Academia De Reinas

Capítulo 15: La grieta en el espejo

El día amaneció con una niebla espesa sobre la Academia. Alina lo notó al abrir las ventanas: el campo de entrenamiento parecía flotar entre nubes bajas, y el cielo gris presagiaba algo… extraño.

—Hoy no es un buen día para prácticas mágicas al aire libre —comentó su compañera Lyra mientras recogía sus libros de invocación.

—¿Alguna vez lo es? —bromeó Ayla, la otra amiga de Alina, antes de mirar por la ventana y fruncir el ceño—. Espera… ¿ves eso?

Una figura encapuchada cruzaba los jardines, deslizándose sin tocar el suelo. Los cristales de las torres temblaron apenas cuando pasó, y los pájaros guardaron silencio.

—¿Qué demonios…? —susurró Alina.

Antes de poder decir más, el primer gong del día sonó con urgencia. No era el tono habitual de clases. Era uno más grave. Más rápido.

Alarma mágica.

En menos de un minuto, todas las alumnas estaban siendo evacuadas del ala norte, mientras los profesores alzaban hechizos de protección en los pasillos.

—¿Qué pasa? —preguntó Alina a un guardia.

—Una grieta en el Ala del Espejo —respondió sin detenerse—. ¡Sigan avanzando!

Pero algo le palpitaba en el pecho. Esa dirección… esa energía. No podía irse.

Se escabulló en una esquina, ignorando las protestas de sus amigas, y corrió por los corredores vacíos hasta llegar al salón prohibido: el Salón del Espejo Eterno.

La puerta estaba abierta.

Dentro, el gigantesco espejo encantado, normalmente cubierto por velos, vibraba como si una tormenta lo golpeara desde el otro lado. Las grietas se habían extendido por el marco de obsidiana, y una sombra estaba saliendo.

No era humana. Ni completamente tangible. Era una forma oscura, cubierta de humo y fragmentos rotos de luz. Una criatura sin rostro, con ojos como brasas congeladas.

Alina se quedó paralizada. Pero algo dentro de ella ardía. Como una campana vieja que se sacude después de siglos de silencio.

—Elaeryn… —susurró la criatura, y su voz le desgarró la mente—. El linaje aún respira…

Alina retrocedió, temblando. Su espalda chocó con una estantería y, al hacerlo, una chispa azul brotó de sus manos.

—¡No! ¡Yo no soy ella! ¡No soy lo que buscas!

Pero la sombra no se detuvo. Extendió un brazo hecho de humo y grietas, y el aire se partió. El espejo brilló, a punto de colapsar por completo.

Y en ese momento, la marca en el pecho de Alina ardió. Un calor repentino. Doloroso. Intenso.

Lunaris no apareció, pero su voz cruzó su mente como un trueno suave:

“El poder no espera a que estés lista. Solo a que lo aceptes.”

Alina cerró los ojos, alzó las manos, y dejó que el miedo, la rabia y el recuerdo del sueño la inundaran.

¡Basta!

Una onda de luz azul y dorada brotó de ella, como si el cielo hubiese explotado desde su cuerpo. El espejo crujió… y se cerró con un sonido agudo. La sombra chilló, atrapada otra vez en su dimensión.

Y luego, silencio.

Alina cayó de rodillas, jadeando. Varias profesoras entraron corriendo al salón, seguidas por la directora, con su bastón de luz.

—¿Qué… qué fue eso? —preguntó Alina, sin aliento.

La directora se acercó lentamente, observando la grieta recién cerrada.

—Eso, señorita Alina… fue la primera vez que despertaste sin invocar.

—Yo no… no entiendo nada.

—Y sin embargo, respondiste con magia del corazón. Luz pura. Eso solo lo hacía tu madre… y las reinas antes que ella.

Alina la miró, sintiendo cómo todo lo que era… se tambaleaba. Ya no podía negarlo.

La sombra la conocía.

Su magia respondía.

Y su nombre… ya no era solo Alina.




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