Academia De Reinas

Capítulo 31: Voz en la Raíz, Nombre en la Sangre

Desde que despertó a Maelira, Alina había empezado a notar cosas nuevas. El bosque parecía observarla con una atención distinta: los árboles crujían cuando pasaba, como si sus ramas quisieran hablarle. El aire estaba más espeso, cargado de una magia que no sabía cómo interpretar.

Aquel amanecer, no pudo dormir. Algo la llamaba desde las profundidades del bosque, una presencia antigua y poderosa que palpitaba con un eco similar al de sus guardianes. Se puso la capa que le habían dado en Valerian —una prenda bordada con runas protectoras— y salió sin hacer ruido.

Mientras avanzaba, sintió el cambio en la tierra. Las raíces temblaban bajo sus pies. Un susurro. No con palabras, sino con sensaciones.

Ven. Hija de la Raíz.

Se detuvo frente a un roble gigantesco, cubierto de musgo, donde una grieta en su tronco parecía formarse como una boca. De pronto, el suelo se abrió suavemente bajo sus pies. No se hundió. Descendió. Como si la tierra la aceptara.

Lo que encontró abajo no era una cueva, sino un santuario natural. Una criatura colosal descansaba en el centro. Su cuerpo era una mezcla de lianas vivas, madera cristalizada y ojos dorados como la savia del sol. Era un Guardabezas, uno de los protectores secretos del Bosque de Thareth.

—No te tengo miedo —dijo Alina en voz baja, aunque su pulso la contradijera.

La criatura alzó una de sus ramas con delicadeza y la posó sobre su frente. En ese instante, su visión se nubló y un torrente de imágenes la invadió: el rostro de una reina con su mismo cabello, una corona tejida de raíces, un grito de guerra entre árboles ardiendo.

Eres la semilla de lo que fue. La voz que dormía en la raíz. Despiértanos, Reina del Verde Eterno.

Cuando Alina abrió los ojos, ya no había criatura. Solo una marca de hojas sobre su mano izquierda, una nueva conexión viva.

Más tarde, de regreso en la academia, mientras trataba de fingir normalidad, vio a Kael esperándola en el sendero de piedra. Llevaba una vara de entrenamiento al hombro y una sonrisa ladeada.

—¿Perdida en el bosque? —bromeó—. Dijeron que desapareciste al amanecer.

Alina alzó una ceja.

—¿Y tú cómo sabes eso?

—Tengo mis ojos en varios lados —respondió, encogiéndose de hombros—. Algunos dicen que eres peligrosa. Otros… interesante.

Ella bufó, pero sin malicia.

—¿Y tú en cuál de los dos estás?

Kael se acercó, lo suficiente para que ella sintiera el calor de su cuerpo. Su mirada, clara y firme, no se apartó de la de ella.

—Yo estoy en el tercero. En el que cree que hay algo en ti que nadie ha visto aún. Algo que ni tú misma sabes que eres.

Alina sintió que su pecho vibraba, como si sus guardianes hubieran oído esas palabras. Una de sus marcas brilló apenas por un segundo, y Kael frunció el ceño.

—¿Qué fue eso?

Ella desvió la mirada.

—Magia inestable. A veces pasa.

Kael no insistió, pero no dejó de mirarla.

—Si alguna vez necesitas a alguien que no tenga miedo de lo que eres… llámame, Reina de raíces.

Alina parpadeó.

—¿Qué dijiste?

—¿Qué? —Kael sonrió, como si no hubiera dicho nada extraño—. Supongo que lo soñé. O me lo susurró un árbol.

Y se alejó caminando, dejándola helada. Nadie, nadie sabía ese nombre. Excepto los guardianes. O algo más antiguo aún.




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