Alina no podía dejar de pensar en su sueño. Cada vez que cerraba los ojos, la imagen del hombre, su mirada intensa y la conexión inexplicable que sentía, regresaba a ella como una sombra, imposible de ignorar. ¿Qué significaba todo eso? ¿Por qué sentía como si su alma ya lo conociera? La inquietud no la dejaba en paz.
Esa mañana, durante el desayuno, Alina decidió hablar con sus amigas. A pesar de la actitud distante de Syra y su reticencia a ser abierta, algo en ella le decía que debía compartir lo que había soñado. Si alguien podía ayudarla a entender, era su grupo de confianza.
—Chicas, tengo que contarles algo. —Alina se sentó, mirando a sus amigas. Las cuatro estaban concentradas en sus platos, pero al escuchar su tono, todas levantaron la vista—. Esta noche… soñé con alguien.
Lyselle, Aeliana y Nerea la miraron, sus rostros llenos de curiosidad, mientras Syra, aunque indiferente en su actitud, también la observaba.
—¿Quién era? —preguntó Nerea, siempre la más protectora y curiosa del grupo.
Alina vaciló un momento. ¿Cómo podría explicar algo tan... surrealista?
—No lo sé. —Alina bajó la vista, mordiéndose el labio inferior—. Era un hombre, pero no cualquier hombre. Era… diferente. Tenía una belleza inigualable y una presencia que me conectó con él de inmediato, como si lo conociera de toda la vida. Su voz, su mirada, todo en él me hacía sentir que… que algo en mí despertaba.
Las chicas la miraron en silencio, algunas desconcertadas, otras con una leve expresión de preocupación.
—Eso suena… raro, Alina. —Dijo Lyselle, frunciendo el ceño—. ¿Quién era ese hombre? ¿Te dijo su nombre?
Alina negó con la cabeza.
—No, no dijo su nombre. Pero dijo que nos íbamos a ver pronto. Y que estábamos destinados a encontrarnos. Fue tan real, como si fuera parte de algo más grande.
Syra, quien hasta ese momento se había mantenido en silencio, levantó la cabeza y la observó con una expresión que Alina no podía leer de inmediato. Fue solo un segundo antes de que hablara.
—Hay algo que podría ayudarte. —dijo Syra, su tono algo más grave de lo habitual—. He oído hablar de un libro, algo antiguo. Se dice que contiene historias sobre almas conectadas, separadas por el destino, que se encuentran a través de los sueños. Podría ser lo que buscas.
Las otras chicas se quedaron en silencio, sorprendidas por la reacción de Syra. Alina la miró fijamente, aún sin entender bien qué quería decir.
—¿Un libro? —preguntó Aeliana, levantando una ceja. —¿Dónde está?
—En la biblioteca vieja. —respondió Syra con una ligera sonrisa—. Si es que existe, lo encontrarán allí.
Sin dudarlo, las chicas se pusieron en marcha. Se dirigieron a la biblioteca antigua, un lugar que rara vez visitaban por su aire polvoriento y su interminable estantería de libros olvidados. Nadie sabía con certeza si el libro que Syra mencionaba existía realmente, pero al ver la determinación en los ojos de Alina, decidieron buscar.
La biblioteca estaba tan silenciosa como siempre, con estanterías que llegaban hasta el techo y que parecían contener siglos de conocimiento. Después de un par de horas de buscar sin éxito, fue Maelis quien, aparentemente al azar, encontró un volumen muy antiguo en una esquina oculta. El libro, cubierto por polvo y cubierto de símbolos extraños, parecía tan fuera de lugar que Alina lo reconoció inmediatamente como lo que había estado buscando.
—Este es. —dijo Maelis, tomando el libro con cuidado—. No sé cómo, pero sé que es el correcto.
Alina asintió, con el corazón latiendo más rápido de la anticipación.
Maelis abrió el libro y, como si el tiempo hubiera comenzado a ralentizarse, empezó a leer en voz baja. La lengua antigua, con su fluidez misteriosa, parecía resonar en sus oídos. Todos los ojos de las chicas estaban fijos en las páginas mientras las palabras se desplegaban ante ellas.
“Dos almas separadas por los vientos del tiempo, pero unidas por el destino eterno. En los sueños de cada uno, se buscarán, se hallarán. Lo que está perdido se recupera en la oscuridad de la noche. Los lazos invisibles los guiarán a un encuentro destinado. Porque el uno es el reflejo del otro, y juntos serán uno con el universo.”
Alina, que había estado observando atentamente, de repente sintió un estremecimiento recorrer su columna vertebral. Unos símbolos brillaron fugazmente en las páginas mientras Maelis leía. Alina podía sentir el calor de la conexión que el libro describía, como si esas palabras fueran el eco del vínculo que había experimentado en su sueño.
Syra, que había estado escuchando en silencio, se giró hacia Alina, con una expresión grave.
—Es como te dije. Ese hombre de tus sueños… Es posible que sea la otra mitad de tu alma, como el libro dice.
Alina tragó saliva, procesando las palabras que había escuchado, y sintió una extraña mezcla de emoción y miedo.
—Entonces, ¿esto significa que… él es real? —preguntó, su voz apenas un susurro.
Maelis miró a Alina, y sus ojos se llenaron de comprensión.
—Lo que significa, Alina, es que tu destino está unido a él. El vínculo que compartes con él no es casual. Es algo mucho más profundo, más antiguo. Y si el libro tiene razón, en los sueños y en la realidad, se encontrarán.
El peso de esas palabras cayó sobre Alina, pero también una sensación de resolución. Sabía que su vida nunca volvería a ser la misma, y que algo más grande que ella misma estaba en marcha. Su corazón latió con fuerza, como si una parte de ella ya estuviera preparando el camino para el encuentro que había sido predestinado.
Pero, en ese momento, también entendió que la conexión que había sentido en su sueño no solo era una bendición. También significaba que algo mucho más grande estaba por desatarse, algo que ella aún no podía comprender completamente.