorados y una corona luminosa.

—¿Cuál eres tú? —preguntó Lunaris—. ¿La que huye… o la que recuerda?

Y antes de que pudiera responder, el mundo se hizo luz.

Alina despertó de golpe.

Su corazón latía con fuerza, el camisón empapado de sudor. Afuera, la luna seguía alta, como si el sueño no hubiera terminado.

Se sentó en la cama. En su pecho, una sensación conocida y extraña al mismo tiempo: fuego azul, suave y antiguo. El nombre seguía resonando.

Elaeryn.

Pero también, la pregunta:

¿Quién elige el destino… y quién lo recuerda?




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