La mañana siguiente llegó sin aviso. El sol atravesaba las vidrieras de colores, proyectando sombras que danzaban sobre el suelo de mármol del aula de idiomas mágicos. Alina caminó con el corazón latiendo en su garganta, sabiendo que esa sería la clase más importante hasta ahora.
Cuando entró en la sala, vio a varias compañeras sentadas, sus rostros iluminados por una luz suave. La profesora estaba de pie frente a un gran mural que representaba un mapa antiguo de Lysoria, pero lo que más llamó la atención de Alina fue el enorme libro que descansaba sobre el escritorio, cerrado con una cadena de plata.
Era el mismo libro que había tocado en la biblioteca. El que la había llevado al Orbe de Bruma.
—¡Alina, qué bueno que llegas! —saludó la profesora Elysara, una mujer alta con ojos profundos y una sonrisa amable, aunque su mirada parecía cargar con una sabiduría mucho mayor que cualquier otra en el castillo—. Hoy es un día especial, vamos a aprender un poco sobre el Lenguaje de los Antiguos, el idioma que solo los linajes perdidos pueden comprender.
Alina se tensó al escuchar esas palabras. El "Lenguaje de los Antiguos". Había leído en voz alta el texto de ese idioma. Lo había entendido, incluso, sin saber cómo. Pero no podía dejar que nadie lo supiera.
—Este lenguaje —continuó la profesora mientras tomaba una varita y tocaba el libro con suavidad—, tiene una historia muy especial. Los antiguos reyes de Lysoria lo usaban para protegerse de las traiciones. Cada palabra contenía magia, una magia que solo el linaje real y sus guardianes podían leer. Cada símbolo tiene un poder único, capaz de sanar, proteger o incluso destruir.
Alina se sentó en su banco, intentando disimular el nerviosismo que crecía dentro de ella.
—Sin embargo, el uso de este idioma es peligroso. Su conocimiento se ha perdido a lo largo de los siglos, y fue sellado cuando los reyes temieron que sus enemigos pudieran acceder a él. Solo los descendientes directos de la familia real, aquellos que poseen el linaje, pueden activarlo.
La profesora comenzó a escribir sobre la pizarra. La tinta brillaba con un resplandor azul, y las palabras que aparecieron eran el mismo idioma antiguo que Alina había leído en el libro.
“Lumen reginae… reviresce”
Alina observó en silencio, sin mostrar ningún indicio de reconocimiento. En su mente, las palabras resonaban, pero no podía dejar que nadie lo supiera.
—Este idioma no es como los demás —explicó Elysara mientras señalaba los símbolos—. Cada frase está compuesta por la esencia misma de las antiguas energías que usaban los reyes. Y como pueden ver, hay una clara diferencia entre las palabras simples y las conjuraciones mágicas. Las primeras, como esta, son simplemente palabras de invocación. Pero las segundas… son leyendas y destinos que no deben ser alterados.
Alina apretó las manos sobre la mesa, esforzándose por no mostrar su creciente incomodidad. Era como si la profesora estuviera directamente señalando lo que Alina había comenzado a comprender sin querer. Pero ella no podía dejar que nadie sospechara que entendía todo lo que la profesora decía.
—¿Por qué… por qué fue sellado? —preguntó una de las chicas al fondo, con un tono curioso.
Elysara dejó la varita en el aire y suspiró, como si la respuesta fuera algo que no gustaba recordar.
—Porque el lenguaje es una llave, una llave que abre puertas que no deberían abrirse. Cuando el último de los guardianes cayó, el reino entero temió que aquellos que aún conocían los secretos pudieran usar este poder en su contra. Así que se escondió, se olvidó, y aquellos que sabían más de lo que se debía… simplemente desaparecieron.
Alina tragó saliva. "Los guardianes", "el reino entero"... esas palabras resonaban en su cabeza. Ella era la llave. Ella había despertado el poder que muchos creían olvidado.
De repente, Elysara giró hacia ella con una mirada enigmática.
—Alina —dijo con voz suave—, ¿te gustaría intentar leerlo? Este fragmento, por ejemplo, es uno de los más simples. Aunque puede ser difícil al principio, estoy segura de que puedes. Los descendientes del linaje real suelen tener una conexión natural con el idioma.
Alina se quedó paralizada. La pregunta estaba llena de implicaciones.
—¿Yo? —Alina intentó sonreír de manera inocente—. No sé, profesora. Nunca he sido buena con los idiomas. Me parece… complicado.
La profesora la observó fijamente, como si estuviera leyendo sus pensamientos. Sin embargo, no insistió.
—Es cierto, es complicado para aquellos que no tienen el don. Pero, a veces, el poder del linaje se activa de formas extrañas.
Alina asintió, forzando una sonrisa.
—Sí, debe ser eso. Yo no… no tengo el don.
Elysara sonrió suavemente, como si no estuviera completamente convencida, pero decidió seguir adelante.
—Está bien, Alina. No todos lo pueden entender de inmediato. Pero, sigan leyendo ustedes. Este lenguaje necesita tiempo y práctica.
Las horas pasaron mientras la clase avanzaba, y la profesora explicaba cómo leer y escribir en el antiguo lenguaje. Aunque Alina sabía que lo entendía, fingió no hacerlo. Nadie podía saber lo que ella había descubierto.
Cuando la clase terminó, Alina salió al pasillo, con la mente a mil por hora. ¿Por qué no le creyó? ¿Acaso no se había dado cuenta de que ella ya sabía? La profesora había observado algo, algo en sus ojos… algo en su alma que la delataba.
Alina apretó el amuleto de Lumeria, sintiendo una extraña calma proveniente de él.
¿Cuánto más podía ocultar?
La verdad parecía acercarse con cada paso que daba.