La sala de invocaciones de la antigua torre Este había estado cerrada durante siglos. Nadie, salvo los antiguos maestros, había pisado ese lugar desde la caída del último portador del linaje real. Pero ahora, Alina y sus amigas estaban ahí, frente a un hombre de rostro curtido por el tiempo y los secretos.
—Ustedes… —dijo con voz grave— son las descendientes. Las herederas del pacto original.
Su nombre era Ariandel, y aunque su rostro mostraba los estragos de los años, sus ojos brillaban con un poder antiguo y sabio. Vestía una capa con símbolos de las cinco casas, y en su pecho llevaba una piedra oscura, agrietada, que parecía latir con un pulso propio.
—¿Cómo sabe que somos nosotras? —preguntó Aeliana, intentando mantener la voz firme.
Ariandel se acercó y extendió la mano sobre el libro antiguo que llevaban con ellas.
—Porque he visto esto antes. Hace quinientos años. Ustedes son las reencarnaciones de las guardianas… Y han estado juntas más tiempo del que creen. Pero aún no están listas. Necesitan más que magia. Necesitan el vínculo.
Se giró hacia el círculo mágico que decoraba el suelo, tallado con runas de invocación y antiguos emblemas.
—Llamen a sus Guardianes. No solo escuchen sus voces… tráiganlos a este mundo.
Alina sintió un escalofrío. Recordó la primera vez que intentó invocar a Lunaris, el lobo alado plateado que representaba a su casa, Aetherion. Fue una experiencia hermosa… hasta que perdió el control. Desde entonces, solo lo había sentido en sus sueños y en pensamientos vagos, como un susurro que nunca se callaba del todo.
—No estoy segura de poder hacerlo… —dijo, con voz baja.
—Tampoco nosotras —agregó Neria, cruzando los brazos—. Solo los escuchamos. Es demasiada energía para traerlos.
Ariandel caminó lentamente por el círculo, su capa arrastrándose como sombra líquida sobre las runas.
—Es porque los llaman desde el miedo. No desde el lazo. Ellos ya están con ustedes. Solo necesitan que ustedes crean que merecen tenerlos. Ellos no son armas… son parte de ustedes.
Entonces, colocó un cuenco de piedra en el centro del círculo. De él surgió un humo dorado, como si las palabras se deshicieran en aire.
—Uno a la vez. Llamen a sus nombres verdaderos. No el que les pusieron. El que sienten en el alma.
La primera fue Lyselle.
Cerró los ojos. Respiró hondo.
—Yo… yo siempre te he sentido. En mi pecho, como fuego que no quema. Sol, escucha mi voz.
Una ráfaga de luz explotó a su alrededor, y de ella emergió un ave de fuego dorado, con plumas relucientes y una mirada sabia. Era un fénix solar. Su nombre resonó en la sala como un trueno suave: Helion.
Neria fue la siguiente.
Se arrodilló, en completo silencio. Una sombra se deslizó desde su espalda, y de ella surgió una pantera de ojos violetas, cubierta de niebla oscura.
—No necesito decir tu nombre… porque siempre has sido el mío también —susurró Neria.
La pantera se inclinó ante ella. Su nombre era Varnyx.
Aeliana temblaba al principio, pero luego recitó palabras en la lengua de Lumeria.
Del aire brotó una figura esbelta, como un ciervo de cristal, con astas que brillaban como lunas rotas.
—Te soñé desde niña. Siempre te seguí. Ahora, sígueme tú —dijo, con lágrimas en los ojos.
El ciervo se llamó Selmira.
Syra, en cambio, no pronunció palabra.
Solo tocó el suelo. Y de la tierra surgió un rugido. Una bestia parecida a un león con raíces en lugar de melena y ojos de savia viva emergió, rugiendo sin agresividad, solo con fuerza.
—Kaor —dijo, simple, y el león la rodeó con su cuerpo como un escudo.
Por último, Alina.
Todos la miraron. El aire era pesado. Alina tragó saliva, cerró los ojos, y habló como si las palabras vinieran de un recuerdo antiguo:
—Lunaris… protector de los corazones puros, lobo del cielo estelar, regresa a mí. Estoy lista. No temo más.
Una luz plateada descendió desde el techo, como una lluvia de estrellas, y de ella surgió el lobo alado, con ojos profundos como un universo. Se acercó a Alina, rozó su frente con el hocico, y habló solo en su mente:
"Siempre estuve contigo. Mi Reina."
Ariandel sonrió, y sus ojos se humedecieron. Estaba viendo el renacer de una leyenda.
—Ahora están completas. Y lo que viene… no se enfrentará con hechizos, sino con esto. Con lo que son.
Alina sintió cómo el miedo se disipaba. Ya no era solo una niña asustada con magia extraña. Era la heredera. Y tenía a sus guardianas. Y sus Guardianes.