Mientras tanto los Farkas preparaban su ataque y no solo atacarían a los Daciana sino también a los Chann.
Los Dolph nunca fueron una amenaza para ellos.
Zane Farkas el alfa de los Farkas casi nunca habla, si lo hace es solo para dar órdenes. Su esposa Kai es muy callada, no es mucho de hablar ni sonreír.
Parece una flor que arrancaron el brillo de la manera más cruel.
También se cuenta que esa mujer de sonrisa escasa no era de estos lares. Comentaban que Zane Farkas, la había sacado de las profundidades de la oscuridad.
—Ya llegará el momento de recuperar lo nuestro —dice a unos de los Betas que está sentado a su costado bebiendo licor.
Al otro lado, se encuentra Victor Farkas, beta legimitivo de Zane. Está concentrado en lijar sus guantes de garras.
Victor es muy callado y reservado. Tiene la mirada de preocupación como si algo le doliera.
—Sí y esta manada se unirá en uno solo. Seremos lo que siempre soñaron nuestros antepasados —contesta —esas mujeres serán nuestras.
—Tú, Victor, prepara a toda la manada para el ataque —dice mirándolo con indiferencia.
—Está bien, pero qué hay de los muchachos —pregunta por sus sobrinos.
Zane tenía ocho hijos varones, el mayor Fenrir Farkas, sería el siguiente alfa.
—Ordena al chofer que recoja a los niños, y no te preocupes por Fenrir, ya me comunicaré con él.
Victor sale en silencio y hace lo indicado.
—Tú, Sam, ordena a las mujeres que preparen las indumentarias y todo lo necesario. Qué sean buenas en algo —ríe con sarcasmo .
***
Fenrir Farkas
“Deja que el frío matutino te envuelva en su regazo y piensa en mí.
hazlo de la manera más sutil
para así envolver mi sueño con la tuya
y fundirnos en el ocaso del infinito.
Deja que el cielo te contemple
y al caer la noche
piensa en mí
que yo haré lo mismo…”
Lo leo en voz alta. La poesía ha sido una forma de escape para mi sucia existencia. Ir a casa y ver las discusiones de papá y mamá no me agradan. Ver a mis hermanos menores escondidos detrás del sofá esperando que papá empiece a gritar a mamá, y solo llorar.
Pero, ¿qué les hace pensar que gritar resolverá las cosas? A veces siento odio de mi género, odio por haber crecido con una imagen paternal tan …
No me apetece casi nunca volver a casa, sino fuera por mis hermanos de tres y cinco años y mi madre, seguro que me marcharía.
Muchas veces he pensado dejar la manada. Empero no me agrada dejar a mi madre desamparada.
El sol cae muy fuerte. El aire fresco de las montañas golpea mi rostro. Anhelo ser un ave y volar libremente en compañía del viento, solo así supongo que sería feliz. O estaré equivocado, quizá la felicidad tampoco haya en el espacio del universo.
Las clases últimamente se han tornado aburridas. Bueno, desde que se fue Rochester, no hay con quien descargar esta adrenalina de ira.
Suena mi teléfono.
—Hijo, ven a casa —dice la voz nerviosa de mamá —sé que no fuiste a clase, por favor, no hagas que tu padre se enfade.
—¿Qué pasó? —pregunto omitiendo los reclamos de mamá.
Justo en ese instante papá invade mis pensamientos.
—Mamá te colgaré la llamada.
《¡Qué rayos haces fuera de la academia, Fenrir!》—grita haciendo que mis sentidos tintineen.
No respondo.
《¡Ven inmediatamente a casa, cretino del demonio!》—vuelve a amenazarme.
Lo corto y mi yo lobuno se enfurece, sin embargo, hago que se controle. Doy un salto y me transformo en mi lobo, aullo de pena y frustración. Los árboles se estremecen como si supieran de mi pena o quizá de temor.
Corro por entre el bosque. Todas las criaturas abren paso y huyen. Me temen como yo temo a mi padre.
Llego a la mansión Farkas, mejor dicho al infierno Farkas. Vuelvo a mi naturaleza humana.
—Hijo, hijo —mamá me abraza —tu padre está tramando algo y tengo miedo.
—No te preocupes seguro es para salir de cacería —digo tranquilizándola.
—No, no, prepara un ataque, desde hace tiempo planea algo —y rompe en llanto.
La abrazo y veo que se acercan el más pequeño cargando a tientas al bebé, también los abrazo.
—Tú papá creo que está pensando atacar a una de las manadas de por aquí.
—Supongo que son los Rochester, aunque me caiga mal, no me alegra.
—No, no, no son ellos —gimotea mamá —son otros, son los Da…
—Fenrir, ¡Ven aquí! — grita mi padre del otro lado.
Enseguida obedezco como un robot automatizado.
—¡Maldito perro, cómo pudiste escaparte de la academia —y me cae una bofetada.
Me quedo quieto. Mis otros hermanos están presentes con la cabeza baja.
—¡Niños, fuera, con su madre! —ordena.
Se limpia la frente con un pañuelo blanco. Este tiene un color marrón por la suciedad.
—Fenrir, quería informarte que mañana en la noche, antes de que la luna de la noche se oculte atacaremos a los Daciana, esa manada tiene que volver a ser nuestro.
—¿Nos hizo algo esa manada para atacarlos? —pregunto.
Me mira con enfado, claramente no le agradó.
—Eres un jovencito muy imbécil —ríe con ironía.
—¿Por qué lo atacaríamos?, conmigo no cuentes —digo recordando el nerviosismo de mamá.
—¡Tú no te mandas solo, Fenrir, tú irás conmigo como mi sucesor, porque tu serás el siguiente alfa de esta manada, maldito imbécil! —grita golpeando la mesa.
Me retiro.
Se queda atrás vociferando mil insultos. Mi madre está con mis hermanos todos sentados en el comedor. Están nerviosos. Los más pequeños están en los brazos de mamá, ambos llevan la cabeza fundida en el cuello de mamá.
—Ey, tranquilos, no pasó nada. Tranquila mamá —la abrazo.
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Editado: 22.09.2024