Alina caminaba de vuelta a la torre con el amuleto colgando de su cuello, aún tibio contra su piel. No dejaba de mirar el símbolo que ahora brillaba en su antebrazo bajo la manga. Cada tanto, un destello azul se escapaba como una respiración mágica. Y lo más inquietante: podía sentir que alguien —algo— la acompañaba, invisible y cálido, como si la envolviera una capa de calma y protección.
—"Sentimos lo que nadie ve. Sanamos lo que nadie entiende..." —repitió en voz baja, recordando el lema de la Casa Lumeria.
No sabía cómo, pero esas palabras la hacían sentir menos perdida.
Esa noche, Alina no durmió.
El libro antiguo había desaparecido al cerrar la puerta de aquella sala escondida. Como si nunca hubiese existido. Pero ella sabía que no lo había imaginado. El símbolo en su brazo, el amuleto, la presencia del ciervo… todo era real.
Y más aún: Lunaris y Lyrian estaban en silencio. Esperando.
En su cama, Alina se giró una y otra vez hasta que decidió levantarse. Caminó por los pasillos vacíos de la torre hasta la terraza, desde donde se veía todo el valle, las torres de las otras casas… y en el cielo, Lunaris, la luna plateada que llevaba el nombre de su guardián.
—¿Por qué yo...? —susurró al viento.
—Porque no podías ser otra.
La voz no provenía del aire, sino de una silueta sentada en la barandilla. Era Maelis, una de sus compañeras de Aetherion, envuelta en una túnica blanca con hilos dorados. Su cabello flotaba como si la brisa le obedeciera.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Alina.
—Soñé con el Orbe. Sentí que se encendía —dijo Maelis sin moverse—. Solo alguien del linaje real puede activarlo. No digas que no lo eres.
Alina bajó la mirada.
—No lo sé. Toda mi vida creí que era normal. Ni siquiera podía encender una vela mágica...
—Porque tu magia estaba sellada. Y ahora está despertando. Pero no como la del resto. La tuya es magia del corazón —Maelis se levantó y caminó hacia ella—. Y eso da miedo. Porque ni siquiera los del Consejo pueden controlarla.
—¿El Consejo…? —Alina la miró fijamente—. ¿Qué sabes tú del Consejo?
Maelis la miró con seriedad.
—Sé que te están vigilando. Que esa magia que liberaste en la clase de invocación no pasó desapercibida. Y que están tratando de ocultarlo. Los orbes de visión fueron silenciados. Los registros del aula... modificados.
—¿Por qué harían eso?
—Porque saben quién eres.
La respuesta se clavó como una daga fría en su pecho. Por un momento, Alina se sintió temblar. Pero el calor del amuleto volvió a calmarla.
—¿Tú también crees que soy esa heredera desaparecida?
Maelis sonrió levemente.
—No lo creo. Lo sé. Y no soy la única.
Un escalofrío recorrió a Alina. La noche había dejado de sentirse segura.
—¿Quién más lo sabe?
—Los guardianes despiertan por ti, no por otra. Lunaris,Thalion Lyrian… ellos no aparecen desde hace generaciones. ¿Sabes lo que eso significa?
—Que el tiempo se acaba —susurró Alina, recordando las palabras de su visión.
Maelis asintió.
—Y que tú eres la llave para abrir lo que fue sellado.
La campana de la torre sonó una vez. Medianoche.
—Ve a descansar —le dijo Maelis suavemente, poniendo una mano en su hombro—. Pronto necesitarás toda tu fuerza.
Y sin decir más, se desvaneció en un rayo de luz blanca que se deshizo en partículas, dejando a Alina sola bajo la luna.
Pero ya no se sentía sola.
Ahora sabía que la estaban observando.
Protegiendo.
Esperando.
Y que los susurros del pasado no eran solo eco… sino advertencia.
Editado: 29.05.2025