Alina, aún con los ecos de las palabras de los guardianes resonando en su mente, comenzó a dar pasos vacilantes hacia el exterior de la caverna donde había encontrado la estatua y los tres seres poderosos. La oscuridad parecía envolverla con una suavidad inhumana, como si todo en el bosque estuviera observando. Sin embargo, no sentía miedo. Algo en su interior había cambiado, como si la misma magia que había liberado esos guardianes estuviera corriendo ahora por sus venas, fortaleciendo su voluntad.
El bosque a su alrededor seguía envuelto en caos, las criaturas Sombra-Hueso acechando en la niebla, pero las ilusiones que solían distorsionar la realidad ya no la tocaban. Alina sentía su propia presencia más fuerte que nunca, como si los guardianes estuvieran a su lado, protegiéndola, guiándola. Mientras las sombras se desvanecían en su interior, la confusión que había sentido antes comenzaba a disiparse, reemplazada por una calma inexplicable.
Con esfuerzo, Alina comenzó a buscar al resto de su grupo, que había sido dispersado durante el ataque. Se movió entre los árboles con determinación, intentando encontrar algo que reconociera, una voz, una sombra, un movimiento familiar. Después de lo que pareció una eternidad, escuchó gritos a lo lejos. Reconoció la voz de Lyselle llamándola. Un alivio la inundó al saber que al menos algunos de sus compañeros aún estaban a salvo.
Finalmente, encontró a su grupo detrás de unos arbustos gruesos. Neria y Maelis estaban de pie, luchando por mantenerse firmes. Syra, a pesar de su actitud distante y mordaz, se encontraba al lado de Lyselle, que parecía estar ayudando a curar las heridas de un compañero caído. La confusión y el miedo aún estaban presentes en sus rostros, pero cuando vieron a Alina, todos se quedaron en silencio, sorprendidos por su repentina aparición.
—¡Alina! —gritó Lyselle al verla. Corrió hacia ella y la abrazó rápidamente, casi desbordada de alivio—. ¿Dónde te has metido? Pensamos que te habías perdido para siempre.
Alina sonrió débilmente, el corazón aún latiendo con fuerza en su pecho. No podía explicar lo que había vivido. No podía hablar de los tres guardianes, ni de lo que había descubierto en la estatua, ni de la sensación de haber sido tocada por algo más grande que ella misma.
—Me... me perdí, pero encontré algo —dijo, mirando a su alrededor, evaluando las heridas de los demás—. Estamos a salvo, por ahora.
Syra la observaba en silencio, su mirada fría pero inquieta. No podía ocultar la sorpresa que sentía al ver a Alina de vuelta tan tranquila, sin mostrar signos de miedo o confusión. Algo no encajaba, pero Syra no dijo nada. Neria, por otro lado, parecía más aliviada, aunque preocupada.
—¿Qué ocurrió con los otros? —preguntó Maelis, mirando hacia el camino de regreso, donde el sonido del caos aún resonaba—. ¿Está el profesor bien?
—El profesor está tratando de mantener la barrera mágica —respondió Alina—. Pero no sé cuánto tiempo podrá soportarlo. Necesitamos volver.
Con un asentimiento de acuerdo, el grupo comenzó a moverse hacia el lugar donde habían dejado a los demás. La magia en el aire parecía espesarse, como si la presencia de los Sombra-Hueso todavía estuviera rondando. Sin embargo, a medida que caminaban, algo extraño ocurrió. Las sombras parecían retroceder ante la presencia de Alina, como si el poder que había desatado la estuviera purificando el aire a su alrededor. Sus amigos, aunque aliviados por su regreso, no sabían qué pensar sobre su extraño comportamiento.
Finalmente, llegaron al punto de encuentro, donde el profesor había logrado reunir a la mayoría de los estudiantes bajo un campo de protección. El profesor se acercó a Alina, sus ojos cargados de una mezcla de preocupación y curiosidad.
—Alina... —dijo el profesor, su tono grave—. ¿Estás bien?
Alina asintió con la cabeza, pero no dijo nada más. Los guardianes aún estaban con ella, aunque invisibles para los demás. Había algo que debía aprender de ellos, algo que necesitaba comprender antes de que el peligro real se desatara. Sin embargo, ahora no era el momento de hablar.
Con el grupo reunido, comenzaron a caminar de regreso hacia la escuela. Las criaturas que una vez habían rodeado el bosque ya no parecían tan cerca, pero Alina sabía que esa sensación de calma era solo temporal. Algo mucho más grande estaba en marcha, y ella era el centro de todo.