Bienvenidos a la academia Leroi

Si hay un lugar en el país donde todo parece sacado de una telenovela con presupuesto infinito, ese lugar es la Academia LeRoi. No, en serio. No estamos exagerando.

Ubicado en lo alto de una colina a las afueras de Andolia, una ciudad tan exclusiva que ni aparece en todos los mapas, LeRoi se alza como un monumento a lo absurdo que puede llegar a ser el dinero cuando se junta con las apariencias, el poder político, y una pizca de drama adolescente. O una tonelada, si nos ponemos honestos.

Las instalaciones parecen más un campus universitario privado que un colegio de secundaria. Piscinas climatizadas, salones con pantallas holográficas, un auditorio con butacas más cómodas que en un cine VIP, canchas de todos los deportes habidos y por haber, y una biblioteca que huele a madera cara y literatura innecesariamente complicada. Todo eso, pagado por los apellidos que construyen países y destruyen reputaciones con una sola llamada. Aquí no entran alumnos: entran apellidos. Solo la élite de la élite pueden entrar a este lugar o si tienes suficiente dinero para pagar una matrícula. Aquí mientras más reconocible o temido sea tu apellido, más alto estás en esa jerarquía invisible que todos respetan, aunque nadie admite que existe. Pero no todo es tan cruel como suena. Bueno, sí lo es, pero al menos es bonito a la vista.

Este año, el penúltimo para muchos, promete más movimiento del habitual y justo ahora, mientras las clases aún no comienzan, entre las fuentes de mármol, los pasillos de lujo, y los murmullos de estudiantes regresando de sus vacaciones en islas privadas, una historia está a punto de reiniciarse. Aunque sus protagonistas prefieren negarlo.

Después de todo, en LeRoi, nadie olvida. Solo fingen mejor que el resto.